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En el umbral de una estrella

La prosa de Josefina de la Torre sale a la luz en ‘La Novela del Sábado’, una colección para evadirse de la realidad

En el umbral de una estrella

Se diría que poco cabe añadir sobre una creadora cuando su nombre figura en una de las nóminas literarias españolas de mayor prestigio, la Generación del 27 reseñada por Gerardo Diego en 1934. Todas las nóminas artísticas, y en todas las disciplinas, son cuestionables aun cuando el paso del tiempo las afianza como poso patrimonial. Lo extraño, por minoritario, es que una de sus integrantes sea capaz de mostrar episodios creativos dispares que lejos de menguar precisan detenimiento más allá de la mención, y que, a medida que quedan al descubierto componen, como hojas de abanico, un todo funcional y dinámico, casi mistérico.

Esto ocurre con Josefina de la Torre. Un poliedro de creatividad cuyas múltiples expresiones: Poesía, Teatro, Música, Cine, no dejan indiferente a quien indaga en el cofre de su vida reabierto en 2001, año en que es rescatada de un silencio voluntario que había impuesto a su vida, no así a su creación, tras el fallecimiento de su esposo, el actor Ramón Corroto, a comienzos de los años ochenta del pasado siglo.

Tuve la suerte de conocer a Josefina de la Torre en el epílogo de su vida, durante los largos y productivos meses del año 2000 en que me reunía con ella varias tardes por semana en su domicilio madrileño de la Ribera del Manzanares. Meses de descubrimiento continuo entre legajos, revistas, epístolas, poemarios manuscritos, fotografías de cine y teatro de sus interpretaciones en el María Guerrero, en el Teatro de la Zarzuela o con su propia compañía de comedias, vestidos de estrenos teatrales, menciones honoríficas, premios literarios y cinematográficos, grabaciones sonoras de sus actuaciones como soprano y partituras de sus recitales, alguna compuesta por ella misma, fotos y autógrafos de celebridades artísticas y políticas que ofrecen un marco sugerente de la España sociocultural de la primera mitad del siglo XX…Y también épocas de silencio trasmutadas en páginas de dolor tras la Guerra Civil y el posterior exilio de la mayor parte de sus coetáneos y amigos. Un sinfín de documentos listos para desempolvar, catalogar y seleccionar que Josefina de la Torre había ido atesorando y datando con extremo detalle, con especial esmero en lo literario y cinematográfico, consciente, sin duda, de que entre aquél caudal de vivencias se escondían páginas de relevancia para la intrahistoria cultural española del siglo en que vivió.

En el umbral de una estrella

Fue una experiencia gozosa hojear sus álbumes, su libro de Autógrafos, su guardarropía, mientras la propia Josefina contextualizaba cada carta, cada objeto, cada foto, construyendo un relato magnífico que desbordaba los márgenes de su vida y su intensa creatividad y arrojaba luz sobre una o varias épocas de la Cultura española, con sus actores principales, desde la República hasta la posguerra. Me propuse hilvanar la apariencia de compartimentos estancos que mostraba su frenética actividad artística desde su infancia y adolescencia en Canarias hasta su juventud, madurez y vejez en Madrid. Y así ocurrió en 2001 en la Residencia de Estudiantes de Madrid bajo el título Los Álbumes de Josefina de la Torre, la última voz del 27. La Exposición fue un detonante, con réplicas en Gran Canaria y Tenerife, que actuó de palanca para colocar de nuevo en la escena pública a un singular poliedro de matices llamado Josefina de la Torre. A las exposiciones siguieron los actos del Centenario de su Nacimiento que tuve el honor de dirigir en 2007 y que tendrían un primer resultado: su ingreso en la Academia Canaria de la Lengua, y varias localizaciones con su nombre en su isla natal: una calle, una sala en el Teatro Cuyás, una biblioteca pública a orillas de la Playa de Las Canteras y un instituto de educación secundaria, incluso un hidroavión contraincendios del Ministerio de Fomento del Gobierno español llevó su nombre durante largo tiempo a modo de homenaje y restauración de una memoria histórica que en España cojea fuertemente en el lado femenino. Desde entonces, como era previsible, el interés por la figura y la obra de Josefina de la Torre no ha hecho más que crecer y me atrevo a afirmar que así será por tiempo indefinido.

Pero regreso a las conversaciones mantenidas con Josefina en aquel año de cambio milenario, charlas que ella trufaba con silencios que yo aprovechaba para tomar notas y confeccionar un mapa de su quehacer artístico construido desde una acción multidisciplinar no premeditada que se hizo visible desde su infancia en el escenario de la casa familiar en la Playa de Las Canteras. La propia autora hilvanaba el relato atribuyéndole un orden de importancia, innegociable, a cada faceta artística, como una telaraña, compleja y jerarquizada, en cuyo centro reinaba sin discusión posible la Poesía.

Un entramado que ha permitido depositar en la memoria colectiva su voz poética, epígono del mejor modernismo canario (Tomás Morales, Saulo Torón, Domingo Rivero), y portavoz con voz propia de la Vanguardia española compartida con sus coetáneos de la Generación del 27, -fue Pedro Salinas quien acuñó la expresión “Muchacha Isla” para referirse a la singularidad de la poesía de Josefina de la Torre-, en cuya nómina Gerardo Diego sólo incluyó a dos mujeres: Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre .

Si la conversación sobre su obra poética comenzó hace dos décadas no así la de toda su obra escrita. Las páginas que siguen recogen las únicas dos novelas, de las que se tenga conocimiento, firmadas por la autora de Poemas de la Isla. Publicadas en la editorial Cid en 1954, Memorias de una Estrella y En el Umbral hacen el número 87 de la colección La Novela del Sábado. Una serie por entregas que recibió el favor de un público que acudía puntual cada sábado a los quioscos a por un ejemplar de aquellas novelas breves, en pequeño formato, que salían a competir con las por entonces popularísimas novelas de vaqueros o de amor e intrigas. De hecho, hubo otras colecciones de novelas breves que vieron la luz en España bajo el título genérico de La Novela del Sábado, pero ninguna tuvo la trascendencia, tanto por la nómina de los autores como por la popularidad adquirida, de la publicada en editorial Cid entre los años 1953 a 1955, y que alcanzó la nada despreciable cifra de cien números publicados. Cien novelas cortas entre las cuales encontramos veintiuna novelas originales, ideadas para esta colección, firmadas por catorce mujeres escritoras, entre ellas, Ana María Matute, Carmen Laforet, Elena Quiroga, Mercedes Ballesteros, Dolores Medio o Elisabeth Mulder. Además se reeditaron novelas cortas de Emilia Pardo Bazán y Concha Espina y un cuento firmado por Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber). “La primera mitad de la colección de estos libritos la publicó la editorial Tecnos a razón de 64 páginas cada uno, extensión en la que parecen encajar la mayoría de estas novelas. Continuó la colección otra editorial, Cid, que decidió aumentar a 80 las páginas por libro y, magia potagia, las novelas que se publicaron a partir de esa nueva época ocupan casi al dedillo esa extensión. Nos gustaría ver los manuscritos originales de algunas de las obras porque nos tememos lo peor”. Una apostilla para bibliófilos y eruditos que pone de relieve la web escritoras.com, y que traigo a este prólogo porque, magia o no, lo cierto es que aquella primera edición de Memorias de una Estrella en 1954, con la inclusión del relato En el Umbral, se edita con la extensión señalada por la editorial, de lo que cabría deducir, siguiendo este razonamiento, que este último relato pudo haber sido el resultado de un ajuste de páginas.

Y hablando de ediciones, rescato el apunte de la doctora en Literatura Hispanoamericana Selena Millares quien afirmó en su conferencia en el marco del Centenario Josefina de la Torre: Modernismo y Vanguardia en 2007, que la misma editorial Cid realizó otra edición de Memorias de una Estrella y En el Umbral “en un libro colectivo junto a relatos de Edgar A. Poe, Charles Dickens y Carmen Laforet”. No precisa Millares si se trata de una edición en español o bilingüe.

La Novela del Sábado concitó, como ha quedado dicho, enorme popularidad en los quioscos de la época. Su bajo precio, seis pesetas, contribuyó a ello en una España necesitada de medios para evadirse de la pobreza y la angustia de la posguerra. Esto en lo sociológico, en lo literario, La Novela del Sábado ha despertado el interés de investigadores como José María Gutiérrez (La Novela del Sábado (1953-1955): catálogo y contexto histórico literario. CSIC, 2004), quien advierte sobre el hecho de que (…) “la importancia de La Novela del Sábado fue que agrupó y fundió en una sola colección dos polisistemas diferentes y sucesivos: el de entreguerras y el de postguerra, dándonos con dicha conjunción la imagen exacta del polisistema literario español en la segunda década del franquismo. En ella aparecen la flor y nata del XIX, como Pardo Bazán, Galdós, Clarín, Valera; autores del 98, como Baroja, Azorín, Miró, Benavente y Marquina; algunos autores de la preguerra que lograron escapar adscribiéndose al régimen y algunos escritores de la posguerra, como Cela, Delibes, Zunzunegui, Torrente, García Pavón y Neville, entre otros. Memorias de una estrella es, pues, una novela breve, concebida para cierto tipo de público. Pero, a pesar de ello, no es una novela formulada para que cupiera en el canon de la novela rosa. El texto comienza utilizando el viejo recurso del manuscrito encontrado, que está, como poco, desde La Celestina o el Quijote, pero que no parece muy prototípico de este tipo de literatura”.

Memorias de una Estrella es una suerte de trasunto de las vivencias de Josefina de la Torre en el Cine. No una narración autobiográfica pues la protagonista, Bela Z, es descrita por la autora con mirada distante, desde un punto de vista subjetivo. Pero el contexto, la trama, los personajes secundarios, la atmósfera, puede interpretarse que desprenden un cierto desquite frente a la superficialidad que, según palabras de la propia Josefina, envolvía a la incipiente industria cinematográfica española. No por casualidad, el paso de Josefina de la Torre por el cine fue intenso pero fugaz, apenas un lustro a comienzos de los años cuarenta que le brindó, no obstante, la ocasión de estar delante y detrás de la cámara. Y aun cuando la mayor parte de sus películas tuvieron lugar al lado de su hermano Claudio de la Torre, desempeñando labores varias incluida la de ayudante de dirección (aunque nunca figuró en los créditos como tal), fue requerida por otros directores en alza como Julio de Flechner, José María Castellví o Edgar Neville. Pero la actriz, guionista y ayudante de dirección abandona los platós en 1944, en el momento de mayor éxito, justo cuando logra un galardón en los Premios Nacionales de Cinematografía por el guión de la película Una herencia en París, del director mexicano Miguel Pereyra, basada en la novela Tú eres él, firmada por Laura de Comminges, seudónimo de Josefina de la Torre en la colección La Novela Ideal.

Tras el golpe de Estado y la inmediata Guerra Civil, Josefina regresa, previo refugio en la embajada de México en Madrid, a Canarias en compañía de su hermano Claudio y la esposa de éste, la también escritora Mercedes Ballesteros. A las dificultades impuestas por la Guerra se une la delicada situación de la economía familiar, circunstancias que afrontan haciendo lo que mejor saben: escribir. De esta necesidad surge la colección La Novela Ideal, novelas cortas firmadas con seudónimos: Laura de Comminges, (Josefina de la Torre), Rocq Morris, (Claudio de la Torre) y Silvia Visconti, (Mercedes Ballesteros). En 1938 aparece el primer número de la colección, City Hotel, de Rocq Morris, le siguen Idilio bajo el terror, de Laura de Comminges, y Mi marido es usted, de Mercedes Ballesteros. La colección llegó a los 37 números, y siempre con tramas similares que alternaban lo policíaco y detectivesco, los amores y los desengaños… “Novelas de amor e intrigas para señoritas de provincias”, me aseguró la propia Josefina en su casa madrileña. Una sentencia sobre aquella aventura editorial , -“una forma de ganarse la vida en tiempos difíciles”, añadió-, exenta de menosprecio pero contundente respecto a la nota de corte que su riguroso filtro de literatura marcaba para distanciarla de su poesía y de su prosa poética, como la contenida en Versos y Estampas. Pero el paso del tiempo se ha encargado de conferir a La Novela Ideal otro cariz más sugerente: el de vivero de embriones de guión cinematográfico. Además del citado Tú eres él, Josefina de la Torre adaptó otros títulos de esta colección a guiones cinematográficos, es el caso de La rival de Julieta y Matrimonio por sorpresa, ambos de 1941 y firmados por Laura de Comminges, seudónimo que también utilizó para firmar un guión original titulado Un rostro olvidado.

La escritura en prosa fue, por tanto, más frecuente de lo pensado en la autora de Versos y Estampas. Como instrumento nutricio o como exploración creativa, lo cierto es que siendo ya octogenaria Josefina de la Torre siguió escribiendo en verso y en prosa, y algunas de estas últimas, publicadas en revistas literarias españolas, que serían recopiladas con posterioridad por el poeta y editor norteamericano Carlos Reyes bajo el título Hojas Sueltas, publicado en 2001 en Estados Unidos en edición bilingüe.

Escribir como actitud ante la vida para esta artista singular que recorrió la práctica totalidad del siglo XX a lomos de la escritura. Memorias de una Estrella y En el Umbral son, según su autora, formas ligeras, partes blandas de su cosmovisión literaria. Nada que objetar si así lo quiso Josefina, pero quien se adentre en estas páginas descubrirá entre sus líneas jirones de una época quizá no tan superada, y a conmoverse incluso con la aparente ingenuidad de aquellos lectores españoles que, casi un siglo atrás, acudían puntuales a los quioscos para hacerse con una entrega de La Novela del Sábado, en busca, quizá, de un pasaporte para escapar de una realidad hueca y fea.

La periodista Alicia R. Mederos investiga la vida y la obra de Josefina de la Torre. Es autora del prólogo del libro ‘Memorias de una estrella. En el Umbral’

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