La Provincia - Diario de Las Palmas

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Paco Juan Déniz, calidad de vida

Sus pinturas surrealistas llevan directamente

a otros mundos de alucinación soñadora

Una obra de Paco Juan Déniz.

La Data Journalist de Statista, Mónica Mena, analiza una encuesta de Ipsos a 20.504 adultos, menores de 75 años, en 30 países, efectuada entre noviembre y diciembre de 2021, sobre las fuentes de felicidad potenciales. A nivel mundial sale ganando con un 54% la salud y el bienestar físico, con un 53% la salud y el bienestar mental, el 49% la relación con la pareja, igual porcentaje del 49% que la vida tenga sentido, y luego siguen los hijos, las condiciones de bienestar, la seguridad, el control sobre la vida, el estar en la naturaleza, el buen trabajo y el tener más dinero.

Comenta Mónica: «Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Esta conocida expresión es el estribillo de una canción española muy popular que tiene mucho de verdad en su letra. Y es que, aunque quizá estos tres aspectos no sean las únicas cosas que hay en la vida, sí que es cierto que son fundamentales para la mayoría de las personas».

Cuando vemos una pintura surrealista como la de Paco Juan Déniz, su colorido, su figuratividad fantástica en paisajes oníricos, llevan directamente a otros mundos, psicodélicos o de alucinación soñadora, pero producidos en una mente abstraída de las preocupaciones de la salud, el dinero y el amor, volanderas en la creatividad de la mente libre, donde muchísimas veces se abren puertas que dividen sus cuadros en dos, la de un mundo onírico y el pasadizo, por la puerta, a otro mundo más onírico.

Paco Juan Déniz, en un estudio situado en una de las calles ocultas y traseras y rústicas de San Mateo, gracias a la maestría de Rafael Franquelo, entró en ese mundo onírico y quedó ahí durante años, mostrando una riqueza mental, psicoanalítica, que la academia había dado por superada en los vertiginosos años 80 y 90 del siglo pasado, cuando Dalí pasó de moda y la abstracción y el conceptualismo, lo «povera» o lo transvanguardista, ocuparon su lugar. Pero Paco Juan Déniz, como buen surrealista, ha aguantado el tirón porque sobrevive en lo subconsciente o en lo inconsciente, colectivo o no.

En el Manifiesto Surrealista, de 1924, de Breton, se definía el surrealismo como: «Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral».

Sin la intervención reguladora de la razón, es decir, sacando del artista la canalización de que sea capaz como verdadero chamán de la sociedad en la que esté inserto. Y un chamán nunca desaira al público, ni se deja llevar por él, por eso resiste y muestra el color de la naturaleza misma. Suprimida la intervención argumental de la razón, el nutriente principal es el automatismo y la libre asociación, que saca sus imágenes del tesauro inconsciente, y repetimos, por eso Paco Juan Déniz soporta la presión académica y se evade de todas las corrientes auspiciadas por unas determinadas genialidades de cada tiempo.

Es así que Dalí, también, fue un verso suelto cuando el arrastre de las modas en movimiento continuo no pudo con él. Cuando el surrealismo se politiza, y tiende a la izquierda, resisten Dalí o Eluard, y se dividió el movimiento en dos.

Son los que más se separan de la ideología los que quedan con mayor pureza en el mar nutriente del subconsciente o en el del inconsciente.

Como las religiones, generadoras de arte, si se politizan pierden fuerza propia y desaparece la libertad imaginativa. La pureza de Paco Juan Déniz puede estar en su equidistancia artística a posiciones ideológicas y, por tanto, su inspiración directa en el subsuelo de su masa pensante, no contaminada por corrientes que dictan desde el exterior lo que hay y lo que no hay que pensar o decir. Qué fuerza, por ejemplo, la portada del libro Rumores Paganos, de 1980, de Ángel Sánchez, Víctor Ramírez y Rafael Franquelo, ilustrada por un Paco Juan Déniz de los auténticos, donde arrastraba a sus autores a la subconsciencia, o a lo inconsciente icónico, y los excusaba de las peticiones ideológicas. Tal es la fuerza de su pintura que anula la prosaica y tóxica corriente social y los convierte a todos coherentemente en poetas puros de la elegía, la égloga y la oda, donde siempre impera el color y la alucinación y pierden las ideas que, frecuentemente, son plúmbeas y aburridas.

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