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Teatro

‘Tito Andrónico’, el éxito del fracaso

Unahoramenos moderniza el sangriento drama de Shakespeare con ‘Tamora’ que se representa en una mesa circular rodeada de gradas y situada en la trasera del coliseo

Una escena de ‘Tamora’, de Unahoramenos, anoche, en el Teatro Pérez Galdós. | | JUAN CASTRO

Llevar a escena Tito Andrónico es una de las apuestas más arriesgadas y complejas que pueda realizar cualquier compañía de teatro. Pero no solo porque se trate del drama más crudo y salvaje escrito por Shakespeare, sino porque su aureola de mal fario, acreditado con los innumerables desastres que han padecido todos aquellos que se han atrevido a escenificarla, ha hecho que muy pocas productoras hayan tenido la valentía suficiente para enfrentarse nuevamente a ella. Pero esta leyenda, que seguramente tenga algo de verdad y mucho de mito, y que solo se sustenta por la excesiva violencia de la propia obra que impregna de una atmósfera desasosegante y de tensión a todos aquellos que participen en ella, probablemente haya desaparecido gracias a la versión de la compañía Unahoramenos Producciones titulada Tamora que anoche se estrenó en el Teatro Pérez Galdós.

Y lo ha logrado el dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón utilizando una astuta estrategia argumental para eliminar tantos siglos de calamidades encadenadas ya que la obra es, en realidad, la historia de un fracaso en si mismo. O, dicho de otro modo, la maldición ya está tan implícita en el mismo argumento que esta ha quedado instantáneamente neutralizada.

Y el fracaso es una de las primeras frases que la actriz Maria Filomena Martignetti declama nada más empezar. Y sobre el fracaso se centran los monólogos que, posteriormente, protagonizan Yanara Moreno, Saray Castro y Rosa Escrig. Y sobre el fracaso gira las discusiones, algunas veces amables, otras llenas de ira, que las cuatro actrices mantienen entre ellas y que intentan enmendar la plana al elenco masculino realizando una nueva versión mientras preparan una cena. Una cena que, dicho sea de paso, sirve como nexo de unión entre dos escenas que transcurren con seis siglos de distancia: la de las protagonistas en el XXI y la del momento en que fue escrito, a finales del XVI, y que narra un suceso truculento como pocos protagonizada por la propia Tamora a la que Tito le sirve sus dos últimos hijos cocinados en una de las mejores críticas literarias que se recuerden sobre las consecuencias nefastas de cualquier venganza.

Y el fracaso es el protagonista de los pasajes reales del Tito Andrónico que estallan con toda su fuerza original disgregados estratégicamente en diferentes instantes de la función. Primero el fracaso de esa Roma imperial que se sitúa entre el 756 y el 509 a. de C. personificado en este caso en un rey que no existió realmente. El fracaso del propio protagonista que se lamenta de cómo ha perdido a casi todos sus hijos en la guerra contra los godos. El fracaso de Lavinia, que sufre todas las humillaciones a las que se le puede infligir a una mujer.

El fracaso de Saturnino, convertido en un pelele de las ambiciones de su esposa. O el fracaso de la propia Tamora que tiene que ver cómo su implacable ira y su aterrador desquite se le vuelve en contra de la peor manera posible acabando con toda su estirpe y hasta con ella misma.

Y este es, desde mi punto de vista, el principal logro de la obra que, tras el estreno de ayer, se representa hoy y mañana en el teatro Pérez Galdós. Convertir el fracaso en un éxito absoluto porque las actrices tienen los suficientes recursos, y están dotadas de la proyección necesaria , para que los espectadores puedan sentir todos y cada uno de estos momentos sin interferencias. Porque este es, lamentablemente, un aspecto que muchos directores descuidan y ponen en un segundo plano siendo el verdadero motivo de grandes fracasos. Pero la veteranía de Mario Vega, que el pasado lunes obtuvo el Premio Max a la Mejor labor de producción por su obra Moria, ha hecho que haya centrado una gran parte de su trabajo en la correcta vocalización del texto. Pero, por su fuera poco, Unahoramenos Producciones ha optado por montarla de la manera más singular posible.

Porque las actrices representan la función en un escenario móvil central situada en el backstage del coliseo grancanario y con unas gradas a su alrededor, que sólo permite la asistencia de 187 espectadores por función y que gira continuamente permitiendo que cada persona tenga una visión única de la obra. Las actrices actúan a un palmo de los espectadores que pueden observar desde las más mínimos expresiones hasta los gestos más histriónicos.

Y, como siempre, subrayar la vigencia de este Tamora porque, como dijo Vega durante la presentación, «tiene todos los elementos de venganza, muerte y sangre consustanciales con Shakespeare ya que, al igual que hoy, los seres humanos traicionamos, difamamos, mentimos y derramamos sangre por celos o por intereses».

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