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Pleno del Parlamento de Canarias | Análisis

Tombolero, tombolero

La apuesta era salvar la cara después de que los senadores y diputados del PSOE votaran a favor de la ley contra el fraude fiscal

El diputado de CC, Pablo Rodríguez, junto al vicepresidente del Gobierno de Canarias, Román Rodríguez, ayer. CARSTEN W. LAURITSEN

La apuesta era la siguiente: salvar la cara e incluso presentarla radiante, broncínea, triunfal después de que los senadores y diputados del PSOE –incluidos los canarios– votaran a favor de la ley contra el fraude fiscal, que incluía un precepto que desmontaba la fiscalidad a las producciones audiovisuales en las islas garantizado en el REF, y eso a pesar de que el Parlamento de Canarias remitiera un informe negativo.

Tal informe, según estipula el Estatuto de Autonomía de Canarias, debió paralizar el trámite legislativo para que o bien el Gobierno central o bien el Gobierno autónomo –puede hacerlo cualquiera de ellos– solicitara la convocatoria de la Comisión Bilateral para estudiar la afección al REF y llegar a un acuerdo que respete el acervo económico-fiscal de la Comunidad. No ocurrió nada de eso. El informe preceptivo del Parlamento canario no paralizó la tramitación. La ley está en vigor. La Comisión Bilateral no se ha reunido. Y sin embargo el presidente Ángel Víctor Torres escapó más o menos indemne –unos cuantos arañazos todo lo más– del pleno extraordinario, lo que debe agradecer a dos factores: a la lealtad de sus socios de gobierno y a la cintura de la oposición, que es la propia de un armario ropero. Simplemente fatal.

Si esta es la estrategia, si en un trance tan delicado para el Ejecutivo y su máximo responsable los resultados son los del pleno de ayer, más vale que el PP y Coalición Canaria dediquen sus esfuerzos opositores a la fiscalización de los escarabajos peloteros. Torres no es precisamente Cicerón. Pero entre los dirigentes de los grupos parlamentarios de la oposición no hay ni el más leve rastro de pasión ni razón comunicativa, ninguna inteligencia hermenéutica, y su relación con el lenguaje es similar a la de un esquimal con la paella. María Australia Navarro, ataviada como en una versión vintage de Alicia en el País de las Maravillas, saltaba cual corza herida entre sus socorridas muletillas: «mire, señor Torres», «oiga, señor Torres», «escúcheme bien, señor Torres», como si para el presidente fuera un problema insalvable mirarla, oírla o escucharla. José Miguel Barragán siguió representando su papel de embajador de Moldavia en la corte del Imperio Austrohúngaro. Barragán, que según la leyenda llegó al Parlamento hace ya tantos años que en vez de escaños sus señorías se sentaban en setas, actúa como si en vez de hacer política practicara la diplomacia. En su discurso inicial, de siete minutos, llamó a Torres «señor presidente» ocho veces. Tal vez nueve. El portavoz de CC habla bajito, por buena educación o precisamente para evitar que se oiga lo que dice, y a veces Torres se inclinaba hacia adelante para captar sus palabras, y sin pretenderlo, aumentaba la comicidad de la escena. Es fama que a muchos soldados les duele la pierna que perdieron en la batalla; al experimentado Barragán, en cambio, no le duele nada, y sigue tratando al PSOE no como a un adversario a abatir, sino como a un socio inminente pero distraído. Está aviado.

Para colmo Vidina Espino no encontró mejor momento que el pleno de ayer para anunciar que abandonaba Ciudadanos, aunque, al parecer, no el escaño. Un cierto sentido de la responsabilidad debió indicarle que un pleno extraordinario sobre un incumplimiento del REF no era el mejor momento para comunicar a la Cámara, de viva voz, que abandonaba el partido que en 2019 la designó candidata al Parlamento y (nada menos) a la Presidencia del Gobierno de Canarias. Mezclar los intereses personales con los intereses del país en un debate nuclear denota cierta inelegancia. Espino, en todo caso, tiene perfecto derecho a abandonar Ciudadanos, cuya escuchimizada dirección en Canarias le tenía puesta la proa desde hace muchos meses, y ayer se apresuraron a afirmar que si abandonaba el partido es porque estaba a punto de ser destituida como portavoz parlamentaria.

Vidina Espino no encontró mejor momento para anunciar que deja Ciudadanos, aunque, al parecer, no el escaño

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Es sorprendente, en efecto, que Torres no saliera muy malparado de la cita parlamentaria de ayer, porque reunió todas las papeletas para hacerlo. Optó por atacar con todo lo que se le ocurrió, tenga o no que ver con el REF y la fiscalidad de las producciones audiovisuales. En sus sucesivas intervenciones se refirió no solo a todas las vicisitudes que ha sufrido el REF –Antonio Olivera le había dado al respecto un par de clases anocturnadas– desde 1972, con el obvio objetivo de diluir en medio siglo de historia y conflictos la patada que Pedro Sánchez y las Cortes habían propinado al Parlamento regional. Otro recurso de Torres fue insistir en que el REF había sido vulnerado también en la misma materia en 2017 y Coalición Canaria no había dicho nada, cuando esa situación se subsanó con la aprobación de las nuevas bases del Régimen Económico y Fiscal aprobadas en 2018, motivo, precisamente, por la que el PSOE no dijo nada tampoco. Pero Torres citó el convenio de carreteras, recordó sentencias judiciales perfectamente ajenas al asunto, habló de intolerancia y homofobia, y la exhibición del caos circense llegó al culmen cuando de repente el jefe del Ejecutivo se sacó el móvil del bolsillo y advirtió que sus señorías iban a escuchar un testimonio importante de alguien, tal vez un productor, sobre la verdadera situación de las producciones cinematográficas antes y después de esta coyuntura. Los diputados se quedaron estupefactos. Torres pulsó una tecla y se oyó la voz profunda de un sujeto al que el presidente no identificó en ningún momento. Una vez, hace muchas legislaturas, este cronista descubrió a un honesto diputado socialista durmiendo en un pequeño sofá en una sala del parlamento, felizmente acurrucado en posición fetal. Pues bien, esa imagen no es ni la mitad de sorprendente que la de un presidente ofreciendo a la Cámara el palique de un caballero desconocido grabado en su móvil ¿Qué será lo siguiente? ¿El presidente tombolero sorteando ositos de peluche y muñecas chochonas en la tribuna para la dama y el caballero, siempre toca, siempre toca, seas cuerdo o estés loca? ¿Una pequeña exhibición pirotécnica desde el banco azul a cargo de los Hermanos Toste? Torres ni siquiera respetó el reglamento que regula la utilización de medios tecnológicos en las intervenciones. Fue tan aplaudido por los socialistas como Juan Tamariz cuando se saca una botella de ginebra de la chistera.

Hay que negociar. Lo primero es negociar con el Gobierno central y si no hay más remedio, una situación que no llegará, por supuesto, pues el Gobierno irá a los tribunales. Pero, ¿negociar el qué? Cumplir la ley no puede ser objeto de una negociación, ni con un particular, ni con una organización civil, ni con un Gobierno. El presidente consiguió ayer una vez más que su equipo no se dividiera, pero los grupos parlamentarios son otra cosa. Porque lo que está en juego, realmente, y así lo recordó ayer el portavoz de Nueva Canarias, Luis Campo, no es el diferencial fiscal de las películas producidas en Canarias, sino la vulnerabilidad del Régimen Económico y Fiscal y del propio Estatuto de Autonomía. ¿De veras que un puñetero decreto ley puede diluir como un escupitajo de ácido nítrico el REF y el Estatuto? El jueves pasado todos los grupos de la Cámara solicitaron a la Mesa que adopte un formato para adoptar un acuerdo plenario con el objetivo de interponer un recurso de inconstitucionalidad. Sí, ahí estaba la firma de Nayra Alemán, portavoz del PSOE, y la de Manuel Marrero, portavoz de Podemos pero No Queremos. Dos días después una y otra fuerza retiraban sus rúbricas, pero el resto de los grupos parlamentarios la mantienen. El Ejecutivo –conminado por su presidente, a su vez presionado por los muy solidarios compañeros de Madrid– puede resignarse a no presentar un recurso de inconstitucionalidad, pero es dudoso que el Parlamento lo haga. Dispone de tres meses. No, la cuestión no es que el REF sea patrimonio simbólico de nadie, como repitió ayer varias veces Torres, sino que siga siendo un patrimonio vivo –y no una letra prescindible– de todos los canarios, y eso es un deber ineludible de sus representantes parlamentarios.

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