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Roald Dahl, ja, ja, ja

Para celebrar el centenario del nacimiento del autor de 'Matilda', proponemos la lectura de sus cuentos completos para reírnos y recordarlo

No hay en las universidades inglesas, ni en las españolas que yo sepa, cátedras del humor, como tampoco las hay del malhumor o el humor de perros. No cabe interpretar tales vacíos como ausencias casuales, sino que son indicios de la torpe limitación habitual de nuestros horizontes académicos. No obstante, el humor forma parte de la actividad esencial y exclusiva del ser humano, al igual que el pensamiento. Pero son pocos los que podrían sentar cátedra sobre este campo. Como dijo el escritor Ramón Gómez de la Serna: "Definir el humorismo en breves palabras, cuando es el antídoto de lo más diverso, cuando es la restitución de todos los géneros a su razón de vivir, es de lo más difícil del mundo".

Según Sigmund Freud, que todo lo sabía y al que nada se le escapaba, el humor ahorra al hombre un gasto de energía psíquica. Si hay un autor que nos ha hecho ahorrar energía psíquica, y de qué manera, ese es sin duda el escritor inglés Roald Dahl, de quien el próximo 13 de septiembre se cumple cien años de su nacimiento, ocasión que la editorial Alfaguara ha aprovechado para sacar la edición definitiva de sus Cuentos completos, que incluye los relatos hasta ahora inéditos en castellano Sólo esto, No llegarán a viejos, El ayer fue hermoso, Alguien como tú, Muerte de un hombre muy, muy viejo, Madame Rosette, Oh, dulce misterio de la vida y El librero, este último publicado recientemente por Nórdica Libros, con ilustraciones de Federico Delicado.

Si bien en España Dahl tiene una mayor presencia como autor de literatura infantil y juvenil, género que cultivó a lo largo de toda su vida (Matilda, Danny, campeón del mundo, Charlie y la fábrica de chocolate, El gran gigante bonachón, Las brujas, Los cretinos), sus cuentos, que el propio autor reunió en varios libros, entre ellos Tales of the Unexpected (Relatos de lo inesperado) que encierra el mejor hacer de Dahl, y que Anagrama publicó en una fecha tan próxima como 1993 (hay reedición en 2016), son su mejor carta de presentación, como lo era para otro genial cuentista inglés, Hector Hugh Munro, más conocido por el seudónimo de Saki, muerto el mismo año que nació Dahl. Tal vez fuera una coincidencia, tal vez fuera parte de algo más grande. Una reencarnación para seguir creando o inventando historias originales y divertidas.

¿Y por qué no? En el cuento titulado Edward el Conquistador, Dahl narra un curiosísimo caso de reencarnación en el que el espíritu de Liszt se introduce en el cuerpo de un gato. El espacio acotado de sus cuentos es el de una clase media empobrecida, aunque el gigante galés (Dahl medía casi dos metros) incursiona a veces en ambientes marginales, manteniendo el esquema básico de la expectativa frustrada de los personajes. Así ocurre, por ejemplo, en Cordero asado, donde una mujer asesina a su marido y sale airosa de las pesquisas policiales gracias a que los propios agentes destruyen, sin saberlo, el arma homicida que da título al relato. Uno de los episodios de la serie de televisión Alfred Hitchcock presenta está basado en esta historia, que a su vez inspiró a Pedro Almodóvar la secuencia del asesinato de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

En sus cuentos se percibe una constante argumental cíclica: el examen mordaz de un entorno social y humano que ratifica la certidumbre del fracaso de cualquier empeño. Galloping Foxley, posiblemente el mejor de todos los relatos, sirve a Dahl para hacer una cruel caricatura de la pobreza de espíritu de un hombre de costumbres y vida ultraconservadoras. En Placer de clérigo ridiculiza el espíritu lucrativo de quien se tiene por un avispado comerciante de antigüedades y que basa su negocio en el engaño y la estafa sistemática. En La señora Bixby y el abrigo del coronel, Dahl recupera el tema de la infidelidad conyugal presente en muchos de sus cuentos. La protagonista no puede justificar ante su marido el regalo de despedida con que su viejo amante la ha obsequiado y urde una historia rocambolesca para poder que quedárselo pese a todo. A veces, sólo a veces el humor prima sobre la tragedia.

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