"Ha nacido una estrella", debió pensar Marko Livaja el jueves de la semana pasada. Era mediodía y había terminado el entrenamiento de la UD. Los jugadores se retiraban a por el masaje y Cristian García, de sólo cuatro años, saltó de la nada, agarró la pelota y comenzó a golpearla con el alma que encierra su pierna derecha. El delantero croata le miraba desde la distancia, con cierta incredulidad, mientras el césped de Barranco Seco se quedaba chico ante el ímpetu del pequeño fan amarillo.

Bueno, de la nada no. Cristian esperó dos horas a que terminara el entrenamiento, de pie, en la banda, con los brazos en jarras, delante de la zona reservada a los periodistas. Todos pensaron que era el hijo de algún jugador, pero se equivocaban. García había pedido permiso en el colegio para ver a su ídolo, Jonathan Viera. El de La Feria, que conoce a sus padres, aceptó el envite. Así fue como el niño se coló en las entrañas de la UD. Fue, quizá, el día más feliz de su vida.

"Y cómo voy a hablar con Boateng si no sé inglés", le preguntó al padre la noche antes. "Vamos que llegamos tarde", apremió a la madre. Era el primero en despertarse. Llevaba el equipaje en las manos, en la cabeza la misma preocupación con la que se acostó: Kevin Prince Boateng. La estrella de la UD, impone, tanto que fue el único momento en el que García titubeo. Ocurrió en el vestuario, cuando se sacaba fotos con el resto de jugadores. El delantero le preguntó su nombre y la edad y al niño le tembló un poco la voz. Fue la impresión del momento, porque Cristian lo tiene claro: "Soy de Las Palmas porque es el equipo de mi tierra", explicó a sus amigos del colegio. El profesor, con la finalidad de que compartiera la experiencia con el resto de la clase, proyectó las fotos y el precoz aficionado contó al resto cómo era un día en el entrenamiento de la UD Las Palmas.

Y es que la presencia del niño causó sensación en Barranco Seco, tanta que le grabaron un vídeo mientras esperaba su momento en la banda. Se le ve de espaldas, totalmente concentrado en la pelota, a la espera de que terminara el partidillo para ver si le dejaban jugar un rato. Y así fue.

Viera le hizo un gesto, abrió los brazos y Cristian García corrió hasta el medio del campo. Allí se quedó, correteando de un extremo a otro "con la pelota oficial" del equipo, informó después a sus padres, emocionado aún por la experiencia vivida. Livaja, que no perdía detalle, miraba con cara de "y éste de dónde salió".

De momento, del Unión Viera, la cantera de canteras en la que entrena el pequeño fan amarillo.