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Obras de Manolo Millares en la galería Mayoral, en Barcelona.

arte

Manolo Millares en Barcelona

La potencia de la obra del artista de la arpillera se despliega en la galería Mayoral marcada por uno de sus postulados: "Hay que empezar rompiendo, que así antes se construye el porvenir"

Cuando se celebró en Tenerife la Segunda exposición internacional del surrealismo, preparada por Eduardo Westerdahl, André Breton y Benjamin Péret entre otros, Manolo Millares tenía solo nueve años, pero siempre reconoció que, aun sin retomar el mensaje del grupo surrealista, este movimiento tuvo mucha influencia en él. Si partimos de la base que el surrealismo no es un simple movimiento estético sino una actitud o un espíritu que trasciende incluso a la época historiográfica del propio movimiento, la actitud de Millares frente a la vida y su destrucción, se puede adscribir en base a este movimiento. Si William Blake, Lautréamont o Gustave Moreau fueron surrealistas antes del surrealismo, como lo fueron después el poeta Aleixandre, J.V. Foix o Brossa, Millares también lo fue tiempo después en actitud. De hecho, Juan Eduardo Cirlot, el crítico más importante del informalismo -movimiento al que se vincularía de lleno Manolo Millares- creía que la pintura informalista era una deriva del automatismo gráfico del surrealismo.

La primera exposición de Manolo Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1926 - Madrid, 1972) en Barcelona fue en 1951 en la Galería Jardín dirigida por Àngel Marsà, titulada Arte nuevo. III ciclo experimental. Manolo Millares, donde presentó diecisiete obras. Ahora, la Galería Mayoral de Barcelona ha abierto al público una importante exposición del artista canario titulada Millares, construyendo puentes, no muros, que estará abierta hasta el 25 de julio. En esta ocasión, se vuelven a presentar diecisiete obras, todas arpilleras, datadas entre 1957 y 1972, uno de los períodos creativos más importantes de Millares y su obra de madurez, cuando su pintura partía de la realidad destructiva y desoladora de las postguerras española y mundial y cuando el cuerpo, como escribe Emmanuel Guigon, "constituirá la presencia fundamental en la pintura de Millares a partir de 1956, cuando empieza a utilizar de forma metódica esta representación para intentar capturar el movimiento excesivo al final del cual la materia se piensa." Algunas obras expuestas como Homúnculo 1 (1964), Tríptico (1964), Animal de fondo (1965), Personaje 3 (1967), Personaje caído (1967), Hombre caído en rojo (1970) son obras donde el cuerpo oculto, impreciso en sus formas, trozos de huesos rotos en descomposición, torsos y nalgas bajo el manto de las arpilleras nos llevan directamente, para el que haya visitado alguna vez el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, a las momias que allí se conservan de los antiguos habitantes de la isla. De hecho, el propio Millares situaba el origen de sus obras matéricas en la contemplación de estas momias.

La exposición no solo quiere rendir homenaje al artista canario sino además aportar con los textos de los dos comisarios y varios críticos una mirada particular de Millares y su relación con Barcelona. El comisario Alfonso de la Torre -uno de los mayores expertos en la obra de Millares- trabaja su presencia en Cataluña y su cronología "fundamental" catalana a partir de 1950 cuando comienza la correspondencia con el pintor Modest Cuixart, hasta 1973, después de su muerte, cuando el editor Gustavo Gili -amigo de Millares- publica su libro Memoria de una excavación urbana y otros escenarios. Elena Sorokina, la otra comisaria, plantea el lenguaje semántico de las arpilleras en Millares, su destrucción para construir no solo materia sino el soporte básico de su obra con cosidos y recosidos. En este aspecto, Millares dejó escrito en El homúnculo en la pintura actual (Papeles de Son Armadans, 1959): "Hay que empezar rompiendo, que así antes se construye el porvenir." Emmanuel Guigon, que fue comisario de la exposición del CAAM de 1997 sobre Gaceta de Arte -la mítica revista tinerfeña internacional de Eduardo Westerdahl-, y es especialista en el surrealismo europeo y en la obra de Óscar Dominguez y actual director del Museu Picasso de Barcelona, aporta el texto resumido sobre El cuerpo de la pintura en la obra de Millares que ya fue publicado en el catálogo de la exposición Millares. Luto de Oriente y Occidente de 2003 comisariada por Eva Millares, quien, a su vez, colabora en esta exposición junto a su madre Elvireta Escobio y su hermana Coro. Chus Martínez y Llucià Homs también han aportado textos.

Con el estudio de las pictografías canarias conservadas en el Museo Canario, Millares llegó al vocabulario de signos que Joan Miró ya había experimentado y fue en el arte abstracto donde Millares encontró su vocabulario, "el único callejón pictórico de las veinte mil salidas", combinando una pintura poética no figurativa y otra expresionista más figurativa. Ese doble camino en apariencia contradictorio, era para el pintor una necesidad vital e irresistible. Millares, en un texto inédito hasta la exposición de 2003, comisariada por Eva Millares, escribió que "los que entienden por realidad (y lo entiende una gran mayoría) la mera representación de las cosas, no hacen más que insistir en un ya viejo y craso error; la realidad del artista, su subjetividad, proviene de un mundo más profundo, por ese lenguaje plástico, ordenado, personal, que a través del espíritu nos viene. El hombre creador vive su propio universo, cuyas formas él ordena y dispone obedeciendo a una ley constructiva y a un canon."

Su actividad es entusiasta y después de la exposición de 1951 en Barcelona, expone en la I Bienal Hispanoamericana de Arte en Madrid. En 1953 se casa con Elvireta Escobio y se trasladan a Madrid donde se instalarían definitivamente. En 1957 funda el grupo El Paso en Madrid junto a Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Rivera, Antonio Suárez, Antonio Saura y Pablo Serrano, incorporándose en 1958, su amigo el escultor canario Martín Chirino y Manuel Viola. La vanguardia de París con los postulados del art autre de Michel Tapié y el expresionismo abstracto norteamericano fueron sus referencias en el nuevo lenguaje artístico. Asimismo, una actitud absolutamente crítica con la realidad y un compromiso de lucha suponían para ellos la negación de aquello que estaba establecido. El Paso creó un boletín a partir de un primer manifiesto que se publicó hasta la disolución del grupo en 1960, en el cual afirmaban su nacimiento de esta manera: "EL PASO nace como consecuencia de la agrupación de varios pintores y escritores que por distintos caminos han comprendido la necesidad moral de realizar una acción dentro de su país."

La relación de Manolo Millares con Barcelona y con muchos de los artistas informalistas de Barcelona fue muy profunda así como su relación con el poeta, crítico y valedor Juan Eduardo Cirlot. El mismo Westerdahl siempre afirmó que Cirlot fue el crítico más importante del informalismo. Cirlot y Millares se habían conocido poco tiempo atrás y en una carta a Millares (28.04.1958), el crítico le escribe que "desearía, hasta los límites que sean posibles, contribuir al acercamiento de El Paso y los informalistas de Barcelona. Tàpies, ciertamente, es un cerrado individualista, pero los demás no me parecen serlo. Y los creo deseosos de esa unión. Es obvio que la significación de Tàpies, en cambio, es muy superior, en términos generales." En octubre de ese mismo año, frente a una crisis vivencial de Millares, Cirlot le escribe: "Conserva la sarga, los materiales, los colores elementales y refinados que usas, pero abandona lo que no sea pintura, pues, dialécticamente, lo que no es pintura no te puede llevar más que hacia los pozos de la sombra. Mientras que la pintura te devolverá la luz."

En el exquisito catálogo de la exposición de la Galería Mayoral, se reproduce una fotografía de Carlos Saura donde se ven -en la fachada de la sombrerería Prats, futura Galería Joan Prats- a Rafael Canogar, Leopoldo Pomés, Antonio Saura y, un poco más avanzados, a Millares dialogando con René Metras. Era la primera exposición de El Paso en Barcelona casi dos años después de su creación grupal en Madrid. Un grupo de artistas que me atrevería a asegurar de una tan gran solidez y coherencia como lo había estado el grupo Dau al Set en Cataluña, unos años antes.

Se da la circunstancia que durante un tiempo coincidirá la exposición de Manolo Millares en la Galería Mayoral con otra exposición en L´Espai Volart sobre Juan Eduardo Cirlot y su relación con el Correo de las Artes, revista desde la cual Cirlot y otros, entre ellos René Metras, defendieron y promovieron el arte informalista catalán e internacional. En esta revista (febrero 1959), Cirlot se ocupó de la primera exposición del grupo El Paso (Canogar, Saura, Millares y Feito) y de Manolo Millares escribió con su proverbial verbo: "Presenta grandes sargas desgarradas, manchadas, recosidas, vendadas y vueltas a manchar, iluminada a veces por resplandores cromáticos sublimes por lo inesperados. ¿Qué ha sucedido en el universo para que el hombre cree obras de esta suerte y las exponga como factores de significación? El hecho es que tales creaciones, a pesar de sus fundamentos lancinantes y de su trágica expresividad, poseen una elevada sugestión y una rara belleza. En esto aparece la iluminación y la labor del artista, capaz de transfigurar los materiales más heridos y desastrosos [€] Más aún: vemos en Millares al puro enamorado de la belleza que se atreve a citarla en los parajes más espantosos para gozar con contradicciones increíbles, salvándola de los desfiladeros y de los cuervos, de las agujas de coser panzas de caballo, de toros y de los vendajes de un hospital de urgencia. Ese chorrear de tinta, como sangre intelectual, ¡cuántas evocaciones no suscita, aplicado al contenido de las sargas!"

Efectivamente, las evocaciones de sus Homúnculos, de sus cuerpos caídos, suscitan aún hoy día la pregunta de cómo es posible que el hombre, en este caso Millares, haya podido hacer semejante obra desgarradora en respuesta a lo que le ofrecía el mundo. El horror, la violencia, la masacre, la hipocresía, lo banal€

Pero en la exposición de la Galería Mayoral se muestra también un facsímil del manuscrito de su obra Sobre los muros, donde Miralles se eleva en blanco con una poesía blanca que cala los huesos y el alma de quién lo lee, con ese blanco que es el contrario en el negro de los fondos de algunos de sus cuadros. Blanco y negro. Más hermoso aún: todo blanco. Millares escribió:

"[€] Canalón blanco. Socaire blanco sembrado de blanco, techado de cal con chimenea de dedo y dedal blancos donde el humo rompe blanco, el vuelo. Junto al horno blanco -voz perdida- el cielo [€]. Blanco leve, duro, perdido, hiende la quieta erupción negra que el viento blanco mueve."

Sin duda alguna, la obra de Manolo Millares de este período es una de las voces más potentes de denuncia hechas desde el empleo de la materia como elemento artístico de significación, de una moral descompuesta, del proceso del hombre aislado. El arte de su tiempo, según el propio Millares "deviene testimonio de realidad; y lo que aquí se ve -o se juzga- no es la moral del arte, ni de la forma, ni del artista; se ve y se juzga esa realidad misma donde asoma lo moral o lo inmoral de una sociedad donde se vive".

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