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Crisis migratoria

“La experiencia de acoger a los chicos es maravillosa”

La periodista Nanda Santana cobija a dos jóvenes senegaleses que durmieron 20 días en la calle tras ser desalojados de los hoteles

La periodista Nanda Santana con los dos migrantes senegaleses que acoge en su casa. | | IGNACIO GAÑADO

La periodista Nanda Santana acoge a dos chicos senegaleses, de 27 y 22 años, que estuvieron 20 días durmiendo en la calle tras ser desalojados de los hoteles del sur de Gran Canaria y negarse a ir al macrocampamento de las Raíces, en Tenerife, por temor a ser deportados. Así que Nanda decidió solidariamente aportar su grano de arena. Todo empezó cuando leyó en el periódico que habían encontrado a un chico migrante muerto de 19 años que dormía en la calle. La noticia le impactó “muchísimo” porque tiene tres hijos adolescentes y podía haber sido uno de ellos, pensó.

En la información se daban los datos de la Plataforma Solidaria Somos Red. Les escribió un email preguntándoles cómo podía colaborar y la incluyeron en un chat de WhatsApp. Ya son un centenar las personas que voluntariamente participan en esta plataforma, que se dedica a atender a los migrantes que se encuentran en la calle. Han logrado la acogida en viviendas particulares de 80 personas y dan comida y asistencia a otras 200 que continúan sin techo. Y cada vez son más los migrantes que están en la calle.

Nanda explica que en uno de los mensajes de la plataforma se hacía referencia a un chico que había alojado una señora, pero este joven senegalés venía con otros dos amigos en la misma patera que seguían en la calle. La periodista tiene un salón grande y colchones individuales de sobra, por lo que se planteó que podría acoger a alguno de ellos, pero solo para ir a dormir, porque, por sus circunstancias personales, no se podía comprometer a más. Eso fue hace tres semanas y dio cobijo a Abdu, uno de los tres amigos senegaleses, de 22 años.

Nanda está separada y tiene custodia compartida en semanas alternas. Por tanto, ella podía acoger a Abdu cuando sus hijos menores se iban con el padre, pero durante la semana que volvían había que buscarle otras familias, que encontró rápidamente: Hermi y Thomas, que viven en Guía, y también Raquel. De este modo se van turnando en la acogida de este joven. También querían buscarle una casa al tercer amigo que seguía sin techo, Nesai. Su pareja actual, el fotógrafo Txefe Betancort, decidió albergar a este joven, de 27 años. Él también tiene un hijo en custodia compartida con la misma dinámica que Nanda y el albergue alterno por semanas lo hace con otra compañera, Mar.

De este modo los tres amigos senegaleses han encontrado un hogar. Esta semana, de manera excepcional, Nanda acogió a Abdu y Nesai. La convivencia “es muy tranquila porque son muy agradecidos y muy dispuestos; es una experiencia maravillosa”, sostiene, y recomienda a las personas que tienen dudas que se animen porque son seres humanos que necesitan ayuda.

“Nos entendemos por señas”, cuenta, porque los chicos no hablan español y, algo añadido, no saben leer ni escribir. Casualmente Nanda tiene un amigo senegalés, profesor universitario y abogado en Toulouse, que habla wólof, el idioma mayoritario en Senegal junto al francés. Entonces, se conecta con su amigo y le pide que le traduzca cosas que los chicos le dicen y a la inversa.

Las formas de acogida que plantea Somos Red son adaptables a la realidad de cada hogar. Los importante es que estos jóvenes no duerman en la calle y que reciban el trato humanitario que, lamentablemente, las instituciones no están dando en estos casos. Si salen de los recursos públicos, por cualquier motivo, ya no pueden volver a la red de acogida del Estado. Además, en los macrocampamentos de Las Raíces o El Matorral, en Fuerteventura, hay denuncias diarias de que pasan frío y hambre, aunque el delegado del Gobierno, Anselmo Pestana, lo niega.

En el caso de Nanda, les ofrece techo de noche, cena y aseo, aparte de cariño. Los jóvenes se deshacen en halagos sobre el trato que están recibiendo. Los dos chicos llegan a las ocho de la noche, cenan allí y “lo dejan todo recogido y fregado, se duchan y se van a dormir”, explica sobre la rutina diaria. Esta semana su hijo mayor les cedió su habitación porque al joven gusta estar en el salón por la noche viendo la tele, y además los fines de semana van sus amigos y se reúnen en ese espacio de la casa.

A las ocho de la mañana tras desayunar, los dos chicos senegaleses se van porque ella y su pareja empiezan a trabajar a esa hora. Durante el día van a clases de español, los lunes, miércoles y viernes, y luego a un recurso social a comer.

Nesai es asmático y Miriam Suárez, otra voluntaria de Somos Red, que da apoyo a los tres senegaleses de día, lo llevó al centro de salud y ya tiene un inhalador. Nanda lo tuvo que trasladar de nuevo de noche porque no paraba de toser y “fue muy bonito porque la doctora que había en Urgencias era biznieta de emigrantes palestinos”.

Aunque por un lado la experiencia es maravillosa e intensa, por otro le está resultando “un poco dolorosa” por ver la reacción de otras personas de su entorno: “Me dicen que si me he vuelto loca y a ver si me va a pasar algo”, afirma lamentando esa desconfianza a acoger a estos chicos, porque es todo lo contrario.

Como la gran mayoría de los migrantes que arriban a Canarias, ellos solo quieren seguir su tránsito hacia la Península y a otros países donde suelen tener familiares, y no dejan de repetirlo. Desde Somos Red también se les acompaña a hacer gestiones en la Comisaría para que, los que puedan, pidan protección internacional. Abdu ya ha tramitado su documento por el cual no puede ser deportado hasta el próximo marzo de 2022 y Nesai está gestionando los papeles. Los dos han intentado irse a la Península pero la Policía no los dejó salir aunque Nesai tiene pasaporte y un familiar en Bilbao que le mandó el billete de avión. A Abdu se le cayó en la patera en la que vinieron ambos junto a su amigo Ablai, que acoge otra señora.

Los tres amigos senegaleses decidieron embarcarse a finales de noviembre y fueron tres días de angustiosa travesía. No hablan mucho de ella, solo que fue “muy duro” aunque en esta ocasión no falleció nadie.

Nesai no tiene padres y dejó hermanos en Senegal. Abdu sí. Allí trabajaban en supermercados, en tiendas de artesanía y en venta de complementos, como bolsos. Decidieron ir a Marruecos y también se emplearon en esos servicios. Con la Covid la situación económica se endureció y con la escasa llegada de turistas a Marruecos el trabajo escaseaba, además de que los sueldos son muy bajos. Así que decidieron irse. Los dos son taxativos: buscaban mejorar sus condiciones de vida y salir de la pobreza. Cuando embarcaron no sabían que venían a Canarias. Iban a Europa. Al llegar los trasladaron a hoteles del sur de Gran Canaria y cuando desalojaron estos establecimientos les dijeron que los iban a llevar a Las Raíces, en Tenerife, lo que para ellos fue un trauma porque podía significar su deportación, y bajo ningún concepto quieren volver a Senegal.

Todos los que están en la calle temen lo mismo y prefieren buscarse la vida aunque sea durmiendo a la intemperie en plazas, bancos o playas, con la esperanza de poder partir algún día a la Península, a ser repatriados.

“Desde Somos Red decimos que Canarias no es una jaula y exigimos a los gobiernos, que son los que tienen competencias, que desbloqueen los puertos y aeropuertos, que les dejen irse y continuar su viaje migratorio, y que cambien el rumbo de sus políticas migratorias”, expone Nanda Santana. Esta semana han partido dos vuelos a la Península con migrantes senegaleses y de Gambia que estaban en las Raíces y que habían pedido protección internacional. Pero en las Islas quedan 4.700 personas llegados en pateras o cayucos y se calcula que un millar por las calles.

Somos Red atiende las necesidades básicas de unos 200 migrantes sin techo en la capital grancanaria y en municipios como Maspalomas o Vecindario. La periodista expone que muchos voluntarios no se conocían de nada y se organizaron a través del “boca a boca y Whatsapp”.

Ahora son un centenar de personas aunque necesitan a más voluntarios que ayuden y acojan. “Si nosotros nos hemos organizado en tan poco tiempo, ¿qué no puede hacer una administración pública que tiene medios económicos y recursos humanos?”, cuestiona Santana.

“Esta respuesta ciudadana expresa una gran bofetada moral a muchos de los políticos y gobernantes que viven en sus burbujas y no quieren ver la realidad”, sentencia.

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