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ANÁLISIS

Diez razones para ver 'Blanco en blanco', la película canaria del año

Diez razones para ver 'Blanco en blanco', la película canaria del año

El largometraje Blanco en blanco, dirigido por Theo Court, llegó a los cines de España. Se trata de un acontecimiento cultural de primer orden para la industria cinematográfica canaria y para la ciudadanía en general. Aquí van diez razones para no perdérsela, para acudir a uno de los lugares más seguros que existen ahora mismo, los cines, y olvidarnos de esta extraña realidad, cerrar los ojos y abrirlos a esta historia en el confín del mundo:

1. Porque es una película canaria. No es que haya sido rodada mayoritariamente aquí (que también), o que salgan nuestros paisajes (que también), o que participen actores y técnicos canarios (que también), sino que la titularidad mayoritaria de esta coproducción hispano-chilena es de una empresa y unos productores que tributan en Canarias, El Viaje Films, liderada por José Alayón, junto a Marina Alberti, José Miguel Viña y Jamie Weis, y son ellos los que han estado al frente de las decisiones y responsabilidades de la película, los que han sido capaces de conseguir fondos europeos, iberoamericanos, estatales y regionales para armar una compleja producción de cine histórico. Canarias se convierte así no solo en objeto de filmación o destino de rodajes, sino que da un paso y pasa a ser el sujeto que produce esas filmaciones que luego recorren el mundo.

2. Por saborear una joya multipremiada en festivales y alabada por la crítica, que se estrenó nada menos que en el festival más antiguo del mundo, la Mostra Internazionale d'Arte Cinematografica La Biennale di Venezia, dentro de la sección Orizzonti. Fue la primera película canaria seleccionada en Venecia, donde acabó alzándose con dos galardones, el de mejor director y el premio de la crítica de su sección. Estamos, por tanto, ante una obra de altura, casi monumental en algunos aspectos, a caballo entre el cine histórico, el western y el drama, pero atravesado por la potente mirada de su autor.

3. Por las memorables interpretaciones de sus protagonistas. Bien merece pagar una entrada por ver la sutileza y el patetismo de la gran estrella chilena Alfredo Castro o los delirios de ese animal de la interpretación que es el austríaco Lars Rudolph, en absoluto estado de gracia. La película descubre también a la niña tinerfeña Esther Vega, que le bastan dos escenas para convertirse casi en el centro del relato, y recupera la faceta interpretativa del cineasta grancanario David Pantaleón, un cuatrero al que casi no le hacen falta palabras para intimidarnos con su presencia.

4. Porque trata temas muy cercanos a Canarias. De entrada, al espectador le puede parecer remota la Tierra del Fuego, el límite sur del continente americano, pero ese fotógrafo que llega y se fascina por lo que encuentra y que no entiende su sociedad y sus normas, es en realidad un arquetipo muy habitual de la historia del cine y muy repetido en la historia de Canarias, donde también tuvimos nuestros ilustres viajeros europeos, como Humboldt o Jean Blaubboer. Además, aquí sabemos mucho de grandes terratenientes y caciques, como ese enigmático Mr. Porter de la película. Pero más allá, el choque de fondo entre los colonos y los indígenas locales (los selknam) muestra un claro paralelismo con la lucha entre los castellanos y los antiguos canarios durante la conquista, batallas, matanzas y un muy silenciado exterminio indígena, palabra tabú para la mayoría de la sociedad isleña.

5. Por la apabullante belleza visual de las imágenes. Por un lado la película refleja los extremos paisajes nevados de fin del mundo, y por otro muestra una delicada iluminación para los interiores, atrapando el brillo de una vela o la tenue luz de un amanecer que se cuela por la ventana. En este sentido, el trabajo en la dirección de fotografía del también productor José Alayón es absolutamente prodigioso y convierte la película en una auténtica experiencia estética.

6. Por disfrutar y reconocer los paisajes tinerfeños dentro de la película, sobre todo Las Cañadas del Teide con sus grandes retamas pero, también, el incesante viento de Teno Alto o las antiguas casonas de Buenavista del Norte, todo ello integrado en una historia de la Patagonia gracias a la magia del cine.

7. Por el talento creativo de jóvenes canarios que han hecho posible esa magia, como el trabajo en el guión del tinerfeño Samuel Martín Delgado, que tras su faceta más experimental, retoma la senda de la narrativa lineal y observacional de sus primeros trabajos ( Slimane o el corto Malpaís). O por escuchar la banda sonora del grancanario Jonay Armas, en su trabajo más radical, pero siempre cargado de emotividad. Pero el cine requiere muchas personas, y ahí está el trabajo de Silvia Navarro en el arte, de Atri Galván en el vestuario, de Oscar Santamaría como ayudante de dirección, de Cris Noda o Marta Calero en el equipo de cámara, de Natán Hernández en iluminación, o de Patricia Estévez o Miriam Apeles en el equipo de producción, entre otros.

8. Porque es una película sin padrinos, despolitizada en el mejor sentido de la palabra. Resultó muy significativo que en los preestrenos realizados en las dos capitales canarias el 23 y 24 de julio no acudiera ni un solo representante público (político) de las instituciones que han apoyado la película, como el Gobierno de Canarias o el Cabildo de Tenerife. Fue un preestreno sin fastos, con cercanía, donde los acomodadores eran los propios productores. Cine sin oropel y honesto.

9. Porque es la mejor ocasión para volver a las salas de cine, para recuperar ese espacio de descubrimiento y experiencias que es la pantalla grande, para salir de casa y disfrutar de cultura segura y apoyar a los exhibidores. Luego no nos quejemos si cierran los cines.

10. Por la impresionante escena final. Si no te convence ninguno de los motivos anteriores, realmente merece la pena pagar una entrada solo por asistir a la escena final, uno de esos cierres inolvidables, en la línea de la coreográfica danza del demiurgo de Fellini ½, llena de locura, horror, poesía, humor y magia al mismo tiempo. Una performance brutal donde lo controlado se fundió con lo imposible.

Blanco en blanco se proyecta desde el viernes 31 de julio en los Multicines Monopol de Las Palmas de Gran Canaria, en los Multicines Tenerife y Yelmo Cines Meridiano de Tenerife. En agosto llegará al TEA y el Festivalito de La Palma. Será difícil volver a verla en pantalla grande y, si lo hacen, será difícil quitársela de la cabeza.

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