La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El cerebroscopio

La información de Google es más completa que la que tiene China de sus ciudadanos

El cerebroscopio

Hace casi un año, las búsquedas en el traductor de Google, cuando se repetía una palabra varias veces, arrojaban en ocasiones varios resultados que tenían demasiado sentido. Por ejemplo, "Gaia" repetido ocho veces del italiano, arrojaba al español: "cómo aprovechar al máximo el alcance", llevada la repetición a quince veces, arrojaba la traducción: "lo que está pasando para verte verte ver lo que ves", y llevada la repetición a sesenta, traducía: "encontrarás toda la información siguiente para tu gagwable y tus galeries para tus detalles de gamika de tus fotos de galawa de tu gala tener algunas consecuencias potenciales para lograr estos riesgos".

Así, ya fuera con la fórmula automática de detectar idioma, o con otras, daba la sensación de que el traductor pensaba por su cuenta. "Gea", repetida dieciséis veces desde el hawaiano da: "pero ¿cuál es el camino del señor?", y repetida dieciocho veces cambiaba a "¿a través de qué orden es que debemos vivir?". La inteligencia artificial de Google cuenta con 200 millones de usuarios diarios traduciendo en el planeta más de 100 idiomas, y va acumulando preguntas y respuestas, las cuales mejora con algoritmos. Un acto no racional como el indicado, de repetición de palabras, produce, no obstante, dentro de esa Inteligencia Artificial, una sensación de estar pensando por sí misma con la herramienta que se entiende mera e íntimamente humana, el lenguaje, a tal punto en que sobre el lenguaje se construye casi toda la característica humana por los filósofos de los últimos tiempos, quienes nos dicen que el humano es lenguaje o no es. A esta inmensa y continua interrelación de más de 70 mil millones de palabras o frases anuales traducidas, como mínimo, con todo lo que ello conlleva como laboratorio de significados, le podemos contraponer una dinámica complementaria, cual es la de cientos de millones de búsquedas diarias por parte de todos los usuarios del planeta, y haciendo las preguntas más íntimas, las preguntas que, incluso, no nos atreveríamos a hacer a los más íntimos de los íntimos.

Y todo está almacenado en Google. Google Maps, por ejemplo, ofrece un servicio que reproduce nuestros pasos día a día, de forma que, hace ya algunos años, tiene grabados y almacenados en algún sitio los lugares que visitamos, y los minutos que estamos en cada lugar, y si aceptamos la opción de verlo, nos lo muestra, dejándonos boquiabiertos con el seguimiento tan exhaustivo que rememora todo al punto de que casi el 80 por cien de lo mostrado ya lo hemos olvidado, pero Google no. Toda esa información, que por privacidad, se puede suprimir, no significa que cuando la suprimamos no esté, sino significa que cuando la suprimamos no se verá. Esa supervigilancia está efectuada por todo aquel que disponga de un smartphone y lo lleve encima en algún momento del día. La Inteligencia Artificial ya puede hacer con esto verdaderas maravillas aprovechando las tecnologías Big Data. En China la observación que se hace de todos sus ciudadanos, desde el año pasado, con 200 millones de cámaras, no es tan completa como esta información que Google ya tiene de todos los usuarios de móviles del planeta. Ahora mismo, hay alguien que se ha fijado en lo que la tecnología de las preguntas efectuadas a Google por los usuarios debe significar para esa Inteligencia Artificial. Se trata del investigador Seth Stephens-Davidowitz, con su libro "Everibody Lies" (2017), prologado por el psicólogo de vanguardia Steven Pinker. Pinker dice: "Las búsquedas en Internet y las respuestas en línea no son un cerebro, pero Seth Stephens-Davidowitz muestra que ofrecen un vistazo sin precedentes en las psiques de las personas.

En la privacidad de sus teclados, las personas confiesan las cosas más extrañas, unas veces porque tienen consecuencias en la vida real, otras veces precisamente porque no tienen consecuencias: las personas pueden desahogarse. Algunos desean o temen, sin que una persona real reaccione consternada". Esta libertad, como ocurre con Whatsapp, recoge la intimidad de cada ser humano planetario y lo introduce en un expediente. Está tardando el momento en el que el cruce de todos estos datos no sólo sea aprovechado por los gobiernos, sino por la propia Inteligencia Artificial, que empieza a balbucear sus primeras frases, como hemos visto, para nosotros ininteligibles. El propio Seth nos dice en su libro: "A diferencia de las encuestas, los datos de búsqueda de Google no se crearon como una forma de ayudarnos a comprender la psique humana. Google se inventó para que las personas puedan aprender sobre el mundo, no para que los investigadores puedan aprender sobre las personas. Pero resulta que los caminos que dejamos a medida que buscamos conocimiento en Internet son tremendamente reveladores. En otras palabras, la búsqueda de información por parte de las personas es, en sí misma, información. Resulta que, cuando y donde buscan datos, citas, chistes, lugares, personas, cosas o ayuda, pueden decirnos mucho más sobre lo que realmente piensan, realmente desean, realmente temen, y realmente hacen lo que cualquier persona pueda tener". Seth estudia así, que los hombres y las mujeres mienten sobre el número de actos sexuales y los condones, que los republicanos y los demócratas son igual de racistas, y no es una distinción norte-sur, sino este-oeste, y pasa a radiografiar la psique colectiva, pero como si la sometiera a la máquina de la verdad. No doy más datos porque el libro es aterrador, y falta la segunda parte: lo que Facebook dispone de todos los Wathsapp del planeta. Ya no hay remedio: los gobernantes saben qué pensamos, pero la Inteligencia Artificial, pronto, además de saberlo, va a empezar a atar cabos. El cerebroscopio ya funciona hace años, y no podremos escapar de él.

Compartir el artículo

stats