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Fin de ciclo para el Buenaventura

El bar en San Gregorio cierra sus puertas de forma definitiva tras 69 años de actividad y tres generaciones

Por la derecha, Ventura, Mario y Ronald Ramírez, en el bar ayer, antes de cerrar, con dos de sus clientes mientras toman su último café en el local. YAIZA SOCORRO

El calendario colgado en la pared interior frente a la puerta del bar Buenaventura, en San Gregorio, indicaba ayer a los presentes en el local que estaban en mayo. No es casualidad que el tiempo se haya parado en ese momento en el negocio, ya que fue el 21 de ese mes cuando la actividad habitual del espacio cesó después de 69 años sirviendo a su fiel clientela de Telde y de toda la Isla. Ayer, su propietario, Ventura Ramírez, y sus hijos, Ronald y Mario Ramírez, abrieron por última vez sus puertas para dar un adiós en condiciones al inmueble repleto de historia en cada rincón. Así, repartieron café -su especialidad- a todos aquellos que quisieron sumarse a una despedida "necesaria".

A pesar de que la máquina para moler los granos y dar como resultado la bebida oscura lo puso difícil y tuvo algún que otro fallo para funcionar, fueron algunos afortunados los que pudieron degustar por última vez el café del bar Buenaventura. Entre ellos, una pareja de turistas alemanes, Hajot Janben y Bach Jùga, que probaron los famosos cortados del local hace unos meses y decidieron volver durante sus vacaciones para repetir la experiencia en el entrañable negocio. Además, trajeron impresa una fotografía de la antigua máquina registradora, llegada en el año 58 al bar, que no deja a nadie indiferente, y que habían sacado en su primera visita. Al enterarse del cierre no pudieron evitar su tristeza. "¿De verdad?", preguntó Jùga que, acto seguido, ante la aprobación, concluyó: "¡qué lástima!".

La misma que siente el municipio con el adiós a un espacio que desde el 47 ha servido a sus vecinos. "Todo el mundo se enteraba de que estba abierto, porque mi padre, Buenaventura, tostaba el café en crudo, con un artilugio que él diseñó, y el olor se apreciaba por toda la zona", cuenta Ventura, conocido como Ronald. De esta manera, señala que "en la época dorada, en los años 60, los miércoles molíamos entre 40 y 60 kilos de café para toda la semana y despachábamos unas 800 tazas diarias".

Con el paso del tiempo, el cambio de la sociedad, "porque los cardiólogos aconsejan consumir menos café y la gente hace menos vida en la calle", explica, y la crisis "con un bajón grande en 2011", la especialidad dejó de demandarse y los cafés servidos "no llegaban a los 300".

Famosos también por sus tapas de vueltas y pescado empanado, se hicieron con clientes que venían incluso de Agaete para disfrutar de su materia prima. Después de años de gloria, cariño ganado y una reforma en el 52 en la que se rediseñó el local con muebles, pisos y paredes elegidos por Felo Monzón, Ronald explica que "el negocio daba síntomas de sufrimiento, así que lo hemos aliviado y desconectado". Asegura que "no duele", que es un alivio cerrar y que, con su jubilación, "llegó el comandante y mandó a parar".

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