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UD Las Palmas Primera División (8a jornada, la crónica)

Las Palmas se engatilla

El cuadro amarillo propone más fútbol y crea múltiples ocasiones para llevarse el partido, pero solo puede rascar un empate con el Espanyol

Probablemente, aunque muchos de los actores amarillos del partido no lo hicieran público ayer, cuando Fernández Borbaláns silbó tres veces para señalar el final del partido sintieron en su adentro un vacío. Un sentimiento producto de que lo visto y lo propuesto no se ajustaba al resultado que campeaba en el marcador; otros, resoplarían tranquilos porque Gerard Moreno, en el descuento, no se acertó a cabecear el único tiro de los pericos en la segunda parte en una ocasión clarísima.

Todo porque la UD Las Palmas, con el mismo carisma con el que ha campeado durante esta temporada se engatilló y no acertó a concretar ninguna de las ocasiones que tuvo ayer ante el RCD Espanyol que pudo sacar un punto (0-0) del Estadio de Gran Canaria. Un punto que suma, pero que no resulta igual a la hora de medir el grado de satisfacción con el marcador en uno y otro equipo.

Cuarenta segundos. Eso fue lo que tardó el Espanyol en probar a Raúl Lizoain. Sí, Raúl Lizoain. El guardameta canterano volvió a ser titular en la portería amarilla por segunda jornada consecutiva,. En esta ocasión, Javi Varas no había tenido inconvenientes durante la semana como sí tuvo antes de El Sadar. Raúl titular y punto. Parada en dos tiempos y a seguir.

La UD Las Palmas salió mandona en el Estadio de Gran Canaria, como ese perro que marca territorio en una esquina pata trasera al alza. Lo hizo con el balón, intentando romper con el cuero el rigor del Espanyol. Dani Castellano, con una buena cabalgada rompiendo líneas -desde campo propio y casi amenazando la frontal del área-, sacó una buena falta. Un golpe franco que significó la primera ocasión del partido para los amarillos. Viera, en su vuelta al once amarillo tras sus problemas físicos, ejecutó un golpeo endiablado. Primer aviso grancanario.

Dominio y ocasiones

Entró el partido en ese bucle en el que la UD amasa el balón, buscando ese resquicio, esa chispa que transforme una posesión en gol. Prince Boateng, Viera y Tana comenzaron a intercambiar sus posiciones en la línea de tres cuartos de campo.

De la izquierda a la derecha; del medio, a las bandas. Y en esa transición de puestos, la UD encontró la segunda del partido. Tana, pillo, robó un balón para combinar con Viera que desde la frontal se inventó un pase para la entrada de Prince, que se incorporaba por la derecha. He ahí el chispazo. Solo Diego López, con una gran intervención de rodillas y a una mano, evitó el gol amarillo. Segundo aviso.

Como parecía que por las bandas había meneo, Marko Livaja -ese punta que parece siempre algo ausente, distraído y amarrado en sus propios pensamientos- probó a caer por allí. Recogió un balón en el costado izquierdo para birlar bien a un defensor, levantar la cabeza y, calcando la jugada del gol de Vicente en Pamplona, colgar el balón. Pero no lo hizo. Tiró a portería y, otra vez Diego López, evitó el gol. Tercer aviso.

Parecía todo controlado. Había pasado ya minutos y poco se sabía del Espanyol. A merced de Las Palmas, el conjunto perico se limitaba a intentar aguantar el tipo. Quizá también, en busca de un chispazo, aunque sus artimañas fueran diferentes.

Un balón en largo desde 50 metros podía ser un buen plan, pensaron. Dicho y hecho. La defensa amarilla, formada ayer por Dani, Aythami, David García y Michel, intentó tirar el fuera de juego. Todo bien excepto por unos centímetros que le faltaron al capitán para deshabilitar a Leo Baptistao. El brasileño, mientras miraba de reojo al linier avanzó en busca de Raúl, recto, con el gol como objetivo. Con el otro ojo miró a su izquierda como llegaba Gerard Moreno. Pase y gol. La jugada era clara. Lo que no contaba era con el corazón de David García, que en el último momento evitó el gol. Primer aviso, pero del Espanyol.

Entró el partido entonces en una pugna más equitativa. El Espanyol dio un paso adelante y entendió que si intentaba pelearle la iniciativa a la UD las cosas podrían irle mejor. Los catalanes se estiraron, creyeron y empezaron a incomodar a la UD. Tampoco demasiado, pero lo justo para que los de Setién se desdibujaran algo sobre el Estadio de Gran Canaria, con mejor color en las gradas que otros días. Algún tímido acercamiento más y a vestuarios.

Mismo guión

La inercia del comienzo de la primera mitad se mantuvo al inicio de la segunda. Siempre era la UD Las Palmas que proponía en campo contrario. Primero con una jugada de estrategia a saque de falta que casi llega a completar Livaja; después con un certero pase entre líneas de Tana que conectó Prince sin fuerza, casi a ras de suelo, que no sorprendió a Diego López.

Los minutos de dominio de la UD seguían, pero ese mismo tiempo se empezaba a volver en su contra. Lo sabía y se adentró más en el campo del Espanyol. En una jugada sin tantos pases, Tana volvió a encontrar a Viera que, en tiempo y forma precisa coló un balón perfecto ante los ojos de Víctor Sánchez para Prince. El '7' con espacio para controlar, prefirió golpear el balón de primeras que se fue a las manos de Diego López, su excompañero en el AC Milán. Otro aviso más.

En un arrebato por ir a por el partido, Quique Setién desde el banquillo rascó su cabeza y optó por retirar a Vicente Gómez del campo para dar entrada a Tyronne, un movimiento en busqueda de más profundidad por las bandas. Más mordiente arriba para intentar hacer un gol que pusiera justicia a lo que los méritos futbolísticos -en multitud de ocasiones figurativos, como así sucedió al final- otorgaban a uno y otro equipo.

La UD seguía a los suyo. Embotellaba al Espanyol en su área, que se agarraba a la velocidad de Gerard Moreno, solo en punta de ataque, para rascar algo del Gran Canaria. La estampa esta clara, diez en su campo y el ex del Villarreal delante, por si caía alguna.

Mismo dominio, mismo resultado. Setién intentaba poner más soluciones desde la banda. Sergio Araujo sustituyó a Prince Boateng -activo, pero sin fortuna con el gol- con el objetivo de ganar fuerzas delante. Era todo lo que tenía el cántabro para intentar ir sin contemplaciones a por el partido.

Michel y Dani Castellano, dos de los mejores de la UD ayer, actuaban ya como extremos mu y abiertos. No se obsesionaba el cuadro amarillo en meter balones en el área; creía que manterse fiel a su estilo, como tantas veces le ha pasado, tendría su recompensa. Pero el fútbol, un deporte finito, se puso en contra de la eterna paciencia que muestra la UD. El cronómetro tenía prisa y los méritos se quedaban por el camino, como los puntos. Tanto que casi se pasa de cruel con la UD si Gerard llega a acertar.

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