Un viaje en barco le cambió la vida a Antonio de Bèthencourt Massieu. Durante el trayecto, rumbo a la Península -donde empezaba a cursar sus estudios universitarios-, consumía las horas con la compañía de un libro sobre la Historia de Canarias que llevaba la firma de Agustín Millares Carlo. Esa postal llamó la atención a otro pasajero: Antonio Rumeu de Armas que, a partir de ese momento, se convirtió en su mentor. Desde aquel encuentro, por el camino, pasó de discípulo a maestro. Con una visión intelectual cimentada sobre el atlantismo -lo introdujo en la historiografía del Archipiélago de la mano de su preceptor-, a lo largo de su existencia acumuló hitos biográficos y académicos -doctor, catedrático, rector de la Universidad de La Laguna, decano de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, catedrático emérito de la UNED, Hijo predilecto de Las Palmas de Gran Canaria y de Gran Canaria, Premio Canarias, doctor honoris causa por la UNED y por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, etc.- al tiempo que disfrutaba del cariño, respeto y reconocimiento de familiares, amigos y alumnos. Ayer, a los 97 años, su voz se apagó en su ciudad. Quedan su legado y su genialidad.

Junto a Rumeu de Armas y Francisco Morales Padrón, Bèthencourt Massieu formó un trío clave para entender la Historia de Canarias. Los tres desarrollaron su vida académica fuera de las Islas, pero los tres también se convirtieron en piezas imprescindibles del estudio de la historiografía insular con una idea común: el Archipiélago, por su localización, se ha convertido en una especie de caja negra que ha recogido la formación de las civilizaciones atlánticas durante los últimos cinco siglos. De su trabajo, mano a mano, con Rumeu de Armas es fruto el Anuario de Estudios Atlánticos, la revista científica más importante del Archipiélago y a la que Bèthencourt Massieu se entregó hasta los últimos días -tras enfilar, a primera hora, la calle Triana para cruzar el Guiniguada rumbo a la Casa de Colón, siempre pendiente de la gestión de temas, de la edición y de su publicación en fecha-. Y de su pasión por la Historia también surgió la base de datos bibliográfica sobre Canarias y el Atlántico - canaratlantico.org, donde se guardan casi 250.000 publicaciones y que desde su puesta en marcha ha recibido casi 20 millones de visitas-.

Ayer, después de casi siete décadas entregado al lugar que Canarias ocupaba en la Historia, Bèthencourt Massieu fallecía tras varias semanas aquejado de unos problemas de salud. De inmediato, todos los estamentos de la sociedad lamentaron la pérdida de un personaje que ayer fue velado en la Finca Salvago (Tafira) y que hoy será enterrado en el cementerio de Vegueta -la comitiva saldrá a las 16.00 horas-. Reposará cerca del lugar en el que comenzó su historia. El número 7 de la calle Castillo, en el corazón de Vegueta -el barrio con el que soñó "restaurado y coronado" al dar el pregón de las Fiestas de San Juan en 1993- vio nacer, con el apellido del conquistador normando, a Antonio de Bèthencourt Massieu el 16 de noviembre de 1919.

No tuvo una infancia fácil. Huérfano de padre, junto a sus siete hermanos, a temprana edad, un accidente doméstico -una caída mientras jugaba con una muchacha de la casa- le provocó la fractura de dos vértebras. El Escorial (Madrid) acogió a la familia Bèthencourt Massieu durante los primeros años de vida de Antonio y, con la llegada de la II República, la madre optó por regresar con los niños más pequeños a Gran Canaria. En la Isla, tras pasar por el colegio El Pilar de la capital de España, cursó en el Colegio Viera y Clavijo, donde admiró a dos profesores -Pedro Cullen y Rosalía Hernández- y empezó su idilio con la Historia.

La Universidad Complutense le acogió en su regreso a Madrid. Y en 1953 ya era doctor, con premio extraordinario -en el mismo centro-, en Historia. Antes, en 1949, ya había iniciado su actividad docente. Lo hizo en las universidades de Santiago de Compostela y en la misma en la que realizó su carrera como estudiante. Valladolid, durante casi una década -de 1958 a 1967- ejerció allí como profesor adjunto de Historia de América antes de regresar a Canarias. La Universidad de La Laguna fue su siguiente destino, donde se convirtió en catedrático con un trabajo sobre la Historia Moderna Universal y de España. En Tenerife, además, dirigió el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea y durante un lustro -desde 1975 hasta 1980- fue rector.

En La Laguna, con su personalidad y su sapiencia -un torbellino en ambos aspectos-, revolucionó la Historia de Canarias. Junto a Elías Serra Ràfols y Alejandro de Cioranescu le dio la vuelta a la manera de entender la materia. Apostó por la Historia Cuantitativa y se convirtió en un revulsivo para la facultad. Bajo su supervisión se publicaron una docena de tesis doctorales -algunas galardonadas- y, desde entonces, ya nada es igual en todo lo relacionado a la Historia de Canarias. Pero fue en Tenerife donde también le tocó hacer frente a uno de los momentos más duros de su vida: la muerte de Javier Fernández Quesada, un estudiante grancanario de Biología que fue asesinado el 12 de diciembre de 1977 en el campus por los disparos de la Guardia Civil tras unan jornada de protesta estudiantil en apoyo de las reivindicaciones de la huelga general llevada a cabo por los sectores obreros de Transportes de Tenerife, SL.

Finalizada su etapa en Tenerife, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) se convirtió en su siguiente destino. Allí fue donde certificó su jubilación como empleado por cuenta ajena, pero esa circunstancia no le frenó: jamás dejó de trabajar. En su regreso a Las Palmas de Gran Canaria se volcó con su ciudad natal a al poner a disposición de la sociedad sus inmensos conocimientos y su pasión por Canarias. Fue entonces cuando la Casa de Colón se convirtió también en la casa de Antonio de Bèthencourt al frente del Anuario de Estudios Atlánticos, publicación concebida por su maestro Antonio Rumeu de Armas en 1955 y que se ha consolidado como la publicación periódica de carácter científico más importante de Canarias y en herramienta imprescindible para la investigación de las Islas en el marco atlántico.

Su vuelta al Archipiélago, donde batalló con políticos y empresarios para que no dejaran morir los proyectos que lideraba, se convirtió en extenso homenaje a su obra. Tras ser nombrado catedrático emérito de la UNED en 1990, Bèthencourt Massieu recibió el Premio Canarias al Acervo Histórico (1992), el Premio Nacional al Trabajo y la Medalla de Oro de la Universidad de La Laguna. Además, fue elegido hijo predilecto de Las Palmas de Gran Canaria e hijo predilecto de Gran Canaria y fue investido honoris causa por la UNED y por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Más allá de cada una de esas distinciones, Bèthencourt Massieu deja su legado, el cariño que le profesaban los suyos -a su lado, siempre pendiente de él, su mujer Marichu- y el respeto por las lecciones aprendidas de sus alumnos.

Descanse en paz. Canarias pierde al notario de su Historia.