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Cine | IX Muestra de Lanzarote

El cine canario se gradúa

Un conjunto de cinco cortometrajes autóctonos de reciente producción, algunos estrenados ya en diversos certámenes europeos, constituyen hoy el eje principal de la Muestra de Cine de Lanzarote tras concluir ayer la presentación de los siete largometrajes de la sección competitiva y la totalidad de la retrospectiva sobre la sal que ha venido ofreciendo el festival dentro de la sección Trasfoco y que nos ha proporcionado sorpresas del calibre de El mar inmóvil (2017), de la cineasta grancanaria Macu Machín; Araya (1959), de la venezolana Margot Benacerraf o My Name is Salt (2013), de la directora india Farida Pacha.

La organización de la Muestra, que busca en este apartado específico - Cruce de caminos- la diversidad temática y la libertad formal de los cineastas isleños ante el gran desafío de la creación, pone también el acento en Lanzarote como granero de personajes que han aportado a la isla un valioso legado cultural, como son los casos que se muestran en los documentales Juan Brito: Tamia, de Alfonso Palazón, y Pillimpo, de Rafael Montezuma, dos testimonios muy bien armados acerca de sendos personajes interesados en profundizar, a través de sus actividades en el ámbito de la artesanía, la escultura y la investigación de hondas raíces antropológicas, en nuestro pasado más lejano.

En La historia de la historia, Cayetana Cuyás surca las agitadas aguas del conceptualismo, intentando incidir en la controversia sobre la legitimidad del arte y los orígenes libertarios del proceso que nos conduce al universo de la creación. La película no pretende ser, ni lo intenta en modo alguno, un sesudo ensayo sobre tan complejo asunto, pero arroja las suficientes cargas de profundidad como para avivar esta controversia con testimonios y opiniones más dispares de personajes directa o indirectamente asociados al mundo de los creadores.

Selfie, la última pieza de la multipremiada cineasta canaria Nayra Sanz, tampoco defraudó nuestras expectativas pues la suya es, si cabe, una de las películas más inteligentes, inspiradas y rompedoras que se han presentado este año en el certamen conejero. Su propensión natural a condensar sus ideas cinematográficas en un conjunto de imágenes enigmáticas que no dejan a nadie indiferente, cobran esta vez un mayor sentido ante la cruda realidad de ese mundo monitorizado, gris y cuasi apocalíptico que nos dibuja en diez escasos minutos de proyección y a través de apenas media docena de tomas.

La sección de cine canario concluyó con Tarik, de Ersin Cilesiz, un corto de 23 minutos que narra, a través de un estilo clásico impoluto, las vicisitudes de una pequeña familia de refugiados que intenta alcanzar la frontera sirio-turca antes de que los soldados del ISIS consigan detenerlos.

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