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¿Bauhaus en Canarias?

Miguel Martín utiliza nuevos materiales y una fabricación en serie que abarata, un factor clave en Walter Gropius

¿Bauhaus en Canarias?

Lo más cerca que estuvo posiblemente un estudiante de la Bauhaus de Canarias, fuera como pasajero a bordo de uno de los grandes transatlánticos que, rumbo a Latinoamérica, repostaban en los puertos de las islas. Quizás fuera este el caso del fotógrafo argentino Horacio Coppola, que con su mujer judía, fotógrafa y alumna, también como él, de la célebre escuela, tuvieron que huir en 1936 de los nazis para refugiarse en su Argentina natal, u otros que en circunstancias similares encontrarían un país de acogida en Brasil, Chile o Perú.

¿Procede, entonces, relacionar la arquitectura racionalista de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria con esta escuela de arte, diseño y arquitectura que celebra este año su centenario?

La respuesta pudiéramos encontrarla en sus directores, Walter Gropius, Hannes Meyer y Mies van der Rohe, que servirían de catalizadores de los movimientos modernos que habían surgido hasta la fundación de la escuela, invitando a partir de 1927 a muchos de los entonces arquitectos de las vanguardias europeas a dar clases o conferencias, estableciendo así una plataforma de experimentación y modernidad desde la que se proyectarían al mundo todas estas nuevas y revolucionarias ideas.

La Primera Guerra Mundial había obligado a los arquitectos a afrontar un panorama de devastación sin precedentes y a dar respuestas a un mundo acabado, que no había sido capaz de evitar el desastre. Comenzarían así a plantear, con la esperanza aún intacta en la técnica y en el progreso, la construcción de un nuevo mundo, más justo, más sano y más moderno, con nuevas formas y materiales.

Entre los primeros arquitectos españoles que se sumarán a este movimiento, nos encontramos con el grancanario Miguel Martín Fernández de la Torre que, terminando su carrera en Madrid casi a la par que se abren por primera vez las puertas de la Bauhaus en Weimar, y después de algunos años buscando su propio lenguaje, diseñará en 1927 una de las primeras obras modernas de la arquitectura española: la Casa Machín en el barrio de Vegueta de la capital grancanaria.

Su construcción coincidirá en fechas con el relevo de Walter Gropius en la dirección de la Bauhaus, lo que le permitirá retomar su profesión y difundir sus ideas por el mundo. Esto le llevará en 1930 hasta la Residencia de Estudiantes de Madrid en la que, en un perfecto castellano aprendido en su juventud, expondrá el tema clave de la modernidad: la relación de la función con la forma. Una idea que revolucionará la arquitectura y que, solo dos años más tarde, Miguel Martín intentará trasmitir al Ayuntamiento de Arucas en la memoria explicativa del Asilo-Hospital que está construyendo para la ciudad, y en la que parece querer justificar una arquitectura tan nueva y tan diferente.

Esta sensación de comienzo, de estar ante un futuro lleno de posibilidades de cambio, coincidirá en Gran Canaria con el recién adquirido estatus de Las Palmas como capital de la provincia oriental del archipiélago, la ampliación del Puerto de la Luz, que la une regularmente con los tres continentes atlánticos y, poco más tarde, con el advenimiento de la II República Española, que terminará por darle a la ciudad el último empuje hacia la modernidad.

Con una prolija producción de más de 300 obras modernas en el archipiélago canario, Miguel Martín se convierte posiblemente en el arquitecto con más obras racionalistas de todo el país. Y si bien es cierto que hay también interesantes obras suyas en Tenerife y en La Palma, es sobre todo en Gran Canaria y en su capital dónde podemos encontrar más ejemplos de una arquitectura que cumple con todos los postulados modernos. Obras funcionales e higiénicas, que siguen el lema de luz, aire y sol, promovido por las vanguardias. Obras que, con la utilización de nuevos materiales y de elementos de fabricación en serie, consiguen abaratar los costes y los tiempos, una idea clave del pensamiento de Gropius.

A la primera obra moderna en Vegueta, le seguirán en el barrio comercial de Triana varios edificios de viviendas que se ajustan a estas características y una serie de obras representativas, que aspirarán a convertir a la ciudad en una capital moderna, a la altura de Niza, Marsella o La Habana, con paseos marítimos, parques, cines, hoteles y edificios administrativos.

Así surgen, durante la primera mitad de los años treinta, obras como el Cine Cuyás, uno de los primeros cines sonoros de la ciudad, que acercará al publico a otros mundos y a otros sonidos, el edificio del Hotel Parque con sus siete pisos, superando la altura general de cuatro plantas, con modernos ascensores y el Cabildo Insular de Gran Canaria, sin duda una de las obras más emblemáticas del racionalismo español.

Curiosamente, estos planes de modernización seguirán parcialmente adelante durante la Guerra Civil, en un territorio ocupado inicialmente por autoridades falangistas que, en general, siguiendo los modelos del fascismo italiano en el que el racionalismo arquitectónico formaba parte sustancial de su discurso, no recelaban aún de la nueva arquitectura.

Surge así el orfanato conocido como La Casa del Niño, un conjunto inspirado en los centros juveniles de la Italia de Mussolini con una particularísima torre que, viniendo de planteamientos ideológicos totalmente contrarios, replica la idea de las torres con balcones en esquina, planteada ya en 1928 por Josef Albers en los cursos preliminares de la Bauhaus.

Lo que convierte a la ciudad de Las Palmas en excepcional, desde el punto de vista de la arquitectura moderna, y la vincula con los planteamientos de las vanguardias internacionales, es sin embargo el barrio de Ciudad Jardín, con sus más de 50 obras racionalistas, en su mayoría de Miguel Martín, pero también de otros arquitectos que se irían sumando a la nueva arquitectura.

Desde la Colonia Alvarado, de 1930, de influencias neoplásticas, hasta la Casa van Hoey, de 1940, muestra ya de un estilo personal más depurado, podemos descubrir en Ciudad Jardín varias obras que, no siendo iguales, corresponden sin embargo a la idea de construcción en serie y por módulos, planteada por Gropius en su Baukasten im Grossen y que con el proyecto de enfoque social, deudor del Ideal didáctico de la Bauhaus, culmina en las 34 viviendas de la colonia ICOT.

Comparable en muchos aspectos a la madrileña colonia de el Viso, proyectada por Rafael Bergamín, compañero de estudios y principal representante del racionalismo español, encontramos en Ciudad Jardín, además, muchas obras características de lo que se conocería también como Estilo Internacional. Algunas de ellas muestran asombrosos parecidos con obras construidas en la Ciudad Blanca de Tel-Aviv, esta sí, diseñada principalmente por alumnos de la Bauhaus que, huyendo de la barbarie nazi, emigrarían a Israel para construir allí esa nueva ciudad, con la que soñaban todos los arquitectos modernos.

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