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El peso de la memoria

El documental ‘Cuadernos de contabilidad de Manolo Millares’ (Juan Millares, 2006) revela aspectos del pintor que ayudan a entender en profundidad la compleja argamasa que sustenta su obra

El peso de la memoria

Uno de los aspectos más llamativos de la obra de Manolo Millares reside en su enorme capacidad para trascender mucho más allá de la pura experimentación formalista. A pesar del prodigioso impacto visual que provocan muchos de sus cuadros el artista consigue inducirnos a un terreno sembrado de reflexiones directamente relacionadas con su más inmediato pasado, buscando siempre un discurso inspirado en los trágicos acontecimientos históricos que más le marcaron en su corta pero intensa vida y en su confesado interés por un tema tan vidrioso, turbio y recurrente como la muerte. Y quiero introducir este matiz porque creo que puede aproximarnos más al verdadero eje vertebrador de una obra inclasificable a la que acudimos siempre para señalarle como el epónimo de una de las corrientes estéticas más apasionantes, originales y perturbadoras del arte español de la primera mitad del siglo XX.

Pues bien, se cumple este año medio siglo de su fallecimiento a la temprana edad de 46 años y su imagen luminosa, provista siempre de un gran magnetismo personal, ha permanecido intacta en nuestro imaginario durante todo este tiempo, como una presencia viva, icónica y particularmente cercana al concepto que siempre hemos defendido sobre la utilidad, no solo estética, social, y política del arte vanguardista en la búsqueda de las zonas más ocultas de la realidad, sino como una valiosa herramienta para la liberación de nuestros propios demonios interiores. De modo que su recuerdo, como el de tantos otros maestros de su generación (Rafael Canogar, Antonio Saura, Manuel Viola, Pablo Serrano…) conforma una parte esencial de nuestra propia memoria intelectual, de nuestra formación como hombres y mujeres consagrados a la infatigable tarea de desvelar los misterios que entraña la condición humana, porque a fe que Millares, como algunos de sus correligionarios del movimiento El Paso, persiguió con ahínco esos objetivos durante toda su vida, tal y como lo atestiguan los formidables resultados artísticos obtenidos a lo largo de su breve pero prolífica carrera.

En 2006, año en el que se estrenó Cuadernos de contabilidad de Manolo Millares, única aparición de la figura del genio de la abstracción en el ámbito del largometraje, el cine documental no disfrutaba en España de la atención de la que sí goza actualmente y que le ha permitido, entre otras cosas, que siga vigente en una época de gran empacho audiovisual y que ocupe, al mismo tiempo, su propio espacio en el contexto de la industria cinematográfica. Por eso, de un tiempo a esta parte, ya no resulta tan insólito ver en las pantallas comerciales españolas, como ya venía sucediendo en la mayoría de los países de nuestro entorno desde hacía décadas, algunas muestras del género con la misma naturalidad, expectación y puntualidad con la que veíamos los estrenos de las grandes producciones multinacionales. Un paso adelante sin duda en la normalización de un tipo de cine que, en muchos casos, ha contribuido a ampliar nuestra mirada crítica sobre la realidad y a figurar en el palmarés de algunos de los certámenes más prestigiosos del planeta.

El peso de la memoria

De ahí probablemente la escasa difusión comercial que tuvo en su época esta película, pese a la excelente acogida con la que fue recibida en certámenes internacionales como el de Guadalajara (México), San Sebastián, la Seminci de Valladolid (donde obtuvo el Premio de su sección Tiempo de Historia), el Festival Iberoamericano de Huelva o el Festival de Las Palmas y el empeño de su director, Juan Millares (Las Palmas, 1945), sobrino del pintor, en revelar aspectos históricos, familiares, intelectuales y políticos de su tío que en mayor o menor medida ayudan a entender más en profundidad la compleja argamasa que sustenta su obra, sobre todo la ingente producción que generó durante sus últimos quince años de vida, mostrando urbi et orbe su inmensa capacidad para expresar lo teóricamente inexpresable en medio de una España ensombrecida por la creciente represión moral y cultural ejercida por el régimen franquista y por el recuerdo de una guerra cuyas dramáticas secuelas le causaron al pintor un enorme impacto emocional, impacto que trasladaría a su pintura a través de sus conocidas pictografías y, sobre todo, de sus extraordinarias y enigmáticas arpilleras.

Producida por el también realizador César Martínez y por José Díaz de Espada, a partir de un guion del propio director, inspirado en las memorias de juventud que el pintor desveló en sus famosos Cuadernos de contabilidad, la película reúne los testimonios de algunos de sus coetáneos más cercanos, como Martín Chirino, Juan Hidalgo, Alberto Manrique, su esposa Elvireta Escobio, sus hermanos José María, Jane, Totoyo, Yeya, y Eva, su hija mayor, así como figuras locales y nacionales del ámbito cultural, como Lothar Siemens, Manolo Padorno o Juan Manuel Bonet, algunas de cuyas intervenciones no eluden las largas y fatigosas conversaciones que Bonet sostuvo con la viuda del artista para que autorizara la publicación de las memorias, paralizadas durante años por los temores de Elvireta a las posibles suspicacias que estas pudieran suscitar entre muchos de los personajes, familiares o no, que aparecen en ellas. Superados todos los recelos, al fin salieron a la luz los contenidos, cruciales sin duda para ahondar en la poliédrica personalidad del artista, propiciando, años después, la cristalización de este interesante proyecto cinematográfico cuyo reestreno ahora, en el cincuentenario de la muerte del pintor, sería un acto de justicia.

Pero el documental de Juan Millares, ejemplo de templanza, rigor y objetividad, no solo se nutre exclusivamente de los testimonios literarios recogidos de los cuadernos de su tío, pues como avezado documentalista que es, hurgó en diversos archivos históricos en su propósito de encontrar materiales que abundaran en la vida personal y profesional del pintor, reuniendo imágenes fílmicas de un gran valor histórico que muestran algunos pasajes memorables de la vida cultural de nuestra ciudad, protagonizados por personalidades que, como el llorado Manolo Millares, ya forman parte de un pasado irrepetible.

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