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Emily Dickinson, en defensa del encierro

La poeta estadounidense se recluyó durante más de 20 años en su casa familiar en Nueva Inglaterra y, por último, sin franquear el umbral de su habitación propia

Emily Dickinson, en defensa del encierro

En su Poema 1705, la poeta Emily Dickinson transita por sus coordenadas interiores a través de las metáforas de los volcanes en Sicilia o Sudamérica. "Yo juzgo desde mi Geografía", enuncia el poema. "Dispuesta a escalar - un cráter donde Yo pueda contemplar / el Vesubio en Casa", culmina, con esa 'puntuación selvática' de mayúsculas y guiones que salpica su poesía. Ese último verso encierra la definición de Emily Dickinson: una poeta en erupción, un estallido de versos entre cuatro paredes, porque Emily Dickinson fue una poeta en un cuarto y un mapa poético propio, doméstica pero nunca domesticada, que no temió nadar y quemarse con la lava de su ingenio.

En esta cuarentena de confinamiento forzoso, el encierro libre de Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830 - 1886), quien se recluyó durante más de 20 años en su casa familiar en Nueva Inglaterra y, por último, sin franquear siquiera el umbral de su habitación propia, alienta esa reflexión colectiva sobre el aislamiento social como posibilidad de sumersión en el océano de las ideas propias, lejos de la superficie a la que, hoy en día, regresamos una y otra vez en busca de la respiración de los otros.

A lo largo de una vida de recogimiento, Dickinson escribió alrededor de 1.800 poemas de una honda intensidad enigmática, con un lenguaje experimental que dotó de una puntuación propia y un ritmo de balada musical irrigados de simbologías, alegorías, elipsis y métrica rota. Sin embargo, de ese caudal poético apenas seis poemas vieron la luz a lo largo de su vida y bajo seudónimo, aunque la respiración propia excepcional de su universo lírico la erigiera a título póstumo en una de las referentes universales de la poesía protomodernista en lengua inglesa, junto a su contemporáneo Walt Whitman, situado en el extremo opuesto del radicalismo dickinsoniano con su verso libre e infinito.

Por su parte, Dickinson compuso una poesía intensa, sucinta, que enmarca una mirada irónica e incisiva pero, sobre todo, metapoética y multidireccional, como ese monte Vesubio que emana versos desde un cráter sin fondo. El escritor Enrique Vila-Matas se refirió una vez a esta expedición hacia sus profundidades como "la brisa Dickinson": "Como si el mar se retirase y mostrara un mar más lejano y al final sólo viéramos la conjetura de series de mares no visitados por las costas. Puede que éste sea el efecto o, mejor dicho, la brisa Dickinson".

Y es que la poeta, en un desafío silencioso contra las convenciones machistas de la sociedad y la literatura decimonónicas, emprendió una investigación minuciosa de los senderos y posibilidades de la poesía como quien explora las fronteras y potencialidades de sí misma. Su Poema 466 ilustra ese búsqueda poética e interrogante como una forma de estar en el mundo: "Yo vivo en la Posibilidad - una casa mejor que la Prosa - con Ventanas más numerosas - óptima en puertas".

En este poema reside, como en otros tantos, la "ambigüedad o contradicción Dickinson", ya que para abrir todas sus puertas interiores tuvo que poner cerrojos al mundo exterior y parapetarse en su habitación propia, lo que también transmuta su búsqueda en una huida.

La idea de que para escribir con un lenguaje propio debes aislarte del ruido del mundo cobra sentido en una sociedad tradicional retrógrada que confinaba a las mujeres a las tareas del hogar y los cuidados, sin posibilidad de acceso a la educación, la independencia y, en definitiva, la libertad. Sin embargo, la cuestión adquiere una dimensión distinta en el contexto de la sociedad contemporánea de la sobreinformación y la hiperconexión, donde suplantamos las puertas interiores por ventanas e hipervínculos que nos alejan o, incluso, nos entretienen de nosotros mismos. En este sentido, ¿no conquistó Emily Dickinson la cima de su libertad de pensamiento con la llave del lenguaje, que es quizás la única forma de libertad posible?

Lo más probable es que Dickinson se confinara en una habitación propia para escapar de un confinamiento más atroz: el patriarcado. Su encierro fue una forma de rebelarse contra la constricción de los mandatos misóginos donde nunca hubiese tenido cabida su poesía desencorsetada, porque no existe peor reclusión que un prejuicio.

En este sentido, la poeta tuvo la fortuna de poder acceder a una formación en una academia femenina durante siete años y de contar con la complicidad poco habitual de su padre para cultivar su poesía, como ilustra una escena de la película A quiet passion (Historia de una pasión), de Terence Davies, un bellísimo biopic sobre la poeta protagonizado por la actriz Cynthia Nixon. En esta secuencia, su cuñada Susan Hungtinton Dickinson, una de las escasísimas personas a quien Dickinson mostró su poesía en vida -y a quien algunos biógrafos han relacionado en el plano amoroso-, sorprende a la poeta en plena escritura durante la madrugada. "Mi padre lo permite; ningún marido lo haría", le confiesa la poeta a la luz de las velas. "Esta es la mejor hora, cuando el mundo duerme en silencio".

Por supuesto, no fueron escasos los desencuentros con su padre, sobre todo, debido a sus reservas en materia religiosa, puesto que su familia, asentada en Nueva Inglaterra en la primera oleada migratoria puritana, profesaba una estricta religión protestante que, en muchos aspectos, influyó en la mirada de Dickinson. "¡Tu alma no es un asunto trivial!", manifiesta su padre en otra de las escenas de la película, a lo que la poeta responde: "Estoy de acuerdo, padre. Por eso conservo su independencia con tanta meticulosidad".

Tal vez el reverso más hiriente de esta independencia fuera la renuncia, pues Dickinson solo vivenció el amor a través de su poesía, que plasmó en numerosos versos pasionales y explosivos en los que anunciaba que: "El Amor es anterior a la vida / Posterior a la muerte". Ante el temor al matrimonio como otra forma de confinamiento, la poeta cultivó las grandes relaciones de su vida por vía epistolar, siempre a través de la palabra, que recubría de poesía con sus envelope poems (poesía en los sobres), editados por primera vez en castellano junto a sus cartas en el volumen ilustrado Preferiría ser amada (Nórdica, 2018), Premio al Libro Mejor Editado, con traducción de Abraham Gragera e ilustraciones de Elia Mervi. Y fue su hermana menor, Lavinia Norcross Dickinson, apodada Vinnie, la que fuera su cómplice hasta el final de su vida en casa sin que mediara el papel, quien se atrevió a mencionar la posibilidad de su alienación interior: "No podemos mantener la vida a raya, Emily".

A medida que la lava de su poesía consolidaba el futuro reconocimiento de una de las mejores poetas de todos los tiempos, Emily Dickinson fue apagándose en la soledad de su encierro. En su búsqueda del Paraíso a través del lenguaje, donde soñaba con la inmortalidad del Amor, la poeta fue muriendo por la Belleza, como ilustra su poema homónimo publicado bajo este mismo título en una edición de Literatura Random House, dentro de su colección Poesía Portátil: "Morí por la Belleza, pero apenas / pude acostumbrarme a mi tumba, / una que murió por la Verdad / se instaló en el cuarto contiguo. / Me preguntó suavemente por qué caí. / Por la Belleza, respondí".

A la edad de 56 años, Dickinson se apagó para siempre en el aislamiento de su hogar familiar al contraer la enfermedad de Bright, y dejó tras de sí un legado de baúles atestados de cientos de poemas inéditos, numerados y sin títulos, que desempolvó su hermana Vinnie. Palabras liberadas de su confinamiento e inmortalizadas para siempre en la historia de las letras, que, como ese verso final de No es que el morir nos duela tanto, anuncian: "Nosotras -somos los pájaros- que se quedan".

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