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Debate sobre el estado de la nacionalidad canaria | Turno de los grupos que apoyan al Gobierno

Donde Sánchez hace cosas miserables, pero no por eso vamos a romper nada

Los días de pleno el circo colombino se despliega por las terrazas y bares próximos al Parlamento y va arrasando tapas, bocadillos y cerveza a su paso

Ángel Víctor Torres, Román Rodríguez y Julio Pérez bromeando con el portavoz de CC, José Miguel Barragán, tras la sesión de ayer . | | RAMÓN DE LA ROCHA/EFE

Manuel Domínguez, el todavía flamante presidente del PP de Canarias, también quiere ser bueno. Moderado, comprensivo, tan sencillo como el mecanismo de un botijo, próximo y amical. Ser alcalde o exalcalde y ser bueno actual o bueno reciente –es casi un estado civil– ha adquirido mucho valor en el mercado político canario, como ejemplifica Ángel Víctor Torres. Domínguez se dirigió al presidente en su discurso en el debate sobre el estado de Canarias para asegurarle que «yo no le presupongo incompetencia por el simple hecho de tener una posición ideológica distinta, como tampoco creo que su trayectoria al frente del Gobierno de Canarias pueda describirse como blanca o negra». Con ese moderantismo casi afectuoso Domínguez, por supuesto, no intentaba retratar a Torres, sino a sí mismo. También hizo declaraciones dignas del general Prim: «En este Parlamento no tengo enemigos, sino rivales». Habló muy mal de Podemos, pero no se le escuchó, como a otros compañeros suyos recientemente, palabros como «gobierno socialcomunista». Llamar comunista al Ejecutivo es demasiado grotesco; más o menos como cuando Torres llama a Barragán «populista». Barragán no se merece eso. Populista. Probablemente cene solo con un huevo pocho como menú. Domínguez, en fin, acabó citando unos versos ripiosos de José Viera y Clavijo que no venían demasiado a cuento. Fue como meter al pobre Viera, que no tuvo la culpa de nacer en Los Realejos, en una caja de zapatos. El presidente Torres, según su guión habitual, machacó al PP, que es escolásticamente el mal sin mezcla de bien alguno, pero apartó a Domínguez de la quema. Por el momento.

Vidina Espino – en estado precoalicionero– y Ricardo Fernández de la Puente – lost in translation– tienen cada uno su tiempo de intervención, cada uno su escaño y cada uno su jefe de prensa, pero sus discursos no fueron tan sustancialmente distintos. Espino es más intensita y Fernández de la Puente más reposado. Como la legislatura se dirige a su fin las intervenciones de ambos, tristemente, producen cada vez más indiferencia. Fernández de la Puente probablemente se resigna, pero no cabe descartar que Espino escriba como un reguetón su próximo discurso y saca a bailar a Pablo Rodríguez.

En el segundo día del pleno con más ringorrangos del año toca hablar a los grupos que sostienen al equipo gubernamental para descanso y solaz del presidente. Los socialistas van tan sobrados que admitieron que discurseara Nayra Alemán, que es la portavoz del grupo. Hace unos meses se chismorreaba que Alemán sería apartada de tal responsabilidad e incluso se señalaba a Iñaki Lavandera – un orador mucho más formado, informado y eficaz– como posible sustituto. Pero a la portavoz la sostiene Nira Fierro, presidenta del grupo parlamentario y secretaria de Organización del PSOE canario, que prefiere a alguien que no haga demasiada sombra y que no le genera ningún conflicto de protagonismo. Alemán es una militante disciplinada y agradecida. Que luego su discurso tenga la misma fortaleza y rigor que el de una adolescente agradeciendo su diploma de Secundaria es otra cosa. Ni una sola idea, sustituidas por titulares; ni un solo argumento político, sustituidos por eslóganes. Fue, en definitiva, una versión peor escrita del discurso de Torres. «Lo que podía hacer sido una situación dramática», llegó a decir la señora Alemán, «se ha transformado en una oportunidad». Después de dos años de un tremendo sufrimiento social y una economía empresarial destrozadas, con cientos de empresas desaparecidas, la portavoz socialista cree que se pudo sortear todo dramatismo. Fue la suya una intervención angustiosamente escolar y a ratos pueril, con nexos para pasar a otro asunto –por ejemplo, la sanidad pública– de esta altura retórica: «Como todos sabemos, la salud es lo primero…». El contacto entre la parrafada de Alemán y la realidad fue básicamente inexistente: vive dentro del argumentario socialista como el pez vive en la pecera y no lo sabe. «Para los socialistas la apuesta por la salud mental es una prioridad», aseveró. Escuchándola uno lo pone en duda. Lo más descacharrante es que, entre frases como «qué grande es el Plan Reactiva Canaria», Alemán le aconsejara «autocrítica» a la oposición. Por supuesto, ninguna de estas majaderías impidió que fuera muy aplaudida por sus compañeros –incluido Podemos– al regresar al escaño. En términos estrictamente personales, flaco favor le hacen.

Las cosas cambiaron, obviamente, cuando subió a la tribuna Luis Campos, que es un buen orador, aunque carezca absolutamente de sentido del humor. Campos vive instalado en lo histórico como otros se pasan toda la tarde en el bar. Optó por la técnica de sacar la bicha saharaui en los primeros minutos. «Nunca, nunca admitiremos está decisión miserable de Pedro Sánchez sobre el Sáhara, nunca, jamás, nos moveremos un milímetro de nuestra posición de defensa de los derechos del pueblo del Sáhara». Fue muy vibrante el señor Campos, que dijo esperar que esa miserable posición de Sánchez “no fuera la del PSOE de Canarias ni la del presidente del Gobierno”. Torres había respaldado la decisión de Sánchez en su discurso de la víspera, así que parecía extraño que Campos tuviera dudas al respecto. Después aflojó y, con pocas excepciones, comenzó a lloviznar flores sobre la labor del Ejecutivo, recordando las dificultades ímprobas que ha debido afrontar. Más piropazos a Torres para dulcificar la belicosidad (verbal) sobre el Sáhara. «Ya me gustaría haber tenido otras veces un presidente capaz de enfrentarse (sic) al Gobierno central y a la dirección de su partido como ha hecho este presidente». Al final, por supuesto, el pequeño teatrillo de Campos, muy bien representado, se deshizo como un azucarillo en la crítica acrítica del Gobierno y sus impresionantes logros sociales y administrativos, y Campos se lanzó a mencionar motivos de orgullo para la canariedad, desde la Academia Canaria de la Lengua hasta Los Gofiones. En su réplica Torres, con seguridad de llamada previa a Madrid, llegó a decir, qué enormidad, que Pedro Sánchez debería explicar su carta al rey de Marruecos, y debería explicar en Canarias, algo realmente sorprendente, porque 24 horas antes parecía hacerla entendido y compartido perfectamente. Luego volvió a hacer humor negro con eso de que la solución del conflicto del Sáhara deberá contar con la anuencia de Rabat y del Frente Polisario. En esta ocasión no citó a Pepe Mújica, ese estadista que vive en lo más profundo de un pozo de sabiduría humanística. Nueva Canarias presentará una propuesta de resolución que parece una carta de amor instando al Gobierno canario para que inste español que se explique.

Después de un granítico discurso de Manuel Merrero en nombre de Podemos, donde le afeó la conducta a Manuel Domínguez como presunto amigo de los fascistas, le tocó el turno al pequeño circo gomero. Ciertamente la ASG cuenta solo con tres diputados, pero con eso de ser grupo parlamentario –para lo cual los socialistas y NC modificaron el reglamento de la Cámara, como quizás alguien recuerde cuando el año que viene Vox disponga también de grupo solo con tres lerendas fascinerosos– los curbelistas disfrutan de una asignación suculenta y pueden contratar y contratan a un pequeño ejército de asesores y cantamañanas aúlicos. Los días de pleno el circo colombino se despliega por las terrazas y bares próximos al Parlamento y va arrasando tapas, bocadillos, cafés y cerveza a su paso. Casimiro Curbelo también se puso lírico en su intervención, pero el Faro de La Gomera tiene estro propio: «Este son las peores circunstancias para el mejor Gobierno». O al revés. Torres se mostró muy agradecido. Curbelo le agradeció los desvelos al presidente. Por un instante recordaron a dos talludos caballeros empecinados en que el otro pasase primero por la puerta de la gloria. «Por favor, usted primero». «No, para nada, primero usted». «De ninguna manera, usted primero».

Al final pasan los dos al mismo tiempo, que es de lo que se trata.

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