La Provincia - Diario de Las Palmas

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La urdimbre

Transitada hasta el siglo XIX por la pesada losa del canon antropomórfico, con toda su retórica clasicista, hoy la escultura ha desafiado todas las limitaciones heredadas por el anacrónico concepto de masa, volumen y tiempo.

Una vez transgredidas las convenciones milenarias y desembarazada de prejuicios, el escultor de nuestro tiempo tiene ante sí el reto de proponer nuevos recursos formales, nuevos materiales, procedimientos y repertorios. La escultura por tanto descentraliza su eje, abarca el espacio de la presencia y la representación y se desliza hacia el espectador y el ámbito en el que se inserta. Y renuncia a la eternidad.

Este fabuloso campo de experimentación donde se integran la tradición, la narratividad, el oficio, lo efímero y la apropiación de otros géneros artísticos e industriales está presente en el ideario estético de Paco Cruz.

Sin abandonar la talla, el modelaje, la soldadura, la carpintería, está esculpiendo y labrando metáforas inquietantes. Relatándonos desde una sensibilidad neoexpresionista los bordes de la parodia, el esperpento, el lugar de la tragedia, que no es otro que el de su mirada irónica sobre la historia.

Cruces, rostros, libros, he ahí un repertorio iconográfico nada complaciente con la tradición autorreferencial en la que se inscribe. Estos artefactos están recorridos por la atmósfera barroca del retablo religioso, la tradición poética de la burla popular, la distorsión, lo grotesco. La cruz como símbolo de una crónica de la infamia, dulcificada por los entelados sucesivos de lo inefable.

Rostros que desvelan en su sabia economía gestual y formal un gus-to por cierta pintura de entreguerras, la que denuncia con un grito agónico el lado oscuro de la criatura humana.

Libros que son abatibles y cuya lengua quiere hacer transparente el mundo, el rostro lacerado del mundo.

Una trama narrativa de síntesis que trasciende las piezas del performance contemporáneo y la recuperación del pastiche urbano, precisando de los materiales y procedimientos versátiles que él utiliza: el dibujo como cartografía de su poética, serrín, cola, maderas envejecidas, torniquetes, latas, abatibles, telas, hasta los propios nudos urdidos en los troncos, nudos como ojos devastados, cuya significación ha de ser completada bajo nuestra mirada de espectadores.

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