Canarios en el 11-M | «Aquel día yo estaba en Madrid»

Ocho canarios relatan las experiencias que vivieron hace 20 años

La sorpresa, el miedo, la confusión y las mentiras están en la hoja de ruta de una jornada inolvidable

La Comunidad de Madrid inaugura un nuevo espacio en Atocha para homenajear a las víctimas del 11M

Agencia ATLAS

Hace 20 años no había WhatsApp: el sistema de mensajería instantáneo del simbolito verde nació un lustro más tarde. En marzo de 2004 los móviles eran menos inteligentes y más gruesos. Un SMS era el «rey» del chateo y los emojis ya tenían su público en Japón, pero eran unos desconocidos en Europa. A Twitter aún le quedaban más de 24 meses de gestación la mañana del 11M, el día que muchos españoles se despertaron con la llamada de un familiar y una sola pregunta: «¿Estás bien?...». Encontrar una respuesta al otro lado del auricular rebajó el grado de intranquilidad desatado a partir de las noticias relacionadas con los atentados ferroviarios de Madrid, pero no erradicó el sentimiento de vulnerabilidad que se espació de norte a sur y de este a oeste.

La onda expansiva de los ataques, por supuesto, cruzó el Atlántico y llegó a los hogares canarios en los que había alguna conexión con la capital de España: un hijo estudiando en la universidad, una hermana trabajando en una cafetería o un familiar que esos días asistía a una de las múltiples reuniones que se organizan en las oficinas centrales.

Ocho canarios vivieron los sucesos del 11M en el núcleo de la tragedia, muy cerca de la zona en la que casi doscientas personas perdieron la vida y más dedos mil resultaron heridas de distinta gravedad por las explosiones. Antonio Luis Torres, Nayra Moreno, Carla Antonelli, Caco Senante, Yanet Acosta, Javier Sicilia, Olga Cerpa y Alexis W. cuentan qué estaban haciendo aquella mañana y qué sintieron en las horas posteriores a una masacre que cambió el rumbo de España: el político, con la dura derrota del PP en las elecciones del 14M, y el emocional. «Nada fue lo mismo después de aquel día», coinciden en señalar los tinerfeños, grancanarios y un herreño.

Los reyes Felipe VI y Letizia presiden el concierto en memoria de las víctimas del 11m

Video: Agencia Atlas / Foto: EFE

¿Dónde estaban?

Salvo Yanet Acosta, que aunque residía en Madrid la mañana del 11M se encontraba en Barcelona cubriendo una noticia para la agencia Efe, los otros siete protagonistas de este reportaje se encontraban cerca del punto en el que estalló alguna bomba. Carla Antonelli, que residía a menos de dos kilómetros de la estación de Atocha, estaba en chándal y con la bolsa de deportes lista para acudir al gimnasio; Antonio Luis, en medio de una reforma de su casa en Carabanchel y ocupaba un piso prestado; Olga Cerpa recuerda que tuvo una enorme suerte porque su marido solía tomar habitualmente una de las rutas afectadas a la misma hora en la que ocurrieron los sucesos y aquel día, por fortuna, cambió su rutina, y Caco Senante aguardaba la llegada de un amigo con el que iba a viajar a Valladolid para dar una charla sobre derechos de autor en la Universidad.

Nayra, que compaginaba sus estudios de periodismo con un trabajo en el Grupo Prisa, narra que el 11 de marzo de 2004 llegó un poco más tarde al trabajo porque acudió a una oficina de Correos a tramitar el papeleo del voto de las elecciones generales. Javier Sicilia asegura que lo despertó una llamada de su madre para saber si estaba bien y Alexis, también artista, era vecino del barrio de Lavapiés y tomaba un café con leche en un bar cercano mientras ojeaba el periódico. Carla apuró un café antes de entrar al gimnasio. «Ya sabía lo de las explosiones, pero me fui al gimnasio como un autómata... Luego, cuando llevaba 15 o 20 minutos, me pregunté qué hago yo aquí y regresé a casa. ¡Estaba en shock!».

«En las miradas de la gente que tenías al lado se leía: me podía haber tocado a mí»

Antonio Luis Torres

— Ingeniero

Antonio Luis Torres, que se había instalado en Madrid años antes de marzo de 2004, esperaba la llegada de la vecina que se iba a quedar con su hijo antes de acudir a la oficina. «El 11M faltó mucha gente a trabajar», añade casi al mismo tiempo que ratifica que fue una mañana en la que estuvimos pegados al televisor y a la radio. Ya en la sede central de la Cadena Ser, Nayra dice que subió a la octava planta en la que Iñaki Gabilondo se dirigía a todo el país. «Yo trabajaba en el área de publicidad y aquel día fue un caos... Se caían las cuñas porque todo era información y no había manera de elaborar una escaleta... Al final, se renegociaron los contratos porque la actualidad se lo comió todo».

Yanet Acosta, todavía en Barcelona, apunta que nada de lo que estaba programado para la mañana del 11 de marzo «tenía sentido ya» y empezaron a trabajar en otros cometidos conectados con los atentados: la prioridad era retornar enseguida a Madrid, pero antes hizo un par de llamadas. «Hablé con mis padres para explicarles donde estaba y creo que los tranquilicé. También contacté con unos amigos de Madrid, porque no sabía nada de ellos». Alexis W. estuvo un buen rato mirando en silencio la televisión en el bar en el que estaba desayunando y pensó en dar una vuelta por Atocha para ver un poco más cerca lo que estaba ocurriendo, pero no lo hizo y se encerró en su apartamento. En el suyo decidió quedarse Javier Sicilia a la espera de saber algo más. «Mi compañero tenía una entrevista de trabajo en la zona alta de Castellana, pero no fue», rescata de una jornada inundada de bulos. «Entre los vecinos se comentaba que había otras amenazas de bomba en Serrano y en los alrededores», añade un isleño que estaba domiciliado en la calle de la Reina número 39.

Pegados a la televisión

Carla Antonelli, colaboradora del Diario Digital Transexual, tras abortar su sesión en el gym, encendió el ordenador y, según ella, decidió informar para contrarrestar la desinformación oficial. «Las conexiones se cayeron y las que quedaron en pie eran muy lentas... Tuve que subir los documentos FTP uno a uno y aquella tarea se hizo eterna». Al cantante Caco Senante lo llamaron varias emisoras canarias para que describiera lo que estaba sintiendo y él se dejó guiar por el primer impulso. «Yo asocié lo que acababa de suceder con ETA porque era lo que nos contaban –Yanet incorpora en su testimonio que la declaración de Otegui en una televisión alemana en la que desterraba de la matanza a sus compañeros de lucha empezó a abrir los ojos a muchas personas– y me equivoqué», admite el autor de la canción que logró que una gaviota sobrevolara como si nada la capital de España.

«Había unas ganas tremendas de hablar con la persona que tenías a tu lado»

Yanet Acosta

— Periodista

La confusión inicial

Caco no fue el único que apuntó a ETA en la línea de salida de los atentados: el comunicado que leyó del Lendakari Ibarretxe justo antes de la miedosa aparición de Otegui, en el que cargaba contra los asesinos vascos, se convirtió en el mejor aliado del ejecutivo de Aznar cuando cesaron las explosiones [aún no había rastro de la furgoneta blanca de Alcalá de Henares] y, durante unas horas, se escondieron las pistas sobre la autoría de terroristas islámicos.

«La ciudadanía le dejó claro a la clase política que no quería mentiras: nos engañaron»

Caco Senante

— Cantante

«Nos estaban metiendo lo ocurrido con calzador», expresa el ingeniero grancanario Antonio Luis. En los primeros SMS, recuerda, estaba escrita la palabra ETA, pero había algo que no encajaba. Caco y un porcentaje de españoles eran conscientes al mediodía del 11M que los acontecimientos no se estaban relatando conforme a lo ocurrido y el clima de indignación empezó a estallar en las aceras. «Nos mintieron, nos engañaron varias veces...». A Sicilia le costó un poco más encontrar un punto de anclaje desde el que impulsar una opinión sobre lo que había sucedido en las estaciones de tren. «Recibí un montón de SMS de amigos que apuntaban en las dos direcciones: para unos había sido ETA, otros ya empezaban a valorar el hecho de que los islamistas habían completado con éxito su venganza». Olga Cerpa, al igual que Alexis W., pone el foco sobre la manipulación política que se hizo del drama por el que estaban pasando un sinfín de familias. Aún quedaban unas cuantas horas para el nacimiento del «¡Pásalo!». Sí. El SMS viral en el que ya se apuntaba directamente a Aznar como posible inductor de una maniobra de distracción que se rasgó en las horas previas a la cita electoral que medía la pegada de Rajoy (PP) y Zapatero (PSOE). «¿Aznar de rositas?», replicaron millones de españoles a través de sus móviles.

Silencio e indignación

Primero llegó el miedo, a continuación la confusión y, más tarde, un extraño silencio: Madrid enmudeció el 11M. Así lo recuerdan los ocho canarios que vivieron en directo el atentado más salvaje registrado en España. «Cuando llegué a la ciudad al día siguiente sentí miradas de comprensión», confiesa Acosta en una breve crónica sobre el estado anímico y el pulso que encontró en su vuelta a «casa». La periodista de la Isla Baja (Tenerife) apuntala su idea con otra frase definitiva: «Había unas ganas tremendas de hablar con la persona que tenías a tu lado en el transporte público o con la que compartías la barra de un bar para tomar el café de la mañana».

La mudez fue el punto de partida que usó la grancanaria Olga Cerpa para describir lo que estaba sucediendo: «Nos quedamos en blanco, hipnotizados por la brutalidad de lo que estábamos viendo», expresa la artista afincada en la gran urbe desde hace décadas. «Aquel silencio duró días». Casi un calco de esta apreciación coincide con la interpretación que Manuel Luis hace del luto que se instaló en el epicentro del país antes de regarse en todas las direcciones. «En las miradas de la gente que tenías a tu lado se leía: me podía haber tocado a mí». Para el creador herreño Alexis W. los mortíferos acontecimientos que se encadenaron en las primeras horas de 11M [los ataques del 11S en la ciudad de Nueva York también se precipitaron en pleno desayuno] transformaron la cara de Madrid: «El silencio y una extraña tensión cambiaron el paisaje sonoro de la ciudad».

«El miedo a que volviera a pasar hizo que no usara el metro durante más de un mes»

Carla Antonelli

— Activista y política

La atmósfera anestésica que envió a los madrileños la sintió Nayra cuando acabó de tramitar su voto por correo. «Veías la tristeza en las caras de la gente con la que te cruzabas en la calle, pero las palabras no aparecían... La ciudad se colapsó y desde el principio, en la versión oficial, había algo que no encajaba». Nadie era consciente del calado real que tenía aquella situación, aporta Caco, porque «nadie podía imaginar que una acción tan terrible estuviera pasando cerca de nuestras casas. Todos intuíamos que algún día nos iban a golpear por las cosas que se hicieron en el pasado, pero fue algo tremendo».

En este punto, el lagunero Javier Sicilia incorpora otra de las claves de este asunto: «Cuando los políticos de un país hacen cosas malas que afectan a los ciudadanos de otros países lo normal es que te la devuelvan», sentencia sin mencionar la famosa foto de las Azores [Tony Blair, George W. Bush y José María Aznar] con la que Reino Unido, Estados Unidos y España certificaron una alianza bélica dirigida a la localización de armas de destrucción masiva en suelo iraquí. Desmontar la trama vasca ideada por la cúpula del PP estaba a tiro de piedra.

El engaño político

No solo los ocho protagonistas de esta información, sino varios millones de españoles se sintieron engañados por la gestión del 11M. Sobre todo, en las primeras horas de la tarde cuando ya se conocía el traslado de un coche sospechoso con explosivos y unas citas del Corán a una cochera del Cuerpo Nacional de Policía. La indignación maduró aún más con la primera comparecencia del ministro Acebes, que no se apartó ni un milímetro de la tesis de que los autores de los asesinatos habían sido pistoleros etarras, y cuando por la noche compareció Aznar. El líder del PP y aun presidente del Gobierno se mantuvo en la tesis oficialista y la población se fue a dormir aquel 11M con la sensación de que no le estaban contando la verdad, de que le metían un gol por toda la escuadra. «Creo que lo ocurrido afectó a toda la política y a la percepción de la ciudadanía de su propio poder».

«La ciudad se colapsó y desde el principio en la versión oficial había algo que no encajaba»

Nayra Moreno

— Periodista

Algo ya se estaba transformando en una sociedad que calentaba motores en vísperas de una gran movilización. «A medida que despertamos del golpe, y en medio de un contexto electoral, los aspirantes a llevar las riendas de la patria fueron politizando de una forma interesada el asunto», critica Alexis W. en una fase de la conversación en la que deja claro que «la temperatura en la calle iba en aumento». Los isleños que se movían a diario por el callejero en el que estallaron las mochilas-bombas que los yihadistas dejaron en los vagones tienen claro que las partes jugaron sus cartas: los populares, en una franja expuesta a recibir la mayoría de los golpes y los socialistas, agazapados en una segunda línea mientras llegaba el siguiente movimiento de su rival como si todo esto fuera una partida de ajedrez, pero con la diferencia de que las piezas no eran negras y blancas, sino azules y rojas. La semilla de la gran manifestación ya estaba plantada. Nadie pudo desactivar el sentimiento de rabia que ya dominaba a los españoles. «Los atentados nos enseñaron a pedir la verdad, aunque sea cruda, dura y fea», enumera Olga Cerpa.

La manifestación

Antonio Luis y su pareja no fueron a la macromanifestación express convocada para el 12 de marzo porque tuvieron que quedarse con su hijo [tenía un año y poco], no porque no estuvieran convencidos de que era necesario salir a la calle a pedir explicaciones. La guerra de los SMS estaba declarada y todo se aceleró en un abrir y cerrar de ojos con el siguiente texto: «¿Aznar de rositas? ¿Le llaman jornada de reflexión y Urdaci trabaja? Hoy 13M, a las 18 h. sede PP C/Génova, 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!». Entonces el sistema SMS no permitía escribir más de 160 caracteres y había que economizar el mensaje. Nayra Moreno acudió a la convocatoria y encontró un hueco en la parte media, pero enseguida captó que el ambiente estaba bastante enfurecido y que algunos simpatizantes de extrema derecha actuaban con unos comportamientos intimidatorios y optó por abandonar la marcha.

«Los atentados nos enseñaron a pedir la verdad, aunque sea cruda, dura y fea»

Olga Cerpa

— Cantante

Esa misma tensión la captó Carla Antonelli aquella tarde y las semanas posteriores a la derrota de Rajoy en las urnas. «Pilar Majón tuvo que soportar en la cola del supermercado que un descerebrado le dijera que por culpa del hijo de esta hija de puta hemos perdido las elecciones». Más de lo mismo se encontró Yanet cuando el convencimiento de que todo giraba en torno a un complot se asentó entre los madrileños: «Se dio un caso interesante de comunicación alternativa a la oficial a partir de las cadenas de mensajes de SMS a través de las que se expresaba la decepción y la frustración de la población. Se produjeron manifestaciones espontáneas y mucha gente de diferentes edades se paraba indignada a hablar del tema con otras personas. La calle hervía la noche antes de las elecciones», argumenta una comunicadora especializada en gastronomía.

Alexis W., ahora residiendo en la que fuera Isla del Meridiano, comprobó que los días grises y fríos son compatibles con las calderas sociales que crecen de manera desmedida cuando alguien no dice la verdad: «Había una extraña mezcla de tristeza y rabia que iba elevando el volumen a medida que se acercaba el momento de depositar el voto en las urnas». Ese click cambió el rumbo de lo que parecía un paseo electoral del principal partido de derecha en España. «Rajoy lo tenía hecho», incorpora Caco Senante, «nadie esperaba nada de Zapatero, pero los atentados y lo que pasó en la manifestación alteró el mapa en el Congreso de los Diputados. La ciudadanía le dejó claro a la clase política que no quería mentiras: nos engañaron y lo pagaron caro».

Las elecciones

Las perdió el PP por la gestión que lideró Aznar en sus últimas horas en Moncloa. Eso sí, la gente ya venía calentita. Lo que pasaba en Irak tenía a la población mosqueada, avanza Antonio Luis en un análisis muy parecido al de Yanet: «Las semanas anteriores a los atentados se organizaron manifestaciones contra la guerra de Irak. Madrid estaba en tensión y subyacía el temor a que pudiera pasar algo por meternos donde nadie nos había llamado, aunque nunca imaginamos que fuera de esta magnitud». Para Javier Sicilia, el 14M abrió los ojos a muchos ciudadanos, porque «el Gobierno les había mentido en su cara y, en mi caso, debo confesar que me sentí decepcionado durante mucho tiempo».

«El silencio y una extraña tensión cambiaron el paisaje sonoro de la ciudad»

ALexis W.

— Artista

Pasó lo que muchos quisieron que pasara, reivindican los canarios como en medio de un marasmo de votos incontrolado. «Sentía que la izquierda tenía que movilizarse y la conciencia de ir a votar era grande», abandera Alexis W. aportando algún detalle sobre el trayecto que hizo en taxi hasta el distrito centro para ejercer su derecho en una jornada que él adjetivó como «maravillosa». Nayra, que recuerden había dejado sus papeletas en manos de los funcionarios de Correos, considera que aquel domingo de mitad de marzo se empezó a desquebrajar un bipartidismo [fue el germen de la entrada en juego de variantes como Podemos, Ciudadanos y, mucho más tarde, Vox] que dos décadas después está recuperando todo su potencial. Carla, por supuesto, no esperaba de aquel 14M otra cosa que no fuera una victoria del partido en el que militó durante años mano a mano con el tinerfeño Pedro Zerolo.

Lecciones del 11M

La principal conclusión de la Comisión de Investigación de los Atentados del 11M, que presidió el tinerfeño Paulino Rivero, dejó en evidencia que los terroristas pillaron con la guardia baja a los equipos policiales. Es decir, que ocurrió algo parecido a lo que pasó el 11S en el distrito financiero neoyorquino. Los quince integrantes de las formaciones políticas con representación en el Congreso de los Diputados trasladaron a Interior en su informe que había que mejorar los cordones de seguridad para prevenir embestidas terroristas de esta dimensión. «Todos esperamos que algo de esta naturaleza sea útil para que Interior tenga mejor controladas las posibles amenazas», reivindica Sicilia en una de las últimas estaciones de un recordatorio al que Manuel Luis incorpora un hecho que no deja de ser curioso: «Un tiempo después del 11M iba en un tren en el que se dio una acción muy curiosa.

«Aquellos días convirtieron a la postverdad en la palabra de moda»

Javier Sicilia

— Artista

Había una mochila que viajaba sola [no había nadie a su alrededor] y unos pasajeros alertaron de esta incidencia. Todo quedó resuelto cuando el conductor entró en el coche, cogió el bulto y se lo llevó como si no pasara nada». Y es que en los días más duros de esta crisis hubo muchos peatones que se negaron a bajar al subterráneo o a pisar un andén. El caso de Antonelli fue el de muchos madrileños a los que les costó volver a desplazarse sobre raíles. «¿Cuántas veces bajé y subí las escaleras de Atocha antes de que se desencadenara el horror?», se cuestiona la güimarera sin poder reprimirse para contar que «el miedo a que volviera a pasar hizo que no usara el metro durante un mes».

La baja catadura moral de los seres humanos para generar miedo y dañar todo lo que se le ponga por delante fue una de las lecciones de los ataques que más impactó a Caco Senante. «Esa maldad es la que en estos momentos está exterminando a miles de personas en Gaza», compara el cantante. «Somos una especie peligrosa para el planeta y para el resto de los humanos; los atentados de Madrid verificaron que cuando queremos llevar la violencia a los extremos somos capaces de generar mucho dolor», algo que a juicio de Alexis W. roza el sadismo. «Además de la bajeza de los políticos que traficaron con el dolor, son estas fechas que quedan para la historia cuando la crueldad llega a niveles desproporcionados», concluye Alexis.