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Emigración | Los canarios en la octava isla

El retraso en la llegada de las ayudas deja al límite a los isleños en Venezuela

La crisis económica y social obliga al Gobierno regional a duplicar las ayudas pero las demoras complican la actividad de las entidades que atienden a los mayores

Una madre y sus hijos miran por una ventana en la barriada de infraviviendas de Petare en la que la crisis social y económicas de Venezuela se agudiza. Rayner Peña R. /Efe

La Venezuela de hoy no tiene nada que ver con la que vi cuando llegué en el año 1978, está todo desastroso». Así resume Carmelo Hernández, emigrante canario en Caracas, la situación del país en el que reside desde hace más de cuatro décadas y que vive en lo que parece una perpetua tormenta económica. Una crisis que en los últimos cuatro años se ha visto acentuada por una hiperinflación que ha impactado de manera drástica en toda la población y de la que tampoco se han librado los isleños que allí residen y sus descendientes. Una situación que se une a los continuos retrasos en la llegada de las ayudas que entrega el Gobierno de Canarias a los emigrantes y las entidades que se encargan de atenderlos y que las deja en muchas ocasiones con el agua al cuello.

Venezuela se convirtió a lo largo de buena parte del siglo pasado en un refugio para los canarios que buscaban prosperar económicamente y que vieron en el país latinoamericano una alternativa ante las pocas posibilidades que ofrecía el Archipiélago. Durante décadas la emigración isleña a Caracas se mantuvo activa. Pasados los años, muchos volvieron, pero otros no. Se estima que todavía existen 70.000 canarios o descendientes en Venezuela.

Muchos de ellos ya son mayores y tienen una situación económica precaria. Necesitan asistencia domiciliaria, centros de día, acudir a consultorios médicos o residen en casas de acogida porque no tienen familia. Para poder mantener estos servicios, el Gobierno de Canarias tiene diferentes líneas de subvenciones para las entidades que los prestan. Unas ayudas sociales a las asociaciones que se complementan con prestaciones para la atención sanitaria a través de la Fundación España Salud y el reparto de tarjetas para la compra de alimentos y medicamentos.

La crisis económica y social ha obligado a incrementar las ayudas, que casi se han duplicado desde 2019. Sin embargo, el incremento de los fondos en los últimos años no ha sido ninguna panacea para las entidades que se encargan de atender a los emigrantes canarios en Venezuela. Los retrasos que se han producido en la entrega de las subvenciones han dejado al límite a muchas de ellas, que han tenido incluso que suspender algunos de los servicios que prestaban.  

Hernández, que es presidente del Club Archipiélago Canario, insiste en que debido a la demora no han podido desarrollar las actividades que llevaban a cabo en los centros de día y que iban dirigidas a los mayores. «Venían a pasar el día y se les daba el almuerzo», cuenta. Unas iniciativas que además servían como nexo de unión con las Islas. «Viejitos quedan muy pocos, si no vienen a pasar el día en el club no pueden llevar a sus hijos e inculcarles lo nuestro», insiste .

Fernando Pérez, venezolano descendiente de isleños, también se queja de los retrasos en la llegada de las subvenciones. «Estamos a cero, a mitad de año y todavía no sabemos con qué contamos», lamenta. Un desconocimiento que unido a la fluctuación de precios del país hace muy difícil desarrollar cualquier proyecto. «Estamos atados de pies y manos porque no tenemos recursos», sentencia.

Una situación que le duele ya que asegura que estos fondos «son para atender a canarios que han dado tanto por el Archipiélago y que ahora no podamos ofrecerles ni un plato de comida un día a la semana es duro». 

Acción exterior

La Viceconsejería de Acción Exterior del Gobierno de Canarias –el área encargada de gestionar este tipo de subvenciones– reconoce que este año han existido retrasos en la entrega de ciertas ayudas. Así lo indica su responsable Juan Rafael Zamora que lo achaca a diferentes causas como la falta de personal. «Hemos querido dar luz y taquígrafo a la concesión de las ayudas», recalca, para lo que han sacado convocatorias que antes no existían, lo que ha sumado trabajo a los funcionarios del área.

También vincula los retrasos a la demora en la justificación de los fondos entregados en años anteriores por parte de algunas entidades, un requisito que establece la ley de subvenciones públicas. «Algunas han justificado bastante tarde porque han existido problemas sobre todo aquellas que tenían sus cuentas en Canarias», expone. Algo a lo que también se une las dificultades propias de Venezuela en donde son habituales los cortes de luz y los problemas informáticos que puede retrasar la presentación de documentación.

Aún así insiste en que las líneas de ayudas se están tramitando y en un corto espacio de tiempo podrán ser recibidas por las entidades. «Es cierto que hay que mejorar de cara al próximo año, tienen que salir más rápido, pero ellas también tienen que poner de su parte», valora.

Zamora también insiste en que la intención del Gobierno de Canarias es seguir mejorando las cuantías de cara a 2023. «La intención es continuar incrementando las partidas, sobre todo aquellas donde radica la necesidad de nuestra gente en alimentación y salud», expone.

Aunque Zamora reconoce que toda ayuda es poca. «Nosotros podemos colaborar pero no podemos solucionar el problema económico y social que vive Venezuela», lamenta. Una realidad «dura» que «sabemos que están sufriendo mucha gente, canarios y sus descendientes». 

Siglo XIX

El que fuera paraíso para los emigrantes a mitad del siglo XX se ha convertido ahora en un estado en continua crisis. Una crisis que se agrava a partir de 2013 tras el fallecimiento de Hugo Chávez y la llegada al poder de Nicolás Maduro. Desde ese momento han sido habituales las revueltas, las protestas, la inseguridad, la hiperinflación y la escasez de productos de primera necesidad. Una profunda crisis que alcanzó su cénit en 2017 pero que todavía continúa y que ha empujado a muchos canarios y sus descendientes de vuelta al Archipiélago. Sin embargo, este no es un camino que quieran recorrer todos los emigrantes.

«No volvería», admite Carmelo Hernández, que con 60 años y a punto de jubilarse sabe que con la pensión que le quedará –130 bolívares que al cambio se quedan en unos 22 euros– no podría sobrevivir en el Archipiélago. «Tengo a mi madre en Canarias pero no conseguiría trabajo y sin poder trabajar, ¿qué haría para vivir?», se pregunta, «no quiero ir para allá para que me mantengan».

Aunque nació en Caracas, con apenas un año y medio sus padres lo llevaron de vuelta a las Islas donde vivió durante quince años. En 1978 la vida le llevó de nuevo a Venezuela. A lo largo de estos años ha podido ver cómo se iba deteriorando la economía del país. «La clase media no existe y con los costes de la vida no te da ni para comprar», evidencia, ya que hay que tener en cuenta que el salario mínimo y las pensiones están establecidas en 130 bolívares, pero un kilo de pollo cuesta 15 y uno de azúcar 12, por lo que adquirir los productos básicos se hace misión imposible.

Para tratar de paliar esta situación, el Gobierno de Canarias entrega cada mes tarjetas para la compra de medicamentos de las que se benefician 2.460 canarios o descendientes hasta segundo grado. Mientras que otros 3.587 tienen acceso a otra tarjeta para la compra de alimentos.

Tampoco retornaría a Canarias Fernando Pérez, que aunque nació en Venezuela hace ahora 41 años, es hijo de un vecino del municipio tinerfeño de La Guancha, que partió desde el Archipiélago para trabajar. «Aunque suene mal si decidiera marcharme no iría a las Islas sino a otra parte», señala, ya que cree que las oportunidades laborales que podría tener aquí son bastante reducidas.

Sin embargo, no todos consideran que emigrar ha sido la mejor alternativa. «Lo último que recomendaría es ser emigrante. Aunque seas hombre de mundo y tengas dos nacionalidades al final te das cuenta de que en el fondo no tienes ninguna», valora Carmelo Hernández. Sobre si tienen esperanza en que las cosas mejoren en Venezuela afirman que «es lo último que se pierde», pero ven difícil que en los próximos años la situación pueda cambiar.

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