Las personas con enfermedades cardiacas y respiratorias son las más propensas a presentar problemas de salud por la inhalación del humo de los incendios y son, por tanto también las primeras en emitir señales de alarma, cuando les está afectando, con tos, irritación de ojos y garganta y dificultades para respirar.

Esos son los primeros síntomas que presenta una persona a la que le está afectando el humo de un incendio forestal, una mezcla de gases y partículas microscópicas que se desprenden de la vegetación en llamas y que es más peligrosa que la propia llama, han explicado a Efe los neumólogos José Miguel Rodríguez González-Moro y Ramón Fernández.

Tras esas primeras señales puede aparecer dolor en el pecho y dolor de cabeza y, en casos más graves, mareo y pérdida de conocimiento, que puede llegar al coma y a la muerte de la persona.

Muchas de las muertes que se producen en un incendio son debidas a las asfixia por la inhalación del humo, de ahí la importancia de protegerse adecuadamente.

Las mascarillas de papel contra el polvo, que venden en ferreterías, "no son suficientes para su protección" ya que, según el doctor Rodríguez, portavoz de Neumomadrid y neumólogo del hospital Gregorio Marañón, "sirven para atrapar partículas más grandes, pero no protegen a los pulmones del humo".

La utilización correcta de mascaras antigas con filtros adecuados brindan cierto grado de protección, según este especialista, pero si la exposición es tal que va más allá de la capacidad del filtro "puede dejar de ser efectivo".

Los agentes forestales y los obreros de las brigadas contra incendios utilizan unas mascarillas especiales para sofocarlos, y los bomberos usan unas de alta protección, además de equipos de respiración autónomos que les proporcionan aire limpio y les permite trabajar rodeados de humo.

El efecto del humo sobre la salud va a depender del tiempo de exposición, según el doctor Ramón Fernández, coordinador del área de medioambiente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).

Exposiciones elevadas pueden ocasionar asfixia y muerte por la inhalación del monóxido de carbono, mientras que exposiciones menores pueden producir lagrimeo, enrojecimiento ocular, irritación faríngea, tos, problemas cardiacos y agravamiento de enfermedades respiratorias como la EPOC o el asma.

La recomendación general para las personas con enfermedades respiratorias y cardiacas es "intentar no exponerse" porque son las más vulnerables debido a la mayor repercusión del monóxido de carbono en la sangre, que hace que esté menos oxigenada, y a la menor reserva respiratoria que se agrava por el efecto irritante del humo sobre las vías respiratorias.

Por este efecto irritante, las personas con problemas respiratorios pueden presentar cuadros de tipo asmático con espasmos bronquiales.

Los ancianos y los niños tienen mayor posibilidad de verse afectados por el humo. Los mayores porque es más probable que padezcan de enfermedades cardíacas o pulmonares que los más jóvenes, y los niños debido a que sus vías respiratorias aún están en desarrollo e inhalan más aire por kilo de peso corporal que un adulto.

Todas estas personas corren más riesgo que una persona sana ante un incendio y deben alejarse de las zonas donde haya humo por poca cantidad que sea.

En el caso de enfermos con problemas respiratorios, según los doctores, deben hacer uso de los inhaladores que utilizan normalmente que contienen broncodilatadores y corticoides inhalados, lo cual puede evitar la aparición de broncoespasmo y, si se presentan, aliviarles.

Otros consejos pueden resultar de cierta utilidad: mantener una hidratación adecuada, permanecer en reposo, respirar con tranquilidad e intentar permanecer en las zonas inferiores dónde llega mas tarde el humo.