Para Orlando Hernández el mejor regalo de Reyes era pasar las Navidades rodeado de su familia, porque todo aquel que ha vivido fuera sabe lo que es echar de menos el calor del hogar, pero lo que jamás se imaginó este camionero de 41 años, de San Fernando pero residente en Alemania, es que volvería de vacaciones con litros de gasoil debajo del brazo. Apurando casi a última hora, compró algunos números para el sorteo del Niño en la administración de su amigo 'Semi' y tanto le sonrió la suerte que lo agració con los boletos 95379, favorecido con un segundo premio de 75.000 euros, y 99273, con el reintegro de 40 euros. "Soy un apasionado de mi profesión y mi vida seguirá siendo la misma, pero ahora continuaré recorriendo europa con más facilidades para pagar el gasoil", afirma más feliz que una perdiz mientras asegura que también compartirá el premio con su familia.

"Cada año vengo para ver a mi madre, mi hermana, mi sobrina y toda la familia y es tradición comprar un número aquí", explica Hernández acompañado de Liliana del Mar Ramos, su única sobrina que no dejó de sonreír en toda la mañana. Como si de un sueño se tratara, asegura que el momento en el que se enteró de su fortuna casi no se lo podía creer. "Una vecina tocó a la puerta y nos dijo que había caído el segundo premio en el barrio, así que le dije mis número para que los mirara y tocó", relata sin dejar en el tintero el grito que dio su progenitora por la primicia y a la que tuvo que tranquilizar. "Yo estaba en el piso de arriba jugando al Monopoli y cuando escuché a mi abuela sabía que algo pasaba", añade la pequeña Ramos.

El suertudo eligió ese número por su padre fallecido, "porque siempre compraba los acabados en nueve y siete", señala con emoción. Además, garantiza que cuando adquirió el boleto, el día antes del sorteo, lo colocó debajo de la foto de su progenitor, "hasta hoy cuando nos enteramos", cuenta agradecido y sintiéndolo probablemente más cerca que nunca.

Ahora toca regresar al país nórdico que se ha convertido en su casa y donde trabaja a cuatro ruedas y con maquinarias pesadas. "Vuelvo a final de mes, seguiré con mi vida normal e intentaré estirar el premio lo máximo posible", determina, y aunque las despedidas nunca son de agrado para nadie, este año el sabor de boca será mucho mejor que de costumbre.

Quizás el dinero no da la felicidad, pero la alegría que vivieron ayer Hernández y su familia no se paga ni con todo el oro del mundo. "Para ser afortunado hay que estar y jugar, porque la suerte no viene a tocar en la puerta", asegura satisfecho con el resultado después de toda una vida apostando y, desde que nació la administración de lotería en Maspacolor, local donde se repartió el premio, en el mismo lugar. Que estaba "bastante contento" es un hecho, y que el tanque se lo lleva lleno, también.