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Ópera

La insuperable Elena Garança debutó una «Amneris» referencial

Un momento de la intervención de Elina Garanca el viernes en ‘Aída’. | | SABRINA CEBALLOS

Noche de apoteosis, con el Auditorio Alfredo Kraus lleno hasta la bandera. La reforzada Orquesta Filarmónica de Gran Canaria abría temporada junto a la suma de dos coros: el propio y el de la Ópera, unas 80 voces en total. En escena, a la altura del coro, un conjunto de solistas encabezados por la hoy insuperable mezzosoprano letona Elina Garança. En el programa, una selección de concierto de la ópera Aida de Verdi que reunía casi todas las escenas de arias a solo y conjuntos de solistas, además de las brillantes páginas orquestales y corales. En suma, un planteamiento de lujo para escuchar la primera interpretación en público del rol de «Amneris».

Se agradece esta primicia y mucho más la belleza y el poder de la señora Garança, quien, además de las breves intervenciones de su personaje en la versión reducida, cantó magistralmente un cuarto acto inenarrable. En el aria L’aborrita rivale, fue grandiosa la voz por su timbre y densidad, con agudos de soprano y graves de contralto, un fiato atlético y un dramatismo sobrecogedor. Ella es un auténtico lujo en la escena lírica mundial por su maestría en emitir y modular los grandes roles, haciéndolos de manera referencial. Después del aria citada, su sonido en dúos hasta el final conservó toda la autoridad de la gran estrella que recrea los modelos. ¡Bravo!

Excelente impresión causaron el tenor spinto coreano SeokJung Baek, hermosa voz, de cuerpo lleno y hermoso color. Compuso un «Radamés» brillante, soso al principio pero potente después en casi todos sus momentos protagónicos. Notorio su filado a pianísimo al final de Celeste Aida. Debutante en la plaza, gustó mucho al público.

Y la soprano Cellia Costea, que sustituyó a la anunciada Latonia Moore (enferma) fue también afortunada debutante en la plaza por la calidad de una voz carnosa, extensa, valiente y expresiva, que superó casi de inmediato el pequeño calado de los primeros agudos.

Rajiv Cerezo, Kristianis Norvelis y Richards Makanoskis sirvieron con calidad los segundos personajes.

La partitura orquestal es sinfónica compleja, muy poco tiene que ver con las primeras óperas heroicas de Verdi. Después de un delicioso preludio en las cuerdas pianísimo y la correcta intensidad del acompañamiento de las voces, la orquesta mantuvo un volumen excesivo, muy estridente en un volumen como el del Auditorio, que recibe como ruido las extralimitaciones de las canónicas tres efes (fff) y convierte en estridencia las grandes y potentes masas que son normales en los auditorios de cinco o seis ml localidades. La belleza de la instrumentación verdiana en esta su última época se asfixias si indiferencias sus matices. El gran coro, dirigido por Josep Gil, tuvo un día magnífico en los himnos, acompañamientos y voces dall’interno. Sus directores titulares salieron con Gil a recibir las enormes ovaciones. Y el público disfrutó de lo lindo con todas las escenas seleccionadas, vocales o instrumentales. El director de todo el espectáculo fue Karel M.Chichón.

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