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Cine | Festival de San Sebastián

Sor Benedetta, el amor carnal y Dios

La nueva película de Paul Verhoeven narra una historia de fe, enajenación y sexos apagados y henchidos, basada en hechos reales, en una ciudad italiana

Un fotograma de ‘Sor Benedetta’. | | LP/DLP

Si la hermosérrima monja Benedetta Carlini es una mentirosa compulsiva, como le escupe el todopoderoso prior en ese momento Muhamar el Gadafi del final del filme, o si dispone efectivamente de teléfono rojo con el Altísimo, solo lo saben ella y Dios, ni siquiera, estoy seguro, el propio director y coguionista Paul Verhoeven. Benedetta, la nueva película del director neerlandés de tanto buen cine (a mí gusta destacar Starship Troopers, 1997), narra una historia de fe, enajenación y sexos apagados y henchidos basada en hechos reales que se desarrolla en la ciudad italiana de Pescia en tiempos en los que la Iglesia era el Poder absoluto y a las mujeres díscolas con el dogma se las ejecutaba sin más achicharrándolas en la hoguera.

Benedetta, exhibida en la sección Perlas, son, sobre todo, dos historias de amor verdadero, la de la monja con Dios, un dulce veneno espirituoso que le fue inoculado por la familia desde la más tierna infancia, y el que va creciendo entre la iluminada y la novicia Bartolomea. Puedes pensar que el diablo ha aprovechado un resquicio en los muros del convento para colarse en él. También puedes optar a creer, como Benedetta, que el maligno es en realidad Él, solo que se ha querido manifestar a través de esa relación a todas sombras pecaminosa.

La muy recomendable película del director de Instinto básico (1992) no se equivoca en su destino, que es trascender con mucho la anécdota del mero filme erótico entre monjas descarriadas dentro de un convento. Porque Verhoeven va conduciendo de forma inteligente al espectador por un incierto camino de suaves aristas y puntiagudas hacia la traca final, despistándolo si es necesario, haciéndole pensar, especialmente al más kinky, que va a asistir a un catálogo de practicas de sexo BDSM.

A todo esto, en San Sebastián, ciudad de arraigada tradición piadosa, Dios volvió a hablar. Si el viernes su cielo se oscureció y tronó acompañado de una feroz lluvia tras la proyección de la irreverente Titane, los dos días que siguieron de cielo encapotado y persistente chirimiri se abrieron, de repente, a un radiante cielo azul desde que Benedetta, encarnada por la actriz Virginie Efira, hizo acto de presencia en la ciudad. Pero la fuerza de Benedetta en Donostia llegó a 2590 kilómetros de distancia. A los diez minutos de iniciarse el domingo el visionado en el Teatro Principal donostiarra, justo en el momento en que Benedetta niña hacía el primer milagro, empezaba a erupcionar en La Palma un nuevo volcán.

Lo más interesante de Arthur Rambo, en Sección Oficial, la nueva película del francés Laurent Cantet, director que con La clase (2008) ganó la Palma de Oro en Cannes, no es contraponer la vida en los banlieus parisinos llenos de población inmigrante con la de los barrios burgueses del centro, ni entre el creciente populismo agresivo de derechas y la izquierda moderada y complaciente. No. Arthur Rambo trata del efecto de las redes sociales en nuestras vidas. El lúdico y amable, y el perverso e invasivo. O de cómo nuestras acciones en las redes nunca son inocuas. No solo pueden ser usadas por otros para hacernos daño, también configuran nuestra personalidad, la modulan. Se equivoca torpemente quien todavía piense que hay una separación entre lo que haces offline y online.

«Me interesa ver y mostrar la complejidad de nuestro mundo, me veo muy concernido con lo que veo a mi alrededor e intento resituarlo, aportándole emoción, metiendo lo que siento en la piel de personajes», afirmó Cantet en rueda de prensa. «El personaje de Arthur Rambo es muy representativo de esta época, ha nacido con las redes sociales, pero no comprende ni su funcionamiento ni su dimensión. Hay que entender que cuando estás en una red social te diriges al mundo entero. Las palabras que uno escribe tienen mucho peso, un peso que no medimos, porque, aunque se borre, ahí puede seguir, en los ordenadores de mucha gente».

Preguntado sobre «si Twitter representa el nazismo actual», Laurent Cantet negó la mayor. «La simplificación que viene inherente a los mensajes en las redes sí da pie a que se genere mucha violencia». Es significativo en este mismo sentido, apuntó la productora del filme, Marie-Ange Luciani, que Facebook lo creara Mark Zuckerberg como forma de vengarse de una ex novia.

Adiós. De Distancia de rescate, de la peruana Claudia Llosa, en Sección Oficial, delego si me lo permiten mi opinión en el crítico Carlos Boyero. Pasen y lean, debe de haberse publicado hoy. La vimos en butacas contiguas en la saala grande del auditorio Kursaal y sus gestos desesperados, los continuos vistazos a su móvil motorola del prejurásico, su cruzar y descruzar de piernas para aquí y para allá, sus miradas perdidas a cualquier parte del recinto menos a la pantalla, me hace presagiar que piensa como yo, y lo expresará mejor. Lo único positivo es saber que si Netflix ha pagado este paquete producido por los hasta ahora muy prestigiosos cineastas chilenos Juan de Dios y Pablo Larraín, miles de cineastas jóvenes tienen razones para pensar que no está todo perdido. Hay oportunidad.

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