Nauzet Afonso, el diseñador en el que por segundo año consecutivo ha confiado Mc Donald´s y el periódico LA PROVINCIA para llevar a la joven Carla Hernández Negrín al concurso de Reina del Carnaval, salta como un resorte de la risa a la seriedad en cuanto el fotógrafo le pide mirar a cámara en su particular oficina, en la que una imagen de la pintora mejicana Frida Kahlo, un microondas y un espejo de camerino de teatro lleno de bombillas ponen el lado kitsch al espacio de trabajo. Imposible sacarle una sonrisa bajo el bigote, que si le dejaran a su libre albedrío tendería a ser mostacho de D'Artagnan, Athos, Porthos o Aramis. Y eso que se le arrimó un maniquí vestido con noticas caducadas para que se sintiera como en casa. "Manías de chico", reconoce el artista, que sigue sin dejarnos ver esa separación entre las palas que personalizan su mirada. Sin embargo, el joven diseñador tiene motivos para estar contento. Más de 15 premios le avalan en el Carnaval desde que se estrenó en el año 2007. Los últimos en la pasada edición al conseguir el título de primera dama con una fantasía muy atrevida, titulada No lo olvides nunca, y el tercer premio en el concurso de maquillaje corporal con una medusa motorizada que respondía al nombre de Peligrosa belleza.

En esta edición de las carnestolendas se acaba de estrenar en el concurso de la Gran Dama. Su abuela materna Soledad Rodríguez Clavijo se alzó con el puesto de tercera Gran Dama con la fantasía La madre de mi vida - un homenaje a su madre y a su abuela- patrocinado también por las empresas que le acompañan en la aventura de la Reina del Carnaval de La eterna primavera. Y todo ello sin llegar aún a la treintena.

Pero ¿cómo se trabaja para este reto tras haber rozado las mieles del éxito? Nauzet Afonso, nacido en Jinámar, confiesa que hay que "pasar página" porque apenas queda tiempo para la gala de la Reina -se celebrará el próximo día 24- y hay que trabajar "a destajo", pero el éxito cosechado hace que se lleve "con más alegría". Sin duda alguna esa es la clave del desliz de Nauzet, que regala, por fin, una sonrisa a la cámara y, por ende, al lector.

Son días de ajetreo en el taller del artista, que gana mucho en las distancias cortas, después de que las ideas que han circulado por su cabeza durante meses estén ya a punto de mimetizarse con Carla Hernández Negrín, a quien conoció hace quince años en el Sur ensayando una escala en Hi-Fi cuando era amiga de una prima suya y, tiempo después, la reencontró de mayor en Pachá, donde lleva el estilismo de la discoteca. La joven será la encargada de ponerle vida a Cien años para agradecerlo. Una propuesta que el propio Nauzet le llevo a su casa vestido de rey mago.

El diseñador no suelta, sin embargo, prenda sobre lo que presentará la noche en la que la ciudad tendrá nueva reina, pero augura jugárselo a una carta. "Nauzet Afonso otra cosa no será pero es innovador, distinto; en todos los sentidos. Tanto en mi vida profesional como personal. Si el año pasado la fantasía llamó la atención, este año más", dice dejando que la cadencia de la 's' se disperse en la atmósfera de su oficina ecléctica. Y sentencia: "¡Va a ser peor!".

La amenaza se diluye al instante en una risa picarona para retomar con seriedad un discurso en el que, de momento, arriesga verbalmente. "O gano o me quedo último; lo tengo muy claro. O salgo a ese escenario y nos llevamos los tres doce de las mesas del jurado o no nos llevamos ni un punto. O lo entienden o no. No es un traje convencional, es un traje atemporal", zanja como si de un órdago al poker se tratara.

No ha sido nada fácil llegar a ese punto de convicción y de vehemencia. "Esto no es soplar y hacer botellas", asegura con una carcajada por el símil que acaba de hacer sin darse cuenta. Pero tiene sentido lo que dice Nauzet; especialmente para los profanos del Carnaval que piensan que crear una fantasía es hilar pluma y lentejuela; y otra pluma y lentejuela; y otra, y otra, hasta agotar la estructura que envuelve a la candidata, cual perla dentro de una concha. Nada más incierto. Cada pieza que coloca el artista tiene su razón de ser. Mucho antes incluso de que la silicona haga el contacto.

Las hadas de la inspiración para Cien años para agradecerlo le han llegado a Nauzet con "películas de Disney, el mar, conciertos, teatro, viajes". Una coctelera de vivencias y emociones que ha hilado con lo que transmite para él la fiesta. "Si un traje no tiene la esencia del Carnaval no debe ganar", sentencia Nauzet, que se la vuelve a jugar entre los entendidos de las carnestolendas porque aquí, como en el fútbol, todo el mundo tiene opinión juegue o no al balón. Respira hondo y suelta: "La esencia del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria es una sonrisa permanente. Para vivir el Carnaval tienes que sonreír, vivirlo y gustarte. La gente cree que es salir a la calle y divertirse, pero hay una industria enorme detrás: los diseñadores, los coreógrafos, el turismo".

El diseñador muestra su generosidad con los que no le gusta la fiesta: "La gente busca motivos para enfadarse". Pero se muestra tajante con los que juzgan sin criterio a los artistas, en referencia a los comentarios que ha desatado el cartel diseñado por el pintor Pepe Dámaso para las carnestolendas tinerfeñas que vuelca en otros aspectos de la fiesta. "Creo que la gente se queja por cultura, tradición; están a la espera de que salga algo para criticar".

No hay mucho tiempo para la entrevista, durante la cual Nauzet expande sus brazos sobre la mesa como si quisiera pillar de repente el bloc donde se transcriben sus palabras y comenzar a rellenarlo como hace por la noche, y hay que hablar de la complicidad del artista con su pareja de baile: Carla. "Tiene que haber complicidad al 90% porque la tienes que vestir, desvestir". Pero también por una razón de peso. "Cada diseñador hace un traje para la persona elegida. No lo podría llevar otra". Y se atreve a comparar a sus dos candidatas patrocinadas por Mc Donald's y LA PROVINCIA. "Virginia era toda elegancia, magia, volátil; y Carla no, es fuerza, pasión. La gente puede pensar que a los diseñadores se nos va la pinza. Pero, de hecho, estoy loco", confiesa con una risa desbocada.

Con esa demencia transitoria de artista, que ha trabajado para eventos en el Cuyás y en el Galdós; entre otros, solo da una pista sobre la fantasía. Y se refiere al título: "¿Quién no tiene que agradecer algo? A mi me van a faltar años para agradecer el que hayan confiado en mi sin ser nadie, sin ser un nombre conocido en la gala de la Reina". Y esos agradecimientos los extiende también a su familia. "No me veo sin ellos; me han propuesto irme fuera, a Valencia, Ibiza, y no me he ido. Parece una tontería pero no lo es. Necesito notarlos, son mi ancla", dice este hombretón vuelto niño de repente y que quiere ser "profeta en mi tierra".