La preocupación de Eco por la competencia de los lectores de sus obras no es nueva. Como ensayista ha escrito varios tratados que se pueden enmarcar en la denominada teoría de la recepción, que pone el énfasis en la actuación del lector sobre el material textual para producir sentido. En las conferencias Tanner, dictadas en 1990 y recogidas en el volumen Interpretación y sobreinterpretación (Cambridge University Press), Eco se refiere a varias interpretaciones que había suscitado El nombre de la rosa en lectores más o menos distinguidos.

Si bien Eco entiende que la intención del autor es irrelevante a la hora de esclarecer el sentido de una obra, en ese caso, "como experimento de laboratorio", accedió a enjuiciar algunas interpretaciones que él, cuando escribió la obra, no había previsto. "He leído fuentes que me eran del todo desconocidas y me ha gustado que alguien creyera que las estaba citando de modo erudito. He leído análisis críticos en los que el intérprete descubría influencias de las que no era consciente al escribir, aunque había leído esos libros de joven y comprendo que estaba inconscientemente influido por ellos", llega a afirmar. El anuncio de Eco ha suscitado dudas y desconfianzas. Algunos han querido ver en ello una jugada editorial de un autor que, treinta años después, busca el rebrote de su mayor éxito literario. Sea como fuere, la preocupación de Eco por el lector es una constante en su trabajo como novelista y ensayista. Precisamente comienza las conferencias Tanner citando el título de la famosa obra de Castellet: La hora del lector.