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Un experimento con alma

El veterano trío Saint Etienne entrega su álbum más arriesgado, asentado en las ambientaciones intimistas y los ‘tempos’ pausados

El grupo Saint Etianne en una imagen promocional.

Quizá lo suyo haya sido siempre demasiado sutil, y su irregular ritmo editorial no ha ayudado, pero Saint Etienne, un grupo hoy poco presente en el debate musical, representa una exquisitez pop siempre abierta a ideas que han cogido al mundo con el pie cambiado. Y ahora, a estas alturas, tras 30 años de carrera, entregan su álbum más arriesgado, este I’ve been trying to tell you, en el que la noción de canción se desdibuja en una marejada de ambientaciones intimistas, tempos pausados e hipnóticos, y construcciones asentadas en el sample.

Saint Etienne llega hasta aquí tras entregar esbeltos álbumes continuadores de su canon pop (el último, Home counties, 2017) que, pese a sus virtudes, dieron modestas alegrías comerciales. Así que, de perdidos al río, los londinenses se dejan extraviar en un mundo paralelo muy de su gusto, el de la insinuación y la atmósfera, dejando el estribillo fuera de foco y elaborando un cambiante collage de viñetas sugerentes que toma ideas de la estética musical de la banda sonora, del dub o incluso del post-rock (oigan la dinámica de guitarras de I remember it well). Y lo que termina haciendo de todo ello un distintivo álbum de Saint Etienne es la voz de Sarah Cracknell, más frugal y susurrante, pero en sintonía con los momentos más recogidos de un Sound of water (2000). Pero el álbum presenta un poco más de cercanía conceptual con al menos una parte de su segundo trabajo, So tough (1993): la de los interludios peliculeros y los samples. Aquí no hay trofeos pop incontestables como Avenue o You’re in a bad way, pero el trío retoma su manera de integrar pistas ajenas en canciones propias y la lleva más lejos: si entonces fueron The Who o la banda sonora de Peeping Tom, ahora acuden a fuentes más inesperadas, como Natalie Imbruglia, cuyo Beauty on the fire se funde con el código genético del melancólico Pond house. Otros préstamos vienen de artistas como Lightning Seeds, Honeyz o Tasmin Archer.

Las constantes de Saint Etienne se relajan apuntando hacia un paisaje etéreo transmisor de cierta nostalgia de los años 90, y que se acerca al clima emocional de aquel único y recordado álbum de One Dove (con producción de Andy Weatherall). El grupo se asienta en un patchwork posmoderno que deriva hacia el exotismo (Fonteyn), un ambient naturalista (Little K) o chill de puesta de sol (Penlop).

La cultura musical de Saint Etienne es vasta (recordemos el tratado literario Yeah! Yeah! Yeah!, de Bob Stanley), y la procesa para dar a I’ve been trying to tell you muchas capas de matices y significados. No hay que dispensar a este álbum la misma mirada que a los anteriores: es una versión deliberadamente sesgada de su arte pop, pero con genuinos reflejos de su inteligencia y su alma.

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