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La crítica literaria más odiada y amada

La crítica literaria más odiada y amada

En 1959, apenas 15 años después de haber interrumpido en la escena intelectual y periodística neoyorquina, Elizabeth Hardwick escribió un artículo titulado de The Decline of Books Reviewing en la revista Harper’s Bazaar que la hizo famosa, si no lo era ya. Y es que, así expresaba su opinión sobre el estado, entonces, de la crítica literaria estadounidense: «Los elogios dulces y suaves están por todas partes. Reina una acomodación universal, aunque algo lobotomizada». A Hardwick no le temblaba el pulso a la hora de valorar ninguna obra. Ni siquiera con sus amigos.

Que se lo digan a la escritora Mary McCarthy, de la que era íntima. Hardwick pensaba que su novela El Grupo (1963) era un «libro superficial horriblemente fatuo» y hasta se atrevió a publicar una parodia bastante mordaz (y anónima) en The New York Review of Books. Tampoco salió muy bien parado El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir, en reseña que sobre él escribió en el Partisan Review, aunque años después, Hardwick reconoció que había sido un tanto «miope».

Elogió la poesía de Sylvia Plath (personalmente nunca fue santo de su devoción), que fue alumna de Robert Lowell, pero describió su suicidio como «un acto de performance artística dramática», e hizo que la también poeta Maxine Kumin se agarrara un enfado morrocotudo al calificar el suicidio de Anne Sexton de «tan teatral». Lo cierto es que, en algun momento, Hardwick llegó a admitir que sentía «una atracción y una hostilidad casi inexplicable hacia el trabajo de otras escritoras. La envidia, la competitividad, el desprecio nublan mi juicio a veces».

Para Joan Didion, “fue la única escritora que conozco cuya percepción sobre lo que significa ser mujer y escritora parece, en todos los sentidos, auténtica, reveladora, completamente original». Mientras que William Philips, coeditor del Partisan Review, la consideraba «una de nuestras mentes más agudas». Ella estaba al margen de comentarios y desprecios , criticas y elogios. En una ocasión, le dijo a Gore Vidal: «Bueno, no puedes ser deshonrado por una mala obra. Y el respondió: “¡No lo creas!».

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