Los tropiezos, inquietudes y vivencias de la etapa universitaria fueron los ingredientes con que un grupo de directoras noveles cocinó su trabajo de fin de grado en Comunicación Audiovisual en la Pompeu i Fabrá de Barcelona. El resultado se tituló Las amigas de Ágata y no sólo supuso el debut cinematográfico de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, sino que ha suscitado elogios en festivales y salas nacionales por su honestidad y su frescura.

El largometraje inauguró ayer la 14º edición de la Muestra de cine Iberoamericano Ibértigo 2016, que celebra con carácter anual la Asociación de cine Vértigo y que contó con la presencia de dos de las cuatro realizadoras, Alba Cros y Marta Verheyen. Ambas presentaron este proyecto, tutorizado por el profesor y crítico Gonzalo de Lucas y apadrinado por los cineastas Isaki Lacuesta (Los pasos dobles) y Elias León Siminiani (Mapa), que se financió con un presupuesto de 3.000 euros a través de una campaña de crowdfunding.

Las actrices Elena Martín, Carla Linares, Marta Cañas y Victòria Serra protagonizan esta trama escrita y filmada a ocho manos, que se nutre de las propias experiencias de sus autoras y proyecta en el rostro de sus álter ego el proceso de extrañamiento, cambios y búsqueda que entrañan los años de universidad. El foco de la narración alumbra el cisma que se abre entre una vida que queda atrás y una etapa que comienza, que se materializa en el enfriamiento en el círculo de amigas de la infancia.

"Quisimos aprovechar ese año entero, dedicado al trabajo final, para desarrollar un proyecto entre las cuatro y que fuese muy de las cuatro", reveló ayer Marta Verheyen. "Cuando empezamos a pensar en ideas coincidimos en que a todas nos había pasado que, al empezar la universidad, se produjoun distanciamiento con los amigos de la infancia", explica. "A partir de ahí, empezamos a tejer la trama, que se resuelve en un viaje final a la Costa Brava para afrontar esa brecha, pero que se centra en el viaje interno de su protagonista, Ágata".

La realizadora apunta que, aunque se trate de un planteamiento coral, "teníamos que localizar la historia en una de las cuatro amigas. Y desde los ensayos tuvimos claro que la película tenía que pasar por el rostro de Ágata, a quien interpreta Elena Martín, y que transmitía mucho en escena". El rodaje contó con dos cámaras, de las que "una está encima de Ágata todo el tiempo y la otra filma al resto de los personajes".

En este sentido, en el metraje predominan los primeros planos, que recogen en las expresiones y miradas los conflictos y complicidades que revisten todas las relaciones personales. "No sólo hay muchos primeros planos, sino que muchas escenas están montadas en fuera de campo, es decir, cuando alguien está hablando no lo vemos, sino que vemos la reacción de las chicas. Para nosotras no era tan importante lo que estaba pasando sino lo que están pensando y sintiendo los personajes", apunta la realizadora. Esta apuesta estilística funciona gracias a la franqueza y la naturalidad de las actrices en la cinta. "Por eso, la película tiene mucha verdad y mucha improvisación", apunta Verheyen. "Las actrices no se conocían, así que la amistad que se forja en la pantalla es muy real. Sus dinámicas, sus gestos y sus movimientos son muy naturales y nosotras quisimos propiciar que se desprendiera esa realidad".

Con respecto al rodaje y montaje a cuatro, Verheyen señala que "las cuatro nos entendimos muy bien, confiábamos mucha en la otra y nos apetecía mucho trabajar juntas". "Además, no teníamos ningún tipo de presión porque nadie nos estaba exigiendo nada y tampoco no nos importaba tanto la nota final como aprender y experimentar. Y en cuanto a su acogida, aseguran sentirse aún "muy sorprendidas". "Para nosotras, salir de la universidad con esto y que haya gustado tanto, más allá del círculo de amigos y tutores, es muy bonito. Sobre todo, porque ves que la gente empatiza y entiende la historia", asegura.