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análisis

Pennywise: El terror es Eso (III)

Los protagonistas de la miniserie 'It', estrenada en 1990, recuerdan su trabajo en la primera adaptación de la historia de Pennywise

Pennywise: El terror es Eso (III) lp/dlp

Como si fuesen las secuelas de una película de terror en los años 80, el monográfico Pennywise: El terror es Eso regresa por tercera vez. Tras It (Andy Muschietti, 2017) e It: Capítulo 2 ( It: Chapter 2, Andy Muschietti, 2019) ahora le toca el turno al díptico que analizará It (Eso) ( It, Tommy Lee Wallace, 1990), miniserie televisiva que se divide en dos partes en el mismo orden que posteriormente siguieron las películas modernas: una parte para la trama de los niños y otra para los adultos.

Hemos reunido a cuatro de los integrantes del Club de los Perdedores (los niños protagonistas) 29 años después de su enfrentamiento con el payaso. Aquí contamos con la presencia de Brandon Crane (Ben Hanscom), Christopher Adam Faraizl (Eddie Kaspbrak), Marlon Taylor (Mike Hanlon) y Ben Heller (Stanley Uris). En este caso les hemos preguntado por sus escenas favoritas en la miniserie y, saliéndonos de la norma, por algo bastante personal que no se suele preguntar a los niños actores cuando son adultos. Para terminar de redondear esta reunión, también figura Lawrence D. Cohen, quien no solo es el guionista del clásico indiscutible Carrie (Brian De Palma, 1976) sino que es el único que podría presumir de rivalizar con el mismísimo Stephen King en lo que a escribir sobre Pennywise se refiere y, para dar la nota (circense), con el compositor Richard Bellis, cuya labor en esta versión nos parece superior a la de Benjamin Wallfisch con la nueva saga.

Dos partes

Por encima del propio Tommy Lee Wallace (con quien esperamos contar en la siguiente entrega, que es la última) y casi a la zaga con King, quien más nos puede decir sobre el origen del proyecto es Lawrence D. Cohen, quien empezó a trabajar en It mucho antes de lo que el público general imagina. "Allá por principios de 1986", explica, "mi agente en Los Ángeles me llamó a Nueva York para preguntarme si estaría interesado en ocuparme de la adaptación de una nueva novela de Stephen King, entonces todavía no publicada. Eso fue suficiente para mí; inmediatamente contesté que sí. Rápidamente me advirtió de que era larga, realmente larga, lo cual no me desalentó lo más mínimo; quiero decir, ¿cómo de larga podría ser?".

"Al día siguiente", prosigue, "el repartidor de Federal Express llegó a mi puerta peleando con una enorme caja que contenía una copia del manuscrito mecanografiado de Stephen que podría haber servido fácilmente como tope de puerta. Cuando le di las gracias y estaba a punto de cerrar la puerta, me dijo que esperase: había otra caja exactamente igual de pesada que la primera. ¡Juntas, sumaban unas 1.138 desbordantes páginas! Me senté, y tras devorar las primeras cien páginas sin pausa, inmediatamente llamé a mi agente y le dije: definitivamente, quiero hacer esto".

Cohen recuerda que "un día o dos más tarde, me encontraba en un avión hacia Los Ángeles para reunirme con los productores que habían cerrado un acuerdo para convertirla en una miniserie para la ABC, leyendo el resto durante

el viaje de seis horas de avión, y sintiéndome más entusiasmado con cada página".

Aquí llega la pregunta del millón de dólares que hace indispensable la presencia del guionista en este artículo: ¿Cómo tendría que haber sido el It televisivo de los 80? En palabras del guionista, tendría muchas diferencias. "Originalmente", apunta, "el director era George A. Romero y ambos nos dimos cuenta a la vez de que el bloque de tiempo televisivo de dos horas de la época se componía de siete actos intercalados con pausas publicitarias (ahora son infinitamente más)".

"Por pura coincidencia",agrega, " resultó que la novela de Steve también presentaba siete protagonistas principales [los siete miembros del Club de los Perdedores] y eso nos aportó convenientemente la estructura interna para presentar a cada uno de los personajes adultos en su propio acto y entonces retroceder a su historia de la infancia. Fue una afortunada coincidencia casi demasiado buena para ser verdad, y nos aferramos a ella ansiosamente, entusiasmados con que de verdad fuese a funcionar".

El guionista recuerda que "en el tiempo en el que terminé la biblia [fase en la que se decide qué se mantiene de la novela original y qué se descarta] y pasé a la fase de guionizado, hubo varios cambios ejecutivos y rotación en el departamento de miniseries de la cadena, además de previsibles derrumbamientos por parte del departamento de normas y prácticas, cuyo mandamiento número uno era no poner nunca a niños en peligro, irónico teniendo en cuenta que esa era la misma base de la novela".

Más una película que una serie

Para el compositor Richard Bellis lo que terminó siendo It para él estaba más próximo a una película que a una serie. " It", rememora, "era una miniserie, no una serie propiamente dicha. Su emisión tuvo lugar durante dos noches en lo que se llamaba horario de máxima audiencia. Era mucho más parecida a un largometraje que a una serie. Las diferencias principales eran que teníamos una secuencia de créditos principales y una secuencia de créditos finales ambas noches y, por supuesto, había anuncios. Pero estoy convencido de que su estatus de culto se debe a la interpretación de Tim Curry y al hecho de que fue emitida por televisión, lo cual significaba que niños que eran, en muchos casos, demasiado jóvenes para su contenido pudieron verla. Si hubiese sido hecha para su estreno en cines, su calificación hubiese sido al menos PG. Así que, alguien de diez años en 1990 tiene ahora unos cuarenta y el efecto que esa película les produjo continúa vívido".

Ahora Los Perdedores tendrán la oportunidad de recordarnos sus mejores momentos, que a veces son los más difíciles en la miniserie. Para Ben Heller "en mi caso voy a decir mi recuerdo más vívido: rodar una escena con Jonathan Brandis en la que el joven Bill rescata al joven Stan del parque en Silver [la bicicleta de Bill]. Ese fue mi primer día de rodaje, y Jonathan se dio cuenta de que estaba muy nervioso. Fue muy amable, acogedor y asequible, lo cual me ayudó a relajarme y sentirme más cómodo actuando ante él. Entre nosotros siempre hubo una sensación de unión y familia en el set".

Christopher Adam recuerda una escena muy memorable. "Rodar la escena de la ducha fue definitivamente un gran desafío", alude, "ya que había muchos factores en juego durante ese proceso. Primero, las cabezas de ducha usaban aire comprimido forzado a través del agua para crear la impresión de vapor, lo cual era increíblemente ruidoso. Ahora multiplica eso por las cabezas de ducha que hubiese... ¿diez o doce, creo? Ahora añade a eso la maquinaria detrás del set usada para crear la cantidad requerida de presión para el aire y el agua. También había un sistema de altavoces dispuesto, por el que Tommy Lee me daba direcciones, además de Tim diciéndome sus líneas para que reaccionase a ellas, que tenía que ponerse más alto que todo el resto de ruido en proceso. Así que tenía que concentrarme en mi posición, movimientos, reacciones, además no resbalarme de verdad en una ducha mojada y luego interpretar repetidamente que lo había hecho con todo lo demás que estaba ocurriendo al mismo tiempo. Además era una escena en la que actuaba solo frente a Pennywise, así que había cierta presión derivada de eso también".

Para Marlon Taylor su escena más memorable no era terrorífica pero le daba otro enfoque al dicho que algo vaya rodado. "Lo que más recuerdo", recapitula, "fue tener que rehacer mi carrera hacia la cantera, porque el director la quería más dramática, así que me lancé rodando colina abajo y en ese momento me hice daño, y luego cuando voy a ver la escena un par de meses después cuando han hecho el montaje, me encuentro con que han elegido la primera que hice, en la que simplemente corría colina abajo...".

En el caso de Ben Heller la escena más memorable para él... realmente lo era también para casi muchos espectadores. "Sin duda", afirma, "nunca olvidaré la escena en la que bajamos por la escalera a la alcantarilla con los otros Perdedores y descubrimos el pompón de Pennywise en el agua. Estaba realmente aterrado, no solo por las horripilantes vibraciones causadas por estar en un túnel que había sido literalmente diseñado para sacar pacientes muertos de una institución mental sin ser vistos. Me aterrorizaba estar horrible porque era el primer plano en el que no estaba haciendo ningún tipo de gag de niño gordo así que en mi cabeza ¡¡¡todo!!! dependía de ese momento".

Actores infantiles

Es inevitable preguntarle a los intérpretes que interpretaban al Club de los Perdedores por qué tantos actores infantiles sufren problemas al llegar a la adolescencia e incluso trastornos más severos. Interesados por la cuestión, todos tuvieron mucho que decir. Brandon Crane considera que "a pesar de lo divertido que es, hay muchas desventajas ligadas a ser un actor infantil, que hacen más fácil que puedas terminar cayendo. En primer lugar, hay mucha presión. Tienes que aprender tus diálogos, ensayar, trabajar con cambios de guion de última hora, con meticulosidad en el peinado, maquillaje y vestuario, conseguir incluir ahí tus tres horas de trabajo escolar cada día, y en definitiva ser profesional a toda costa. Sabes que el tiempo es oro".

Además, Crane recalca que "estás rodeado de gente que insiste en lo especial que eres". "Recibes", prosigue, "un montón de elogios por tu trabajo, por cómo te comportas e incluso por tu éxito. Es posible que pases a estar definido por esos elogios, incluso volverte adicto, así que una vez que las cosas se calman, tu autoestima puede desplomarse y no es culpa tuya. En mi caso, trabajé lo justo pero nunca se me fue de las manos. Todavía pude asistir a un colegio normal. Tuve algún problema de ajuste porque creía que si recibía el aprendizaje correcto, lo cual hice, en la universidad y rendía en el teatro, podría hacer esto toda la vida. No fue así para mí y ajustarme a esa realidad no estuvo exento de cierta dificultad".

Ben Heller toma el turno para añadir que "unas cuantas circunstancias negativas que se me ocurren son cosas como un decrecimiento abrupto para conseguir trabajos, cambios físicos que reducen la comerciabilidad de la apariencia de una persona, o un cambio drástico en la capacidad de uno mismo para ser disciplinado en cuanto a mantener tus armas actorales afiladas. La industria del entretenimiento es un negocio complicado de navegar para cualquiera, independientemente de su edad. En mi caso, me sentí muy afortunado de tener la oportunidad de estar en el film y trabajar junto a tantos actores talentosos. Tenía un punto de vista realista sobre que podría no volver a trabajar nunca, así que siempre estuve de algún modo preparado mentalmente para eso y perseguí otros intereses de futuro. Sin embargo, nunca ha entrado en mis planes dejar de actuar completamente. Para mí, actuar es otra forma de tratar de comprender mejor a la gente y la vida".

Fama

Christopher Adam profundiza más. "La fama es rara", asegura para recordar que "es una extraña, voluble y a veces abrumadora bestia. Y no es para todo el mundo. Yo tuve la fortuna durante mi carrera actoral de niño, y como DJ de adulto, de ser moderadamente famoso... Y puedo decir sinceramente que no querría ser más famoso. La privacidad empieza a desaparecer paulatinamente, y a veces desaparece de golpe. Tu vida, de repente deja de ser tuya y se vuelve una experiencia compartida. Eso trae consigo un conjunto totalmente nuevo de limitaciones, expectativas y presiones y si no estás preparado o no eres adaptable, puede ser muy irritante. Además, perder tu identidad puede ser devastador".

Marlon Taylor se muestra tan certero como tajante. "Si quieren mi opinión", advierte, "cualquiera que se dedique al entretenimiento tiene problemas serios. El que diga lo contrario, miente. Cuando te haces adulto y ya no eres tan popular es cuando realmente se vuelve un tanto difícil conseguir un trabajo, eso te puede conducir a tener ciertos problemas serios, y estar en este negocio es así, te puede llevar a tener problemas muy serios. Así que hay gente que puede encajar eso de la forma correcta, pero no todo el mundo puede, hay gente que se rompe bajo la presión. Pero siempre que te rodees de gente buena y tengas una base sólida y fuerte, creo que puedes superar todo eso".

Espero que las experiencias que han compartido con nosotros los chicos del Club de los Perdedores nos enseñen precisamente lo que hay que hacer para evitar ser un perdedor frente a un monstruo peor que Pennywise: la fama.

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