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25 años no son nada

Un cuarto de siglo después de su desaparición, Eduardo Millares Sall se mantiene aún muy vivo en los corazones de los canarios

25 años no son nada

Querido, respetado, admirado, siempre recordado. Fue el creador del célebre personaje de Cho Juaá, que logró penetrar en los corazones y hogares canarios de ricos y pobres; cultos e iletrados, grandes y chicos? por generaciones.

Hoy hace 25 años que desapareció pero su cariño y la energía chispeante de sus personajes se mantienen tan vivos como el primer día. Fue él quien, entre la extensa tradición humorística canaria de posguerra, de la viñeta periodística, el cómic y, en definitiva, el arte de "retratar" la caricatura de la vida, destacó de manera sobresaliente porque supo, como ninguno, tratar la problemática contemporánea insular en clave de humor. Al mismo tiempo subrayaba "lo canario" como un valor, para que la sociedad asumiera en su cultura los acentos propios de su tradición de la manera más entrañable, y por crudas que fueran las situaciones a las que solía hacer referencia.

Es cierto que Eduardo Millares venía de una casa en la que se respiró el ambiente creativo, donde a través de agudos dibujos y versos, se cultivaban el humor socarrón y esa visión de la realidad que destilaba ironía y un gran sentido crítico, pero también de resignación de aquella gente llana que le inspiró. Encontramos así, antecedentes de este género en su familia desde antaño, aunque de manera más anecdótica y especialmente influido por su padre, el Profesor y poeta Juan Millares Carló. Sin embargo, Eduardo encontró en este registro su mejor modo de expresión, que cultivó ampliamente hasta prácticamente hacerlo suyo -no sólo como creador de viñeta humorística, sino también como caricaturista y pintor- con un estilo muy personal con el que logró conectar con todo el mundo. Con sus escenas dibujadas plagadas de detalles, apeló a la identidad, con un fuerte sentimiento de empatía hacia la gente de campo y de pocos recursos, que conformaban, en realidad, el grueso de la población canaria de posguerra, que convivía sistemáticamente con la penuria.

Eduardo Millares mostraba aquella coyuntura social existente de analfabetismo, clasismo y pobreza, aunque siempre con ganas de parranda. También trató el alcoholismo, el machismo o la propia muerte, en plena conciencia de la capacidad del humor para desdramatizar las preocupaciones y para afrontarlas positivamente, dominando la ansiedad y aprovechando para sacarnos más de una carcajada.

Pedro Lezcano describía su arte de manera muy acertada en el prólogo que dirigió a la primera antología de los chistes de Cho Juaá, publicados en la prensa en 1961: "el humor, desarrapado y sin resentimiento, es una humana y honda superación de la desdicha [?], el buen humor de calidad se eleva airoso y sin rencor desde el infortunio. Por ello es la forma risueña que el sencillo pueblo elige, como expresión de una filosofía tradicional.

Su imaginario, que ya es icono del humor canario, caló hondo en la sociedad porque existía una correspondencia entre el lenguaje, los atributos, las escenas, los escenarios y la realidad nunca antes vistos de esta forma tan divertida a la vez que veraz. Con él apren- dimos a reírnos de nosotros mismos en nuestras flaquezas, pero también a querernos más, con nuestras virtudes y nuestros defectos, llegando a provocar el deseo de comprender el mundo que nos rodea, gracias a su observación consciente del su alrededor, que nos dejaba ver en sus escenas de viñeta, pinturas y caricaturas. Su obra, en definitiva, no es otra cosa que el retrato sociológico de su momento, con la que pretendía señalar lo absurdo de lo cotidiano, pero siempre desde un punto de vista constructivo, que nos ayudara a crecer y pasarlo bien, valorando a las personas y a las situaciones con las que nos encontramos todos los días.

Quizás lo más genial de su obra vital ha sido el hecho de haberse dedicado con tanto acierto, res- peto y afecto a estas personas, que se veían retratadas en las esce- nas chistosas y mordaces de Cho Juaá y sus amigos y podían comprender, por primera vez, el sentido del arte.

Entre las iniciativas que se han llevado a cabo en los últimos años que han honrado su figura y su trabajo, cabría subrayar la gran retrospectiva que tuvo lugar en 2012, coincidiendo con el XX aniversario de su muerte, en el Centro Cultural Cicca. La exposición Eduardo Millares Sall. Más allá de Cho Juaá, hacía un recorrido por toda su obra, ahondando en las distintas facetas, técnicas, géneros y asuntos que cultivó, desde los primeros cómics hasta los retratos matéricos, haciendo un repaso por sus clásicos y sus composiciones geométricas. Conviene recordar también el original formato de exposición que se realizó en 2015, Artistas e intelectuales con Humor Isleño. Historietas en Guagua, con el que se llevó este imaginario popular hasta el último barrio de la ciudad, empleando los vehículos de Guaguas Municipales como expositores móviles, lo que propició una gran participación ciudadana, como muy seguramente habría gustado a nuestro homenajeado.

No es inusual encontrar sus dibujos y pinturas originales, además de láminas con las reproducciones de sus obras y decorativas hojas de calendario colgar en las paredes de nuestras casas. Hoy siguen dejando huella en nuestra memoria y, de algún modo, nos siguen recordando quiénes somos, haciendo un guiño a la buena actitud ante la vida. A su muerte, sus creaciones ya formaban, de alguna manera parte, de nosotros y ya se había ganado el cariño todos.

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