El gran benefactor

Con la muerte de Roger Corman resurge la controversia sobre una de las figuras más influyentes y prolíficas del ‘Nuevo Hollywood’

Roger Corman, tras dejar las huellas de sus manos en el VI Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria..

Roger Corman, tras dejar las huellas de sus manos en el VI Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.. / Claudio Utrera

Claudio Utrera

Claudio Utrera

La reciente desaparición a la provecta edad de 98 años del director, productor, guionista, actor y gran benefactor del cine independiente estadounidense Roger Corman (Detroit, 1926/Santa Mónica, 2024) pone nuevamente en solfa el papel real que desempeñó este peculiar rey Midas del cine indie en la ruptura de los oxidados cánones impuestos por las grandes compañías de Hollywood desde sus tiempos fundacionales, especialmente en el plano de la producción, donde participó en muchos de los proyectos más bizarros y arriesgados de los años sesenta a través de los míticos estudios de la American International Pictures, fundados en 1954 por dos figuras legendarias: Samuel Z. Arkoff y James H. Nicholson –padre del actor– que, junto a Corman, ofrecieron una nueva y revolucionaria mirada sobre el género fantástico que creó escuela, como también lo hizo, en la década de los años treinta, la Universal o la británica Hammer, en los cincuenta.

Corman fue, en los términos empleados por Gregorio Belinchon en su reciente obituario sobre el cineasta publicado en El País, «mucho más que un cineasta» pues la enorme influencia que ejerció entre sus jóvenes colegas, no sólo en el ámbito de los directores (Martin Scorsese, Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola, Monte Hellman, Jonathan Demme, George Lucas, Irving Kershner, Joe Dante…), sino en el plano de los intérpretes (Robert de Niro, Vincent Price, Jack Nicholson, Charles Bronson, Debra Paget, Peter Fonda, Bruce Dern, William Shatner, Peter Lorre, Shelley Winters…), contribuyó a mostrar una nueva mirada sobre un género, el fantástico, desde presupuestos técnicos y formales muy precarios pero inspirados con frecuencia en sólidas bases literarias.

Entre sus más de cien películas dirigidas y/o producidas desde su debut en 1955 con Cinco pistolas, Apache Woman y La Sheriff de Oracle, tres westerns de escaso calibre donde ya se podía percibir su tendencia futura a trabajar con presupuestos muy escasos, Corman ha tocado casi todos los palos en el mundo del cine, destacando especialmente por su innato talento para el manejo inteligente de los resortes del fantastic.

En 1960, y de la mano del gran guionista y escritor de ciencia ficción Richard Matheson, Corman lleva por vez primera a la pantalla a Edgar Alan Poe en lo que, con el paso del tiempo, se convertiría en un largo y memorable ciclo de adaptaciones sobre la obra del escritor bostoniano, que contribuiría a marcar fuertemente su futura trayectoria artística como director y productor.

Con El hundimiento de la casa Usher, su primer trabajo para la AIP (American International Pictures), con Vincent Price, Mark Damon y Myrna Fahey encabezando el reparto y con Floyd Crosby como máximo responsable de la fotografía, se inicia uno de los periodos más brillantes y fructíferos de su larga y casi inabarca-ble carrera profesional.

Este título, convertido rápidamente en una pieza de culto para las legiones de seguidores del género, precedería la llegada, dos años después, de La obsesión (1962), otra magistral adaptación de Poe, inspirada en un guion de Charles Beaumont y Ray Russell y protagonizada por un Ray Milland en la piel del atormentado Guy Carrell, un aristócrata obsesionado con la idea de que podría repetir la horrible experiencia de su difunto padre, que murió en su propio ataúd víctima de la catalepsia. Corman, como en casi todas sus películas de la saga, volverá a contar de nuevo con su inseparable Crosby al cuidado de la fotografía.

Entretanto, Corman dirige y produce El péndulo de la muerte (1961), su segunda incursión en los dominios del maestro literario del terror, a partir de un guion de Richard Matheson y con Vincent Price, John Kerr y Barbara Steel como protagonistas. Otro éxito comercial apoteósico que encumbraría universalmente a su director y a su empecinado propósito de convertir la magna obra de Poe en una de las traducciones fílmicas más célebres y aclamadas de la historia del cine.

En Historias de terror (1962), su tercer trabajo de la serie, contaría nuevamente con un guion de Matheson y con el protagonismo absoluto del gran Vincent Price en los tres episodios que integran esta fascinante ficción romántica en la que también participan otros dos viejos mitos del género: Basil Rathbone y Peter Lorre. Este último también conformaría, junto a Boris Karloff, el propio Price y un jovencísimo Jack Nicholson el lujoso reparto de El cuervo (1962), también con Matheson como guionista y con una deliciosa y mordaz banda sonora a cargo de Les Baxter y Al Simms muy difícil de olvidar.

En El terror (1963), codirigida y coproducida por Francis Ford Coppola y con Boris Karloff, Lon Chaney, jr. Jack Nicholson y Lee van Cleef como cabezas de cartel, Corman nos introduce en el universo literario de Poe sumergiéndonos en una atmósfera visual de profundo calado poético donde siempre prima la meticulosa labor como director de fotografía de John M. Nickolaus y la estremecedora composición de Karloff como el desolado y melancólico Barón Von Leppe.

La máscara de la muerte roja (1964), escrita por Charles Beaumont y R. Wright Campbel, a partir de la novela homónima de Poe y con Nicolas Roeg como operador de cámara y Price, de nuevo, como protagonista absoluto, se convertiría a la postre en una de las películas más rentables de la saga y en uno de los títulos más elogiados por la crítica especializada en toda la historia del género. Fenómeno que se repetiría ese mismo año con el estreno de La tumba de Ligeia (1964), un bellísimo filme inspirado en un guion de Robert Towne en el que Vincent Price ofrece una de sus mejores actuaciones en su pródiga colaboración con la factoría Corman.

El palacio de los espíritus (1963), escrita por Charles Beaumont, a partir de textos de H. P. Lovecraft y de Edgar A. Poe, se incorpora también a este ciclo con un cast integrado por Price, Debra Paget, Lon Chaney jr. , Frank Maxwell y Elisha Cook y un argumento sembrado de elementos fantásticos dotados, en su mayoría, de un enorme potencial visual. Al margen del género fantástico, Corman también firmaría piezas absolutamente estimables, como Mamá sangrienta (1970), El hombre con rayos X en los ojos (1963), El Barón rojo (1971) o Los ángeles del infierno (1966), que ocupan un lugar preeminente en su copiosa y sorprendente filmografía.