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Mikel Herrán Arqueólogo y escritor / Autor de ‘La historia no es lo que es’

«Alrededor de la arqueología aún quedan ladrones y tramposos»

Mikel Herrán (1991, Zaragoza) acaba de publicar ‘La historia no es lo que es’. La Provincia

Arqueólogo especializado en el mundo árabe e islámico, estudiante de doctorado en la Universidad de Leicester y autor de ‘La historia no es lo que es’, Mikel Herrán (1991, Zaragoza) se mueve como pez en el agua en un canal divulgativo de YouTube en el que acumula más de 130.000 suscriptores y es conocido como @PutoMikel.

¿A qué viene @PutoMikel?

Un amigo se pasaba todo el santo día llamándome puto Mikel, puto Mikel, puto Mikel... Y puto Mikel me quedé. Era mi arroba en Twitter, pero aún no sabía que iba a tener tanto éxito. Es algo que genera preguntas y censuras. Fue un experimento que elegí con libertad y que se ha quedado conmigo, a pesar de los problemas que me ha generado en la universidad.

¿Cómo se vive en el Reino Unido el «desenganche» de la Europa comunitaria?

Yo estoy allí de casualidad, porque fue el sitio en el que me becaron [Universidad de Leicester] y al final esto funciona con dinero. Resido en Inglaterra, pero me vengo a casa en cuanto puedo ya que mi investigación es sobre Al-Andalus. Lo del Brexit es algo que tendrán que solucionar otros, aunque los problemas sean para todos.

¿Y los desfases de Johnson?

A mi círculo más cercano ya no le gustaba antes de los últimos escándalos, pero la única duda es si seguirá siendo primer ministro mucho tiempo más.

¿Su libro suena a revisión de la historia?

El revisionismo histórico no agrada a todos los investigadores, pero es necesario. Repasar lo que ocurrió en una batalla, un evento o un fenómeno relevante no es adulterar la historia, es intentar buscar otras perspectivas que el tiempo ha podido sesgar. Si hay una buena praxis y las herramientas son las adecuadas, indagar esas alternativas no tiene que crear ningún tipo de alarma.

Defiende que «la historia no hay que aprendérsela de memoria» pero, sin embargo, la historia tiene memoria, ¿no?

Esa relación emocional es inevitable y está presente en nuestras vidas a través de las fórmulas que se siguen para llevar un episodio histórico a una serie de televisión, a una novela o al guión de una obra de teatro. El pasado es algo que podemos controlar, e incluso mejorar, pero no olvidar. Que yo quiera saber más datos de los viajes de Colón a América no cambia el final de la historia.

¿La historia no acaba cuando entregas un examen al profesor?

No... Aunque sea a modo de entretenimiento, es muy importante no quedarse en las clases de Historia que te enseñaron en el instituto para preparar la selectividad... Hay que ir un poquito más allá y dejarse sorprender.

¿Su alta actividad en redes sociales le convierte en un arqueólogo 3.0, 4.0 o 5.0?

Desconozco el punto cero en el que me encuentro [ríe] pero es evidente que los investigadores tenemos serios problemas para comunicar lo que estamos haciendo porque vivimos encerrados en nuestro mundo. Eso es algo que trato de corregir a través de YouTube. La disonancia entre los conocimientos que acumula la gente y lo que realmente hacemos es grande pero la historia, y nunca mejor dicho, está cambiando. Hay que fomentar una comunicación más liviana, desprovista de esos adornos que no todo el mundo consigue entender, que llegue al gran público.

¿Usted es lo más parecido que hay a un Indiana Jones de las redes sociales?

Sí, pero sin tanto glamour y, sobre todo, con menos objetos robados y trampas.

¿Cuesta mucho cambiar, no el discurso pero sí el chic académico, para adaptarse a las reglas que dominan las redes sociales?

El mundo digital no tiene nada que ver con el hecho de dar una clase. Además, en las redes sociales se da una interacción casi permanente porque aunque yo marque el tema a debatir siempre hay alguien que propone otros. Un profesor tiene que cumplir un programa y no se puede permitir el lujo de centrarse en un asunto que le pida un alumno. Sé que a muchos les puede resultar algo frívolo que un suscriptor me pregunte por qué en la Edad Media la gente no se duchaba, pero la respuesta que escoges y cómo lo conectas con la historia no lo es... Adecuar el rigor a la curiosidad de una persona es otra manera de explicar la historia.

¿Hay muchos tramposos en el mundo de la arqueología?

El tráfico de antigüedades es real y se acelera en aquellos territorios en los que se desencadena algún tipo de conflicto armado. A partir de ese instante misteriosamente aparecen artículos de un valor extraordinario en Sotheby’s y en otras casas de subastas. A pesar del control que ejercen estas firmas para evitar el tráfico de artefactos robados nos encontramos con piezas que fueron sustraídas el otro día y que, en cambio, las cuelan como si hubieran sido halladas en un yacimiento hace 80 o 90 años. Sí. Alrededor de la arqueología aún quedan ladrones y tramposos. El mercado negro domina el mundo, no solo en este sector sino en general. Si una antigüedad de Irak llega a una casa de subastas pero se saqueó en 1950 no existe ninguna base legal para condenar el movimiento de mercado que está a punto de cerrarse.

¿Es como decir que quien hizo la ley hizo la trampa?

Es como intentar ponerle puertas al campo... Estos chanchullos se seguirán haciendo con total impunidad: el arte nunca pierde valor.

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