A Coruña, entre fogones y mar

La ciudad gallega, conectada con Gran Canaria por Binter, muestra su mejor cara en sus plazas, paseos, su buena gastronomía y la majestuosidad de un faro de 2.000 años

Las galerías de La Marina son una imagen icónica de A Coruña.

Las galerías de La Marina son una imagen icónica de A Coruña. / Con Estilo

Las Palmas de Gran Canaria y A Coruña siempre han tenido un punto de encuentro. Bien sabida es la relación íntima que mantuvieron sus escritores más ilustres, Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán. Por no decir que el pirata inglés Francis Drake atacó —sin éxito— ambas ciudades a finales del siglo XVI.

Bañadas por el Atlántico, ese del que en sus inicios ambas, una vez más, recelaron y vivieron a su espalda, hoy están conectadas por vía aérea con Binter, que ofrece tres vuelos semanales. Si hay un punto que puede decirse que es el corazón de A Coruña, ese es, sin lugar a dudas, la plaza de María Pita. Un espacio que rinde homenaje a su heroína, por liderar la lucha de las mujeres contra los ingleses en el ataque de Drake en 1589.

El majestuoso ayuntamiento preside el coso; obra del arquitecto Pedro Mariño, ha sido protagonista de la historia reciente de España, especialmente en los últimos coletazos de la dictadura y los inicios de la transición. En una de sus esquinas, con trasera a las icónicas galerías de La Marina y el puerto, el restaurante La Penela es célebre por su tortilla betanceira. Y es que A Coruña y Galicia son sinónimos de gastronomía.

Tanto del buen producto fresco del mar, presente en el mercado de la plaza de Lugo cada mañana, como en restaurantes innovadores como Árbore da Veira, con una estrella Michelin. Tampoco hay que dejar de pasar por el quiosco de la plaza de Ourense, famoso por sus bocadillos de calamares. A Coruña es ciudad de mar. Sus playas están flanqueadas por el paseo marítimo más largo de Europa. Un recorrido cuyo totem y vigía es la Torre de Hércules.

Visita al museo de Pablo Picasso

El faro más antiguo del mundo en funcionamiento, Patrimonio de la Humanidad desde 2009, fue construido por los romanos allá por el siglo I después de Cristo. Para salvar sus 55 metros de altura hay que subir unos cuantos —muchos— escalones, pero la vista de la costa gallega desde las alturas bien vale la pena. El arte de la ciudad se refleja en los edificios modernistas que flaquean la plaza de Lugo —especial atención a los ojos de la fachada del número 22—. Aunque si hay alguien a quien destacar en el plano artístico, ese es Pablo Picasso. El pintor universal, natural de Málaga, vivió en la calle Payo Gómez durante cuatro años siendo un niño que ya apuntaba maneras. Hoy su casa es un museo.