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Foto fija de gato y perra

La escritora Sara Mesa y el ilustrador Pablo Amargo firman ‘Perrita country’, una novela sobre la relación de animales y humanos

Una de las ilustraciones de Amargo. | | LP/DLP

Sara Mesa escribió su último libro, Perrita Country (Páginas de espuma) con una idea: «Más que trabajar la tensión y el ritmo, me he detenido en el trabajo de la estampa narrativa, es decir, en la contemplación». Una contemplación compartida por el trasiego y la quietud, las miradas y los silencios de dos acompañantes muy especiales, una perra adoptada en un albergue de animales (Perrita Country, que da título al libro) y un gato (Ujier). La narradora -que no protagonista- es una joven profesora que reinicia su vida en una nueva casa, lejos de otra época, probablemente de otro hogar.

Sara Mesa. | |

Sara Mesa. | | David Orihuela

Sara Mesa no es ya aquella revelación de la literatura española fue finalista del premio Herralde en 2013 y que ganó el Ojo crítico en 2015; es una realidad que acaba de publicar una pequeña joya que brilla aún más con las ilustraciones de Pablo Amargo (The New York Times, Jot Down Magazine, The New Yorker...), uno de los creadores asturianos más reconocidos mundialmente.

Pablo Amargo. |

Pablo Amargo. | David Orihuela

Perrita Country es una novela contemplativa y por eso lo que menos importa es la trama. Es una narración en la que la observación es clave. Una suerte de ventana indiscreta al mundo animal, o tal vez a nuestro propio mundo, aunque observar a otras personas no sería lo mismo. En palabras de la autora: «La idea de la observación es clave, pero la naturaleza de los objetos contemplados también”, porque “observar a otros seres humanos genera una serie de inferencias que en el caso de los animales no se pueden dar. Ellos son mucho más misteriosos».

Y quien observa es la autora, la narradora humana, pero lo es más todavía el lector, que se detienen en las imágenes creadas por la palabra escrita y por las ilustraciones de Pablo Amargo. Ese observador somos todos, incluidos Perrita y Ujier, los únicos que tienen nombre junto a Victorpe, el amigo de la profesora, el que la ancla a la realidad de las mudanzas y la compra de pienso para sus mascotas (¿o es ella la mascota de perrita y gato?). Ella, esa joven recién mudada, que estrena la piel protectora de una nueva casa, no tiene siquiera nombre al que se pueda agarrar el lector, porque no importa; simplemente son los ojos del que lee, del que observa. Tanto que ni siquiera la propia autora se había dado cuenta de que ha escrito sobre la mujer sin nombre. «A decir verdad, ni siquiera me había planteado que no tiene nombre, es decir, que más irrelevante no puede ser», reconoce.

Y no es que el nombre haya desaparecido, es que nunca existió. Perrita Country es un libro al que con el paso de otoños y pandemias se le han ido cayendo hojas. Mesa empezó a escribirlo hace años, «pero ahora no me encajaba». Fue puliendo, deshojando e invirtiendo «mucho trabajo en el orden narrativo, en decidir qué escenas iban antes y después», porque Perrita”es también un libro cinematográfico, de cámara fija.

«Me costó mucho más de lo que había imaginado, porque al final se trataba de seleccionar, de escoger instantáneas que surgen del estado de contemplación y del desconcierto de la narradora», explica la autora, que dice que «los detalles son importantes, pero no todos los detalles, ni mucho menos; hay que encontrarlos como quien busca piedrecitas en la playa, coger y descartar».

Esas instantáneas son las de Perrita Country y Ujier, con el cameo del pajarillo Pelón”. La narradora se plantea al inicio de la obra cómo será la convivencia de un gato, con toda su «personalidad», y un perro. Pero no es una novela animalista. «No entro en ese debate, que, por otro lado, me parece interesante», dice Mesa, que añade que lo que hace con su escritura «es indagar en el misterio de las relaciones entre animales y personas o, yendo aún más lejos, entre seres de diferente naturaleza». Más allá de que a ella le «fascinen» los animales, cree que «no podemos ser amigos de ellos, ni ser iguales; pensar eso es infantil y egoísta por nuestra parte». A la autora le interesa «cuestionar esos tópicos, digamos antropocéntricos, pero también aquellos otros que ridiculizan a las personas que aman a los animales, en especial el de la vieja loca con gatos o el de la solterona con perro, algo muy misógino».

Una suerte de ventana indiscreta al mundo animal, o tal vez a nuestro propio mundo

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Esas instantáneas son también las que dibuja Pablo Amargo, una narración, una historia, paralela a la que escribe Mesa. Tiene una idea de la ilustración que consiste en «en huir de la literalidad». Por eso «en los libros para adultos (como es el caso) plasmar en imágenes lo mismo que sucede en el texto es algo más propio del siglo XIX que del siglo XXI».

En Perrita Country, Amargo sigue esa premisa, la de ilustrar «no lo que sucede, sino lo que se sugiere». Lo corrobora la escritora al explicar que «lo que ha hecho Pablo no es ir al hilo de mi imaginación, ya tiene él muchos hilos propios». Y está encantada de que así sea. «Que aceptara trabajar sobre este texto me hizo tremendamente feliz», reconoce, y confiesa que admira muchísimo “su manera de entender la ilustración, tan justa, tan exacta y simbólica, y en ciertos aspectos, creo, también cercana a mi modo de entender la narrativa. Así que esta Perrita Country, que no ladra, suena mucho mejor gracias a su trabajo. Es un honor -asegura- tenerlo de compañero en este libro”.

Una novela breve que no necesita más que esas 111 páginas (ilustraciones incluidas) para que el lector decida también pararse a contemplar lo que está leyendo, lo que está viendo y lo que lo rodea. No es necesario extenderse en detalles que ampliarían el número de páginas y los conocimientos del lector sobre los personajes, pero que limitarían su imaginación. «Yo soy defensora y amante de las formas narrativas breves. Y estos textos misceláneos, a medio camino entre la novela y el cuento, me atraen mucho», resume, para concluir, Mesa

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