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Análisis

Wendy Artiles, realidad y metáfora

Miguel Montañez, Gelu Barbu y Wendy Artiles en una imagen de 1992. durante el ensayo de ‘Doramas’. La Provincia

Como excepcional bailarina clásica, interpretó algunos roles del gran repertorio y estrenó muchos otros sobre músicas de autores contemporáneos. Como didacta de la danza, pasaron por su método innumerables niños y adolescentes, vocacionales algunos y otros temporalmente atraídos por la belleza y el poder coreográfico. El legado de Wendy en ambas esferas es inmenso, generoso hasta el límite. Se ha ido cuando estaba en plenitud, sin prevenciones médicas de ninguna especie. La muerte súbita es un misterio.. Estaba en casa con su madre y, de repente fue requerida desde el mundo de los espíritus egoístas que no quieren compartir la belleza con los pobres mortales.

Wendy Artiles, realidad y metáfora

Wendy no tenía rival en los escenarios. Dotada de un físico y un semblabte casi inmateriales, la elegancia de su baile era paradigmática. El vuelo de los brazos y las manos, la ingravidez de la cabeza, la flexibilidad del talle y el poder de brazos y pies creaban el aura del gran ballet ruso-francés. Las puntas perfectas, incansables, y la flexibilidad de la figura entera le permitían afrontar los roles de los míticos coreógrafos románticos y el duro expresivismo de los actuales.

Dos eran las columnas de tanta perfección. La primera, el conocimiento y la experiencia transmitidos por su maestro Gelu Barbu, que fuera bailarín-estrella en Europa. Por consejo médico vino él a vivir en Las Palmas y desencadenó en la isla una auténtica revolución dancística. Wendy recibió desde niña sus enseñanzas y en pocos años ya era la bailarina más admirada por la pureza de su escuela y la idónea preparación física en el reto de actuar ante los públicos.

El segundo puntal es Miguel Montañez, inseparable amigo y compañero en la escena y la enseñanza hasta ayer mismo. Procedente del atletismo, M¡guel fue formado en la academia de Barbu como “danseur de force”, capaz de cruzar de un solo salto la diagonal del escenario y de abolir el peso en las elevaciones de las partenaires. Durante los años de plenitud fue insuperable esa combinación de la ingravidez de la protagonista en brazos de un “porteur”, a su vez inspirado por el misterio de la danza de arte.

Es amargo pensar que nunca más les veremos enajenados en el “tourbillon” apasionado de la gran danza, pero es un esperanza depositada en los discípulos de ambos, canarios todo el curso y madrileños o portugueses en tiempo de vacaciones. Hasta en Bucarest bailaron mi pobre música, deferencia que nunca agradeceré bastante.

La imagen de Wendy es imborrable, en persona y en el escenario, por su dulzura y su sentido del humor. ¡Animo, Miguel!

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