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El nuevo orden en África: golpes de Estado, juntas militares y terroristas

El hartazgo de la población de Malí, Guinea o Burkina Faso ante la amenaza terrorista ha acabado con la caída de sus gobiernos

El coronel Assimi Goita, presidente interino de Malí. HADAMA DIAKITE

Las erráticas democracias africanas han soportado en los últimos meses duros varapalos con diversos génesis y diferentes desenlaces. En menos de dos años, hasta cinco países del Sahel han sufrido golpes de Estado –dos en Malí, Chad, Guinea Conakry, Sudán y Burkina Faso– y otros dos han frenado intentos de derrocar a su Ejecutivo –en Níger y Guinea Bisáu–. Esta sucesión de acontecimientos ha regado de figuras totalitarias y juntas militares el tablero político del continente y ha provocado que incluso el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, la tilde de «epidemia».

El resurgimiento de los golpes de Estado en el continente ha hecho saltar las alarmas entre los líderes elegidos democráticamente, quienes se han esforzado por explicar que este mecanismo representa una amenaza para la paz y la seguridad de África Occidental. Precisamente, los últimos derrocamientos se han desarrollado en un contexto muy localizado: el de la inestabilidad y la falta de seguridad derivada de la presencia de grupos yihadistas que han cometido ataques contra la población civil. «La gente se ha hartado y los militares han aprovechado esa tensión social de la población, que reprochaba a los Gobiernos que no estaban haciendo lo que se necesitaba para garantizar la seguridad, para atacar», explica David Soler, periodista y fundador África Mundi, sobre una situación asemejada entre estos países y en cuyo caldo de cultivo enraízan varios factores.

La presencia rusa en la región ha agitado a la ciudadanía y ha ayudado a derrocar a los gobierno locales

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Las duras condiciones de vida de la población del Sahel se han visto recrudecidas por los efectos del cambio climático, la corrupción, el expolio de recursos, la pandemia de la covid-19. Josep María Royo, investigador sobre conflictos, paz y seguridad de la Escola de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), explica que en este escenario se ha creado un «clima donde los cuerpos militares se autoproclaman garantes de la paz, de la seguridad, de la gobernabilidad», en contraposición a los Ejecutivos civiles que derrocan. Ambos especialistas coinciden en que los militares «se sienten más envalentonados» al no percibir ante sus acciones una suficiente confrontación ni con la población, ni a través de la condena de los mismos, por parte de los actores regionales e internacionales.

Duras sanciones para derrumbar la economía

La cadena de golpes de Estado no solo se ha impulsado desde el interior de los países afectados. Hay factores externos que han contribuido a agitar el avispero, como la creciente presencia de potencias extranjeras, principalmente Rusia, que ha reforzado su posición a través de los mercenarios del grupo Wagner. Royo afirma que la mirada «polifacética» planteada por la Unión Europea, las Naciones Unidas o Francia –con un peso específico en la zona por su pasado como metrópoli – ha acabado por relegar a un segundo plano la apuesta por el desarrollo socioeconómico o la fortaleza de la gobernanza local. El motivo, argumenta, es que sus resultados se aprecian «más a largo plazo».

António Guterres tilda de «epidemia» la sucesión de golpes de Estado en el Sahel

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No todos estos golpes de Estado han cosechado la misma respuesta de la comunidad internacional. En el caso de Malí, Guinea o Burkina Faso, la condena ha sido unánime, mientras que otros como el de Chad –en el que tras la muerte del presidente, Idriss Déby, combatiendo a los rebeldes del país, su hijo y general, Mahamat Idriss Déby, tomó por la fuerza el poder– no solo no ha sido reprobado, sino que ha sido avalado por países como Francia en una búsqueda de mayor estabilidad para el país. La Unión Africana (UA) y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Ecowas, por sus siglas en inglés) ha impuesto duras sanciones a Malí y Guinea, pero todavía no se ha demostrado la eficacia de las medidas. Estos organismos supranacionales esperan empeorar la economía de los países en los que las juntas militares han tomado el poder por la fuerza para que la población se canse, exija que la marcha de los militares y así permanezcan menos tiempo en el poder. Sin embargo, para que esta estrategia tenga éxito tiene que ejecutarse de forma conjunta y, especialmente, ser «firmes», concluye Royo.

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