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Mil perdones

Use Lahoz construye en 'Jauja' una potente novela de aliento chejoviano llena de recuerdos

Mil perdones

María Broto viaja en Jauja al pasado, al tiempo que realiza un recorrido geográfico desde Barcelona al pueblo en el que pasó su infancia. A sus casi 40 años, esta odisea íntima permite al personaje creado por Use Lahoz entender que el pasado "es más imprevisible que el futuro (en el pasado que evoca halla varías Marías en las que no se reconoce) y que los significados de las palabras que estrenaba de niña han cambiado. Nada significa lo mismo que antes...". "Padre", "amor", "libertad" o "jauja" no tienen "nada que ver con el valor que ella les daba entonces. Asistir al entierro de su padre, a quien no veía desde hacía 25 años, transforma el presente exitoso de María en una realidad mucho más frágil".

María Broto está representando El jardín de los cerezos, de Chejov, "su representación soñada, en la que su personaje, Luiba Andreivna y su familia se ven obligados a vender el jardín y la casa en la que transcurrió parte de su infancia, de manera que María Broto, por fuerza, se verá reflejada en ese texto y también, una vez llega al pueblo y ve a sus abuelos, obligada a, como dice su personaje en la obra 'mirar a la verdad a la cara aunque sea una vez en la vida'.

Jauja es para su autor una novela sobre "la imposibilidad de sostener ciertos sentimientos y ciertos afectos a lo largo de la vida y sobre los perdones pendientes que acarreamos, con nosotros mismos y con los demás. Junto a ese tema principal, el perdón, se desarrollan otros, muy constantes en mis novelas: la ausencia de familia y al mismo tiempo la necesidad de ella (para esos hijos de nadie, mis personajes siempre son hijos de nadie), el dinero y la lucha de clases (siempre presente, las desigualdades sociales es además un tema muy contemporáneo) o la infancia, pero en el sentido menos clásico, no como 'patria', sino como 'se es de donde se crece libre'. Por eso María, al volver a ese 'jardín' recuerda con emoción su infancia, porque ese periodo en el que 'era la ignorancia su nombre' estaba a salvo, no solo del porvenir sino también de la verdad". Todo ello, tratando de ser fiel a esa "ilusión de cierto realismo literario" y teniendo en cuenta que "una novela no puede ser un escenario para la venganza sino un escenario para ajustar cuentas con la vida, asimilar ciertos golpes, o pelear contra el paso del tiempo".

Chejov decía que las imágenes provocan pensamientos "pero los pensamientos no provocan imágenes. Es decir, si no lucho, sufro, amo, perdono, traiciono no puedo escribir sobre ello. Chejov es uno de los culpables de la novela, una influencia evidente, como también dos películas fundamentales en mi vida, que tratan sobre el teatro y esa necesidad humana de representar el mundo, como son Tío Vania en la calle 42 de Louis Malle y otra más reciente, Sils María, de Olivier Assayas. El uso de distintas voces narrativas y distintos tiempos obedece a esa ilusión de impresionismo, con el que se emparenta a Chejov, de ahí las digresiones de María desde el presente, necesitaba de ellas para configurar a partir de 'impresiones' lo que había sido su vida hasta este momento, a hasta estos dos días en los que transcurre la novela".

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