Como si se tratase de la película Footloose, de 1984, sobre un pueblo de Chicago donde estaba prohibido bailar, la situación de los y las bailarinas de espectáculos, ocio nocturno y animación turística de Canarias lleva camino, tras casi once meses de prohibición, de superar ese largometraje para convertirse, directamente, en un film de terror.
Según los datos de casi 80 compañías de la comunidad autónoma, la crisis sanitaria generó durante los últimos seis meses de 2020 aproximadamente 2,5 millones de euros de pérdidas.
“Bastante incierto”, dice sobre el futuro de su profesión la bailarina canaria Lía Sánchez Herrera, de 29 años. “Tengo ilusión y esperanza en que todo esto algún día termine y podamos subirnos al escenario de nuevo y hacer disfrutar a la gente con lo que realmente nos apasiona”, añade la joven.
Como en otros países del mundo, los nuevos casos de coronavirus son propagados mayoritariamente por los jóvenes, de ahí el cierre del ocio nocturno, que ha herido de muerte al sector. Además, las nuevas normas destinadas a impedir que los jóvenes se reúnan en masa también han afectado a los ciudadanos de mayor edad, que se han quedado sin establecimientos hoteleros donde disfrutar de los habituales espectáculos de ocio para turistas.
“El tema es bastante complejo”, asegura por su parte la bailarina profesional Nisa Alemán Cuesta sobre las medidas que deberían tomarse. “De inicio es necesario prohibir todas las mascarillas de tela que no sirven para nada… Eso me parece importantísimo y, quizás, unas medidas de control de PCR en origen o incluso en el aeropuerto horas antes de viajar, algo que solucionaría la seguir dad del turismo que nos llega”, concluye.
