Pianista

Maria João Pires: “Distanciarme en el confinamiento de todo el estrés diario y los viajes me vino bien”

Maria João Pires, en concierto.

Maria João Pires, en concierto. / Andrea G. Torres

Andrea G. Torres

La pianista portuguesa Maria João Pires es una de las leyendas del piano del siglo XX. Sus grabaciones de sonatas y conciertos de Mozart son una referencia para intérpretes y aficionados. Después de un descanso obligado por la pandemia, que le ha venido muy bien, vuelve a celebrar conciertos en España.

Comencemos hablando sobre la situación de la música en vivo.

Estoy muy contenta de que España siga abierta a celebrar conciertos, sobre todo teniendo en cuenta todas las salas de todo el mundo que están cerradas a día de hoy. No tengo miedo por todo lo que está pasando, lo que no significa que no respete las normas de seguridad o que sea una negacionista, que crea que hay un complot. Para nada. Hago todo los que me piden que haga: mascarilla, distancia... pero no quiero vivir con miedo.

¿Cómo ha pasado los últimos meses con la actividad concertística bajo mínimos y con las restricciones de viajes?

No me puedo quejar, no he rechazado tocar en conciertos o viajar por motivos laborales después de los seis primeros meses en los que todo estuvo cerrado. Como decía antes, no quiero vivir con miedo. Me sentía muy mal por toda esa gente que está perdiendo sus trabajos en el ámbito artístico, pero al mismo tiempo estaba contenta de poder parar por una vez, de estar en casa y estar callada, simplemente pararse y pensar. A mí distanciarme de todo el estrés diario y los viajes me vino bien. La mayoría de mis conciertos se cancelaron, pero toqué en algunos y sustituí a mis colegas en otras actuaciones que tenían programadas.

¿Podría detallar un poco más este aspecto?

Sí, actué en vez de Martha Argerich o András Schiff. Me encantan estas sustituciones porque estás ayudándoles a cumplir con compromisos que no podrían salir adelante y es algo bueno que piensen en ti para ello. Además, me fascina el hecho de que estas sustituciones siempre vienen en el último momento. Eso me encanta, que suponga un desafío, no que esté todo programado dos años antes. De hecho, pensar en un concierto a largo plazo me pone muy nerviosa cuando salgo a escena. Sin embargo, cuando las actuaciones salen más espontáneas lo llevo mejor.

“La música clásica se ha convertido en un producto más que vender a la gente”

Esa naturalidad con la que habla de desafíos y riesgo en lo que a la actividad concertística tiene mucho que ver con el vídeo de usted que se hizo viral en 2013 junto a Riccardo Chailly y la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam.

En aquel momento lo pasé mal. Llegas al primer ensayo con la orquesta y el maestro con tu concierto preparado, con los matices que quieres darle, con todo pensado sobre cómo quieres que sea tu interpretación, y cuando la orquesta empieza a tocar te das cuenta de que no es la misma obra. No te vas a venir abajo, tienes que seguir, no tiene que ver con que seas un gran músico o no, creo que va en el carácter. Por suerte el Concierto n.º 20 de Mozart lo había tocado unos meses antes y mi cabeza y mis dedos lo recordaban. Los músicos tenemos una memoria bastante especial, pero de haberlo tocado unos años antes en vez de unos meses, no habría podido seguir el ensayo.

En cuanto al repertorio. Sus versiones de compositores canónicos como Mozart, Beethoven, Schubert... son reconocidas en todo el mundo, pero ¿alguna vez ha tenido curiosidad por explorar nuevos repertorios? ¿Hasta qué punto las casas discográficas condicionan qué se toca?

Curiosidad por la música la tengo siempre, sin importar qué tipo. He probado repertorios más contemporáneos y centrados en el siglo XX, pero la amplitud de las manos que exige este repertorio no se ajusta a mi fisonomía, y por eso me he visto limitada. En cuanto a las casas discográficas, hace seis años dejé de trabajar para Deutsche Grammophon, con quienes he grabado durante toda mi carrera, casi treinta años. No me identificaba ya con sus políticas. No he tenido ningún problema, pero sentía que ya no quería seguir formando parte de esta discográfica. Los tiempos cambian.

¿Cuáles son esos cambios?

La música clásica se ha convertido en un producto más que vender a la gente. Se ha vuelto muy comercial, así que los artistas están obligados a servir a los intereses comerciales de las discográficas. Esto lo cambia todo, especialmente para los jóvenes artistas, que se ven obligados a convertirse en un producto que vender en el mercado, en vez de desarrollarse como artistas y tener su propia voz e independencia. Un artista debe ser creativo, trabajar sobre la partitura y ofrecer algo nuevo que te defina a ti y a tu trabajo. Necesitamos un espacio para crear que debe mantenerse puro, sagrado, donde no tiene cabida ningún interés de ningún agente externo, y menos aún verse corrompido por el objetivo de vender discos, que hoy en día se ha convertido en la prioridad. Las carreras de los jóvenes artistas están planificadas en base a esa prioridad. Terminan por convertirlos en simples objetos que vender; ya no hay un artista con criterio, hay un personaje que vender. Llegados a este punto, quienes acepten firmarán sus contratos y serán famosos, quienes no lo hagan, serán unos completos desconocidos. No tengo nada en contra de la música comercial, pero no me gusta que los artistas supediten su talento a ese afán de vender a cualquier precio, incluso hasta el punto de que destruya todo el trabajo que han hecho con anterioridad. Creo que la situación se ha vuelto muy peligrosa.

“Pensar en un concierto a largo plazo me pone muy nerviosa cuando salgo a escena”

¿Qué ha sucedido con ‘Partitura project’?

Terminó el año pasado, era un proyecto muy interesante. El objetivo era crear un espacio de colaboración y creatividad artística, pero a día de hoy no podemos tocar juntos. El punto más fuerte era que participaremos en él gente muy distinta, con concepciones sobre la música completamente diferentes y conseguimos ayudar a mucha gente. Quizás este tipo de iniciativas no deberían prolongarse demasiado en el tiempo. Este proyecto podrá volver o no, pero no es necesario que lo haga. Muchas veces nos lamentamos sobre las cosas que eran buenas en el pasado y ya no están. En vez de eso deberíamos ser positivos y ver qué cosas nuevas nos va a deparar el futuro.

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