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Cine | Festival de San Sebastián

El realizador Paolo Sorrentino filma su “Amarcord”, su “Cinema Paradiso”

‘Fue la mano de Dios’ es una historia de inspiración autobiográfica sobre la llegada de Maradona al Nápoles | Johnny Depp recibe el Premio Donostia

Paolo Sorrentino. | |

La escena se desarrolla en la ciudad de Nápoles en los 80 del siglo pasado, con su equipo de fútbol a punto de fichar al astro argentino Diego Armando Maradona, nadie en la ciudad se cree que algo así pueda ocurrir, «¡son cosas que se publican para vender periódicos!». Fue la mano de Dios, el nuevo filme del italiano Paolo Sorrentino, cuenta una historia de inspiración autobiográfica. Fabietto es el más joven de la familia. Su experiencia con mujeres es nula y tiene una tía, Patrizia, en la estela de las voluptuosas mujeres características del cine italiano, de la que está perdidamente enamorado. Pero Fabio no hace otra cosa sino observar.

Paolo Sorrentino se auto homenajea -y homenajea al cine- en un hilarante, emotivo e inteligentísimo filme que tiene como grandes antecedentes en su país los filmes Amarcord (Federico Fellini, 1973) y Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988). Del filme de Tornatore, Fue la mano de Dios toma su delicado y profundo sentimentalismo. Del igualmente oscarizado filme de Fellini sus personajes estrambóticos, su desvarío, su exuberancia, su surrealismo.

«Para ser director de cine hace falta tener cojones», le espeta a Fabietto el director de cine local Capuano. «Tiene además otra ventaja, las mujeres guapas solo se acuestan con los hombres valientes». Fabietto quiere marcharse a Roma a hacer películas y Capuelo trata de convencerlo para que ruede en Nápoles. «¿Me vas a decir que no puedes contar mil historias aquí?», le espeta una madrugada mirando a la ciudad iluminada.

A carcajada limpia. Toda la primera parte del filme, producido por Netflix, es una deliciosa, delirante, desternillante comedia. Es Amarcord, la parte que más se goza. El rosario de personajes característicos es interminable. La segunda parte es Cinema Paradiso. El filme torna a lo reflexivo, pues hunde su necesidad en explicar el conflicto que hace al joven tomar la decisión que, quizás, podrá cambiarle la vida. Lo que ya sabemos es que, si finalmente Fabietto coge el tren a Roma, se convertirá en lo que hoy por hoy es, uno de los mejores directores de cine del mundo.

Máscaras

La estrella de Hollywood Johnny Depp entró puntual en la abarrotada sala de ruedas de prensa del Kursaal a las cinco y media de la tarde de ayer. Por la noche le entregaban el Premio Donostia del festival. Más que Eduardo Manostijeras (Eduardo Manostijeras, Tim Burton, 1990), el personaje que él mismo destacó sobre sus casi 100 papeles en el cine, el actor parecía Jack Sparrow (Piratas del Caribe, Gore Verbinski, 2006). Lucía bigote, una gran gorra negra sobre un pañuelo gris que le cubría la frente, camisa de cuadros azules y marrones, los brazos profusamente tatuados, anillos gruesos en los dedos, muchas pulseras en su muñeca izquierda, un collar de cuentas color coral y gafas de pasta negra con los cristales ahumados.

Johnny Depp. | | REUTERS

La segunda pregunta que se le formuló fue sobre la polémica por la concesión del premio. Cuando el festival comunicó la decisión, la asociación Cima de mujeres cineastas lo criticó acusando al actor de maltratador por las denuncias de su expareja, la actriz Amber Heard, en 2016. El director del festival, José Luis Rebordinos se defendió: «El objetivo [por la igualdad] es el mismo, las opiniones diferentes». La realidad es que esas denuncias todavía no han sido juzgadas. Johnny Depp, por lo tanto, no ha sido sentenciado ni menos condenado.

«La situación es muy compleja cuando te enfrentas a algo tan alucinante y sobrecogedor, estas cosas te golpean desde muchos ángulos», dijo Depp. «Quizás hace años los movimientos que surgieron lo hicieron con las mejores intenciones. Sin embargo, hoy están tan descontrolados que nadie está seguro. Si estás armado con la verdad, es lo único que necesitas», zanjó.

El intérprete de Willy Wonka (Charlie y la fábrica de chocolate, Tim Burton, 2005) transmite cierta sensación de ausencia. Su voz es grave y pausada. «Como actor, tu primera regla es estar dispuesto a desnudarte, a caerte de bruces por las distintas elecciones que haces en el proceso. De niño tuve mucha suerte, porque empecé viendo películas mudas en la televisión, de Charlie Chaplin, Buster Keaton o Lon Chaney Sr., que era el mejor. Ellos hacían enormes esfuerzos para transformarse y poder representar sus papeles. De joven me aficioné a las películas de terror, es lo que me unió a Tim Burton. Lo que me gustaba de esas películas era que te podías ocultar detrás de las máscaras, podías olvidarte de la carga y la gravedad que significa ser quién eres. Me siento más cómodo delante de una cámara que siendo yo mismo en un tren».

Fotograma de ‘Fue la mano de Dios’, de Paolo Sorrentino. | | LP/DLP

Le preguntan al actor que dio vida a Cry-Baby (El lágrimas, John Waters, 1990) por su famosísimo Sparrow y contesta que, si tiene oportunidad, lo volverá a hacer. «Nunca me va a abandonar un personaje que es capaz de devolverle la sonrisa a los niños que lo pasan mal en los hospitales». Sobre Hollywood opina que es una «máquina de hacer cine con algunos fallos en el engranaje, y yo me alegro de haberlos descubierto. Hollywood ha subestimado a los públicos de manera grotesca», sentencia.

Para terminar, el intérprete de Gilbert Grape (¿A quién ama Gilbert Grape?, Lasse Hallström, 1993) se confiesa cuando le preguntan sobre el Premio Donostia: «Me preocupaba si mi presencia aquí iba a ofender a la gente. No lo quería, porque lo único que yo hago es hacer películas. El hecho de que, quizás por error, ha surgido mi nombre de un sombrero para darme a mí el premio me hace sentir humilde».

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