El segundo premio del sorteo del Niño resultó atomizado hasta convertirse en una lluvia dispersa que regaló miles de euros por casi toda la geografía nacional. Gracias a ese peculiar fenómeno lotero, Asturias puedo tener un pequeño consuelo: 75.000 euros de un único billete del número afortunado y que fue vendido en Avilés.

El 95379 llevaba bajo el brazo 750.000 euros por cada serie y había sido consignado en múltiples localidades del territorio español, rompiendo el "monopolio" territorial que caracterizó al primer y tercer premio, vendidos íntegramente en Valencia.

Los décimos premiados viajaron a administraciones de las provincias de Albacete, Alicante, Álava, Almería, Barcelona, Badajoz, Cádiz, Castellón, Ciudad Real, Coruña, Granada, Guadalajara, Guipúzcoa, Jaén, Lugo, Málaga y Madrid. Pero también se vendió en Murcia, Logroño, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas, León, Navarra, Orense, Pontevedra, Salamanca, Segovia Sevilla, Valencia, Zaragoza, Zamora y Valladolid. No sólo las administraciones de lotería dispersaron la fortuna del segundo premio, sino que también lo hicieron bares, cafeterías y estancos gracias a los números distribuidos mediante máquina expendedora.

Calasparra (Murcia) fue uno de los lugares de mayor concentración del número viajero. La única administración de lotería de la localidad vendió 100 décimos del muy repartido segundo premio, con lo que distribuyó 7,5 millones en premios. Esperanza Navarro, la propietaria de la administración, vendió la suerte por ventanilla. Pero a estos 100 décimos murcianos hubo que sumar otros dos boletos premiados con 75.000 euros: uno se vendió por máquina en la administración de la calle Azucaque de Murcia y otro, por el mismo sistema, en un punto mixto de la calle Carlos III de Cartagena.

Pero Esperanza Navarro, propietaria de la centenaria administración de Calasparra, no cabía de contenta en cuanto supo la noticia. Era la primera vez que daba un premio del sorteo del Niño, tras haber repartido varios primeros y segundos en otras fechas menos señaladas. Los camareros del cercano bar Cantero llevaban un décimo compartido, y también la peña del Fútbol Club Barcelona tuvo fortuna.

En la localidad leonesa de Toral de los Vados, una cafetería vendió un décimo por terminal: "Tenemos la máquina desde hace nueve meses y ya hemos dado varios premios; ha sido llegar y besar el santo", aseguraba un empleado.