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La resurrección del indomable

Prince Boateng, cargado de antecedentes extradeportivos y sin continuidad en años antes de llegar a la UD Las Palmas, recuperó su mejor nivel futbolístico en Gran Canaria

Villarreal, 23 de octubre de 2016. Viera enlazó una pared con Tana en la frontal del área. El balón le cayó de nuevo al '21', que picó un pase sobre el muro del 'submarino'. Al desmarque, el de San Cristóbal lanzó un taconazo en el aire al corazón del área. Allí, obsesionado con enganchar ese balón, apareció él. De tijereta, acrobático, elástico, más plástico imposible, Prince Boateng enganchó el balón para mandarlo a la red en uno de los goles del año que, sin tener un año de vida, ya es icónico en esta era de la UD Las Palmas en Primera División.

Ese golpeo, esa jugada colectiva culminada por Prince Boateng, será, a la larga, la imagen que perdurará de aquel tipo que perdió su mala reputación y su fama de impertinente en solo un año en la UD Las Palmas. Porque de la mano del club amarillo, el exinternacional ghanés -dejó de ser convocado por la selección africana después del Mundial de 2016, tras uno de sus últimos escándalos- encontró el modo de volver a brillar solo por su trato al balón.

Después de que el AC Milan finiquitara el contrato de Prince Boateng se abrió un mundo para él. Tras un retorno discreto a San Siro, el exrossonero se vio con un abanico de ofertas donde la UD Las Palmas no aparecía como la más importante en materia económica, pero sí como la que más podía ayudarle a encontrar su mejor nivel en una de las grandes ligas europeas. Dicho y hecho.

El fichaje contaba con sus riesgos: una estrella venida a menos que podía desestabilizar la cohesión del vestuario. Ni siquiera Quique Setién, entrenador del equipo amarillo la pasada campaña, las tenía todas consigo. Pero Prince Boateng convenció a base de trabajo y goles. El primero, en la jornada inaugural en Mestalla.

Diez goles en 28 partidos como amarillo y otras cinco asistencias para dejar su sello en la eternidad de la UD Las Palmas. Comprometido, se olvidó del glamour que destilaba su pasado. Se amoldó bien al equipo, encontró estabilidad emocional en el club e hizo de La Garita su barrio. Todo con algunos 'detalles' personales -desde ofrecer un vuelo chárter a los compañeros que acudieron a la gala de LaLiga hasta pagar una cena de presentación- que terminaron por encumbrarle también dentro de la caseta.

Titular indiscutible siempre que le respetaron las lesiones, Prince rindió tanto en banda como clavado en el área. Su evolución a delantero centro fue clave en el salto de calidad del conjunto de Quique Setién, ido a menos durante la última parte del curso.

Prince, quizá el futbolista con más recorrido previo antes de aterrizar en Gran Canaria, marca un antes y un después en las incorporaciones veraniegas de la UD. Un halo único que ahora se apaga. Fue un paso efímero, pero tremendamete potente, al más puro estilo de un cometa que tarda décadas y décadas en volver a pasar por el mismo lugar. Ahora Las Palmas ya piensa sin Prince Boateng. Una estrella que volvió a nacer en Gran Canaria.

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