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Luis Socorro Autor de ‘Amaziges de Canarias’

«No me gusta nada el amarillismo de algunos arqueólogos»

Luis Socorro. | | ALEJANDRO RAMOS

¿Qué viene a aportar este libro entre la profusión de publicaciones sobre los guanches?

Aporta una serie de primicias científicas con los resultados de las investigaciones realizadas en los últimos dos años, pero sobre todo aporta la mirada limpia, objetiva, de un periodista que no está influenciado por ninguna de las corrientes de opinión, contrastando todos los puntos de vista desde una perspectiva crítica. También aporta una compilación, desde el contexto histórico del norte de África, en torno al cambio de era, hasta el inicio del proceso de conquista. Jamás se había realizado un trabajo de estas características en ningún medio de comunicación, pero lo realmente sorprendente es que no se haya realizado desde el ámbito académico de las dos universidades públicas de Canarias.

Eso que dice puede enfadar a alguno de sus entrevistados de las dos universidades públicas canarias. 

No lo creo. Más bien lo contrario. Varios doctores de ambas instituciones me han felicitado porque Amaziges de Canarias les ha permitido conocer el trabajo de otros compañeros. Hasta cierto punto es razonable que no se haya realizado una investigación de estas características porque los investigadores se centran en aspectos específicos de la cultura de la sociedad indígena. Hay que tener en cuenta, como me dijo Juan Carlos Hernández, el director del Museo Arqueológico de La Gomera, que la independencia y la objetividad con las que he encarado mi trabajo difícilmente las puede tener un historiador que defiende sus propias teorías. Lo realmente sorprendente es que no exista un portal que permita a historiadores y arqueólogos comunicar los trabajos que están realizando. La Dirección General de Patrimonio Cultural, que autoriza todas las prospecciones y excavaciones, debería de habilitarlo. De todas formas, se está desarrollando un proyecto muy interesante, a cinco años, financiado por la Unión Europea y que dirige Jonathan Santana, cuyo objetivo es investigar el poblamiento en el Archipiélago. Para ello, se están excavando yacimientos en las siete islas. Hay que estar muy atentos porque en dos o tres años seguro que se obtendrán resultados novedosos.

Luis Socorro con Efraín Marrero, director de la excavación de Fiquinineo (Lanzarote) | | A. RAMOS

Bien, vayamos al principio, que alguien que menciona en el libro remonta a los fenicios.

¿El principio? El principio de mi investigación periodística es Juba II, el rey romanizado que gobernó el norte de África desde varias décadas antes del cambio de la era. El 97% de los investigadores consultados en Amaziges de Canarias sostienen que el poblamiento del Archipiélago se produjo cuando los romanos dominaban el Mediterráneo. No hay ni una sola prueba de que los fenicios llegaran a Canarias. Los fenicios fueron unos brillantes comerciantes, no conquistadores. En los siglos previos a la era común, en el Archipiélago no había nada para comerciar. La comunidad científica es contundente: la historia de Canarias no pasa por los fenicios. ¿Eso quiere decir que ningún barco púnico recalara por las Islas? No. Es plausible que navegaran en alguna ocasión y fondearan para pertrecharse, pero el poblamiento lo entiendo como la colonización de un territorio y la posterior creación de una sociedad. Y eso con los fenicios, mientras no se demuestre lo contrario, no ocurrió.

«No me gusta nada el amarillismo de algunos arqueólogos»

Vayamos entonces al islote de Lobos. Allí sí que hubo un primer asentamiento y no precisamente guanche.

Lobos es un regalo para la arqueología de Canarias. Mientras no se pruebe lo contrario, es el único yacimiento con vestigios romanos del Archipiélago y el más antiguo, ya que las cerámicas encontradas, la mayoría elaboradas en el sur de la Península Ibérica, datan de las últimas décadas del siglo I antes de la era a mediados del I. Gracias al magnífico trabajo de la catedrática Carmina del Arco y de arqueólogos como Ramón Cebrián, está perfectamente documentado que fue un lugar en el que se produjo púrpura, un tinte muy cotizado en Roma. Es el único yacimiento al que dedico un capítulo en el libro porque la huella romana en Canarias lo merece.

La casi totalidad de los arqueólogos ha sostenido siempre que los guanches no conocían la navegación, que debieron ser traídos por otros navegantes, pero Jonathan Santana, director del proyecto IsoCAN (Aislamiento y evolución de las Islas Oceánicas: la colonización humana en las Islas Canarias), al que se ha referido, le anuncia que pronto habrá sorpresas en orden al trabajo de una antropóloga marroquí que investiga poblaciones bereberes en el sur de Marruecos. ¿Puede abundar en este asunto?

Tendremos que esperar a los resultados de la investigación de la antropóloga para saber a qué sorpresas se refiere Santana. Hay que tener paciencia, pero es obvio que hace 2.000 años solo los gobernantes o los potentados tenían capacidad para tener barcos lo suficientemente grandes para trasladar a personas y ganado. La navegación de fortuna, como la denomina el doctor Onrubia, parece improbable que fuera la protagonista del poblamiento de siete islas. Por ahora, no hay ni una sola prueba de que los guanches llegaran por su cuenta.

A propósito del etnónimo guanche, que vengo empleando desde el comienzo de la entrevista, hay disensión sobre este asunto entre los filólogos, que son los competentes para hablar de ello, pues lo que concierne a los arqueólogos es la cultura material. En el libro hay quien le manifiesta que esta denominación refiere solo a los antiguos pobladores de Tenerife y también hay quien, por el contrario, le dice que la misma abarca al conjunto de los habitantes de las Islas. ¿Puede resumirnos esta diatriba científica?

Trapero, Acosta y Sarmiento, los tres filólogos que cito en Amaziges de Canarias, consideran que guanche es un etnónimo que puede aplicarse al conjunto de la población indígena; en lo que difieren es en la etimología de la palabra: Acosta defiende un origen norteafricano, mientras Trapero considera que es francés. ¿Pero qué dice la RAE? «Dicho de un pueblo que habitaba las Islas Canarias al tiempo de su conquista». Para la Academia Española no hay debate. Si guanches solo fueron los habitantes de Tenerife, ¿por qué hay topónimos con la palabra guanche o derivados en las siete islas? Porque vivían guanches en esos lugares o estaban relacionados. Para la cultura popular, guanches fueron los primeros pobladores de las Islas. Me resulta una pérdida de tiempo este asunto que solo interesa a determinadas élites de la arqueología, en algún caso, por cierto, salpicada de insularismo.

Perdone usted por hacerle perder el tiempo con esto. Pasemos entonces a otra cosa. Habrá todavía quien crea que los guanches vivían en la prehistoria, según la periodización al uso, pero tras leer su libro tendrá que concluir que desde el principio lo hicieron en la historia. ¿Puede ilustrarnos sobre el particular?

Para usted, periodista, la pregunta sobre el etnónimo guanche es pertinente y en absoluto me hace perder el tiempo. Me refería al tiempo que pierden algunos arqueólogos en afirmar, por ejemplo, que no eran guanches los habitantes de La Guanchía, en Teror, o las personas que fueron enterradas en la Necrópolis de La Guancha, en Gáldar. Respecto a si era una sociedad prehistórica, los científicos entrevistados me han ilustrado mucho. Si conocían la escritura, como está demostrado, no pudieron ser prehistóricos. Otro dato: esta gente procedía de un lugar bajo dominio de Roma, y los romanos hace 2.000 años eran la élite de la civilización. Otro asunto es que la cultura indígena no fuera tan avanzada como la de sus coetáneos europeos.

Hablemos pues de la escritura, de la líbicobereber y de la líbicolatina. La primera extendida en las siete islas principales y solo en El Hierro con más vestigios que en todo el Atlas. La segunda, menos conocida y realmente desconcertante, con presencia solo en Lanzarote y Fuerteventura. ¿Qué le contaron los expertos sobre ambas?

Lo importante para un servidor es que la escritura común a todo el Archipiélago pone de relieve que estamos ante una misma cultura, independientemente de que alguna isla, principalmente Gran Canaria, atesore registros arqueológicos singulares. No estamos hablando de siete escrituras diferentes. Las letras que aparecen grabadas en paneles rupestres son muy similares en todas las Islas. Irma Mora ha realizado una investigación excelente a lo largo de diez años. Esta historiadora ha encontrado similitudes con yacimientos del valle del Draa, en el sur de Marruecos, que va en diagonal desde el Atlas hasta la costa. Este trabajo abre la hipótesis de que los guanches procedían al menos de esta comarca, sin excluir otras regiones. Precisamente, la escritura líbicolatina nos habla claramente de que esas personas estuvieron en contacto con la cultura romana. No obstante, los científicos consultados señalan que hay que investigar más esa manifestación alfabética exclusiva de Lanzarote y Fuerteventura.

En un pasaje del libro alude a un grupo de guanches que hablaba catalán, un asunto que, convenientemente amplificado, daría hoy para ensoñaciones nacionalistas de pelaje diverso. 

Hablaré con Jorge Alberto Liria, mi editor, para que le envíe un ejemplar a Puigdemont (risas). Bromas al margen, el catedrático Eduardo Aznar cuenta en una de sus investigaciones que frailes mallorquines enseñaron el catalán a varios indígenas. Hablando de la lengua, el idioma de los nativos tenía una raíz común, aunque cada isla tenía una variedad dialectal del guanche. Lo narra el filólogo Marcos Sarmiento en su libro Cautivos que fueron intérpretes. Es otro elemento que denota que los aborígenes atesoraban una misma cultura, aunque procedieran, según alguna investigación, de tribus norteafricanas diversas. Sarmiento afirma que algunos de los intérpretes fueron utilizados en la costa africana para traducir a los bereberes. Es un dato interesante porque certifica, según el lingüista de la ULPGC, que el guanche pertenecía a la misma familia de la lengua de las poblaciones norteafricanas.

Cuenta en su obra que uno de los yacimientos más importantes hallados en los últimos años es el de Cueva Tiznada, en La Palma. ¿Puede hablarnos sobre el mismo?

De Cueva Tiznada poco puedo hablar porque no la conozco. Pero, como dice en mi investigación periodística Nuria Álvarez, la arqueóloga que la descubrió, contiene la primera pintura que se ha encontrado en La Palma. Hasta entonces se creía que solo Gran Canaria atesoraba pinturas rupestres. Por eso, es de los hallazgos más importantes de los últimos años y un hito en la arqueología benahoarita. Pero el gran descubrimiento de este siglo XXI, y para mí, el más importante desde Cueva Pintada, es el yacimiento romano de Lobos, al que nos referimos anteriormente. Otro descubrimiento notable, a finales del XX, es el santuario astronómico de Risco Caído. Este yacimiento sí lo conozco y es sobresaliente. Esa cúpula casi perfecta labrada con piedras y ese haz de luz que se proyecta sobre una pared con triángulos púbicos es espectacular.

A propósito de Risco Caído, da la primicia de un documento oficial en el que el Cabildo de Gran Canaria reconoce que no está demostrado que sea un marcador astronómico. ¿Puede abundar en esta cuestión?

Por supuesto. Se trata de una carta remitida, antes de la declaración de Patrimonio Mundial, al organismo evaluador de la candidatura. Al Cabildo jamás le interesó airear este documento porque Risco Caído era el reclamo principal para la declaración que la Unesco otorgó al Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas. Pero, como también cito en mi investigación, centrar el debate en si es o no un marcador es simplificar la importancia de este santuario, sin duda alguna, astronómico al menos para fines simbólicos y rituales. Ahora bien, que no esté demostrado que sea un marcador no quiere decir que no lo sea. Las preguntas que me formulo son: ¿por qué se ha paralizado la investigación justo después de la declaración, hace ya tres años?, ¿por qué su descubridor, Julio Cuenca, ha sido apartado? Estaría bien que el presidente del Cabildo, Antonio Morales, nos ofreciera todos los detalles sobre la marginación a la que ha sido relegado Cuenca, un arqueólogo, hay que decirlo, controvertido.

Para hacer el reportaje del que ha salido el libro, ha visitado múltiples yacimientos, consultado una veintena de tesis doctorales, cuantiosos libros y artículos, ha asistido a muchas conferencias y ha realizado quince viajes por las Islas en los que ha tratado con expertos en historia, bioarqueología, carpología, arqueoictiología, arqueoastronomía, epigrafía, antracología, genética, biología, química, geoarqueología y sociología. ¿Hay comunicación y cooperación fluidas entre los «guanchólogos»?

No creo que a la comunidad científica le guste el término «guanchólogo» (responde con una sonrisa antes de ponerse serio). Es una pregunta para plantearle a los profesionales, pero, después de dos años y medio entregado exclusivamente a Amaziges de Canarias y 37 años después de redactar mi primera noticia sobre patrimonio, creo que tengo una percepción sólida del gremio de los investigadores del poblamiento. La comunicación es un aspecto a mejorar, como dije al principio de la entrevista, pero entiendo que hay foros para intercambiar impresiones y los diversos grupos de trabajo saben lo que está haciendo el resto. ¿Cooperación? Creo que sí, sobre todo a raíz de las nuevas disciplinas que investigan aspectos concretos de la arqueología. Hay un grupo de especialistas que reciben encargos de otros equipos de trabajo, pero la cooperación aún es insuficiente. Debe potenciarse mucho más desde el ámbito académico. Lo que sí echo en falta, desde Cultura del Gobierno de Canarias, es una hoja de ruta nítida, consensuada con la comunidad científica, a medio y largo plazo, para definir las prioridades científicas. Hay investigadores que parecen francotiradores, que van por libre y se creen los dueños de los yacimientos, a pesar de que son públicos y de que sus excavaciones se financian con dinero de todos. Afortunadamente son una minoría. También he percibido ciertos egos, pero eso es consustancial a la condición humana y se puede extrapolar a todos los oficios. Los periodistas lo sabemos por experiencia. Lo que sí he visto, y no me gusta nada, es el sensacionalismo, el amarillismo de algunos arqueólogos; son pocos, pero influyentes. Descubren algo, lo venden como lo máximo, pero ocultan hallazgos de similar o mayor importancia realizados años atrás. La historiadora y arqueóloga tinerfeña Macri González, doctora y profesora en la ULPGC, lo afirma con elegancia en el prólogo del libro: «Hay que divulgar la diversidad, aplaudir la controversia y citar siempre la fuente».

¿Cómo se explica la enorme aceptación, ya no local, sino nacional, que tuvo este reportaje por entregas sobre los guanches?

Me pone en un apuro esta pregunta, porque implica hablar de mi trabajo. El éxito de este reportaje de once capítulos, publicado en los periódicos Canarias Ahora y elDiario.es, con una audiencia en el umbral de las 230.000 visitas, una cifra asombrosa para un reportaje de periodismo científico, se debe, según la crítica y la opinión casi unánime de la comunidad científica, a que es un trabajo riguroso y bien redactado, si no, no se explicaría su éxito y que un editor decidiera invertir su dinero en publicarlo en formato libro. El principal enemigo del periodismo es el tiempo, y yo lo he tenido de sobra. Solo en el proceso de documentación invertí dos años, a los que hay que añadir seis meses más en los que entrevisté a 57 personas y redacté cada una de las entregas. A ello se une el esfuerzo en busca de la verdad, contrastando cada información y enfrentando la controversia para alcanzar ese propósito.  La objetividad, que es lo obvio en nuestra profesión, se convirtió en una obsesión.

El desaparecido antropólogo Fernando Estévez decía que «para los canarios los guanches fueron y son, al mismo tiempo, los otros y nosotros». ¿Ha sentido usted que trataba con los otros y, al mismo tiempo, con nosotros cuando andaba con los fantasmas de los guanches?

No he tenido ese sentimiento. Me interesa, como es obvio, la cultura de los primeros canarios. Tengo claro que nuestra identidad está vinculada a aquella gente, pero también a los europeos, a los españoles. La pervivencia de la cultura indígena, por cierto, será el hilo conductor de una próxima investigación desde el periodismo.

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