Una isla volcánica abre sus puertas a la revista insigne de la crítica cinematográfica. La Muestra de Cine de Lanzarote dedicó su Premio Honorífico a ‘Cahiers du Cinéma’, la mítica publicación que recogió la revolución cultural francesa de la Nouvelle Vague. Voz ante los cambios intempestivos de la actualidad, su director Marcos Uzal visita esta fiesta del arte y analiza el panorama actual donde el cine recoge la esencia de la vida.

La Muestra de Cine de Lanzarote homenajea a Cahiers du Cinéma en un momento clave para el cine a nivel mundial. ¿Qué aporta la crítica en un periodo en el que el algoritmo decide?

La crítica es por definición lo contrario al algoritmo. Aporta lo que siempre ha aportado: un poco de pensamiento acerca de lo que podemos ver. Como hay más cosas que ver todavía, más necesitamos pensar y analizar en los sujetos con el fin de elegir entre todo. En Cahiers hablamos de películas de plataformas, de las que nos parecen interesantes o de aquellas que son criticables. Eso es lo que proponemos al lector, tener que pensar y elegir y no dejarse conducir por el algoritmo.

Usted llegó en un momento crítico para la revista en 2020. La pandemia, la oleada de renuncias en la plantilla, la disrupción de internet… ¿Era adaptarse o morir?

Sí, llegué casi en el peor momento de la revista. Además, en el único momento de la humanidad en el que las salas habían cerrado. Fue ahí cuando en Cahiers decidimos que queríamos continuar abiertos hablando del propio cine y de cómo habían muchas maneras de pensarlo y continuar siendo espectador. Nos adaptamos a esta nueva época porque el público también se ha adaptado, pero seguimos siendo críticos hablando de lo negativo y cómo afectaba, tanto a nivel económico como estético, las plataformas. Es decir, no lo aceptamos todo a ciegas.

¿Qué opina sobre la gestión política para la protección y fomento de este arte?

En el caso de Francia, fue bastante complicado. Para mí, fue un error cerrar tanto tiempo las salas, más que en otros países. Esta crisis dura hoy día porque hay muchas películas que nunca llegarán a estrenarse en sala, así que estamos viviendo las consecuencias. No obstante, en mi país hubo ayudas del Gobierno muy eficaces que hizo que pocas de ellas cerraran. Los que peor lo pasaron fueron los distribuidores. No obstante, la sala en sí misma no desaparecerá completamente, pero se puede transformar en otra cosa. Eso es lo que está pasando en Estados Unidos, donde se ven las dos tendencias del cine: un lugar semejante a un supermercado en el que ver blockbusters o como experiencia de lujo; en cambio, en Europa hay costumbre, voluntad del público y política de defenderla.

"La dimensión del glamour como un mundo idealizado está desapareciendo por la uniformización"

Dedican su último número a Pacifiction, de Albert Serra. ¿Hacia dónde cree que va la narrativa de este siglo cuando, se supone, que todos los límites narrativos se han explotado?

Es una pregunta muy difícil de responder. Lo que nos interesa es cómo cada director inventa el cine y podemos poner esa película en portada y, también hablar, de una película clásica como la última de James Gray, que a nivel narrativo es una prolongación del género. Hay muchos tipos de narraciones que coexisten. Estamos muy atentos a eso, pero sin pensar que las cosas se anulan entre sí. No hay una teoría general. Por ejemplo, Pacifiction se puede conectar con un cine de los años 70, como el de Jacques Rivette, y me parece que es un caso muy especial.

No obstante, esto no es síntoma de un fenómeno general. El cine funciona mucho por cosas que desaparecen y vuelven y, por ejemplo, a principios de los 2000 parecía que había un movimiento para construir narrativas muy minimalistas, donde la trama era apenas perceptible y lo que interesaba era una especie de extensión temporal de los hechos. Ahora, hemos vuelto a esa sed por contar historias y mezclarlas entre ellas. Un caso extremo es la película argentina La flor, la cual dura 14 horas. Eso me parece que es otra tendencia: sigue habiendo cine minimalista a nivel narrativo que convive con aquellos que les encanta multiplicar las historias. No hay corriente clara en la actualidad, estamos en una época donde coexisten muchos tipos de narraciones sin que ninguna sea predominante.

¿El fallecimiento de Godard marca el ocaso de una era?

Es difícil no pensarlo. Godard encarnaba al mismo tiempo toda la Nouvelle Vague, del cual fue la figura más revolucionaria e influyente, mientras que en su última etapa tenía algo de obsesivo por la historia del cine y de la humanidad. Encarnó la idea de que el cine se estaba muriendo. Su fallecimiento, él que ha hablado tanto de la muerte del arte, del cine y de la humanidad, aparece como una señal difícil de eludir. Sus películas siempre nos importarán. Encarnaba el pensamiento y la conciencia del siglo pasado y, quizás, el siglo XX haya muerto con Godard.

Hablaba en el editorial de la urgencia del tiempo, ¿en qué medida el cine contrarresta al audiovisual, del que estamos rodeados todo el tiempo?

El cine no es solo consumir imágenes como nos proponen en muchos sitios, -como en las plataformas-. En este arte, vemos a través de esas imágenes el mundo y tenemos una conciencia sobre ello, en cambio, las que nos rodean, muchas veces, son como un decorado neutro. Con respecto a la urgencia, lo que quería decir es que esa urgencia puede venir de una inquietud, de una conciencia, de esa noción de muerte del cine. Es decir, hablaba de Godard puesto que postuló que siempre habrá audiovisual, pero lo que es el cine de la manera en la que fue inventado -no sólo técnicamente sino como mirada sobre el mundo-, eso sí podría morir si no lo defendemos: la conciencia de que el cine puede morir es una manera de estar vivo, de continuar con su defensa. Si miras el cine de los 60, la menor serie B tenía esa conciencia de estar con una forma de arte. Eso es el cine. Y hoy eso está diluido en ese océano que nos rodea.

Celina Murga teme que las nuevas generaciones pierdan su voz propia debido a lo homogeneizador de las plataformas. ¿Comparte ese temor?

Sí, me parece que la uniformización es el gran enemigo. Lo interesante es que la narración evolucione a que haya cosas diferentes, a que no haya modas. Hay un gran riesgo y no viene solo de la plataforma, sino también de la industria del cine: qué tipo de películas se produce. El cine ha funcionado siempre porque ha habido productores que han hecho películas innovadoras, jóvenes directores que aportaban cosas nuevas, incluido el riesgo que conlleva dado que tenían la conciencia de que el cine es un arte que ha de evolucionar. Pero también es una industria. Hay muchos debates en Francia sobre el Centro Nacional del Cine porque hay una parte de la profesión que está pensando sobre cómo puede resistir el cine de autor económicamente y van casi contra la existencia de los pequeños filmes que nadie va a ver. Sin embargo, el cine siempre ha funcionado porque había películas menos vistas con una influencia, ya que eran el principio de algo que se iba a ampliar. Entonces, el gran enemigo sí que es la uniformización, y es verdad que en las plataformas se ha perdido algo que Cahiers siempre defiende con la noción del autor: una película buena es en la que hay la mirada de autor, una personalidad. Es extraño como Netflix tiene contratados a directores conocidos, más por su nombre que para producir cine de autor, pero los resultados no son películas importantes… Da la impresión de que no han sido libres. Aunque yo creo que siempre habrá un cine un poco salvaje y existirá gente que quiera hacer películas y producirlas, eso, libremente.

¿La crítica cinematográfica está a la altura de los tiempos?

En Cahiers lo que nos interesa es dar opinión pero también ayudar a pensar, tener diálogos, generar polémica, aquello que lleva a hablar con otros, a discutir, no sólo a estar con nuestras propias opiniones sin esperar nada más. El problema es la crítica que solo se encarga de la promoción. Si acaso, le dan una nota o una calificación por estrellas o incluso una frase para el cartel. Hoy día se leen muchos textos en internet, pero no hay ideas ni argumentos detrás. No obstante, es positivo porque es una especie de democratización. Por desgracia, todo el mundo lo hace desde su punto de vista y no lee a los otros, lo cual es un poco narcisista, ya que nadie quiere conversar e intercambiar ideas, solo dar su opinión. Es un problema general, no solo de la crítica cinematográfica.

"Netflix contrata a directores conocidos, pero los resultados no son películas importantes"

¿Hay nostalgia en el oficio?

Sí, y yo lo soy un poco. Para ser crítico hay que ser historiador, ya que adquieres una conciencia histórica del cine, de su evolución y, en paralelo, de la crítica. Cuando se tiene conciencia de ello, a veces, tiendes a creer que hay aspectos que no han cambiado en un sentido positivo. En Cahiers tenemos nostalgia de aquellos tiempos,, alrededor de los 60 o 70, cuando estábamos menos perdidos para los lectores y teníamos autoridad y lo innovador se tenía mucho más en cuenta… No quiero idealizar el pasado, aunque creo que en nuestra época el gesto crítico no es el más considerado.

¿Los festivales o premios han perdido su prestigio?

Quizás, sí, un poco. Los Oscar lo ve menos público que hace algunos años y creo que los premios no tienen tanta influencia como antes sobre la vida de una película, sobre todo los grandes. En Cannes, en Francia, era un fenómeno mediático. Muchos programas se hacían desde allí en directo, estaba en los informativos, radios… Durante diez días era la vida cotidiana de los franceses. Eso ya no pasa. La dimensión del glamour o del prestigio como un mundo idealizado está desapareciendo por la uniformización. Así, la Muestra de Cine de Lanzarote o festivales más pequeños permiten encontrar un sitio donde mostrar un cine diferente en el que los largos hablan entre ellos. Para la Isla esto debe ser una fiesta ver tantas películas que no se podrían sin el festival.

¿Cómo reenganchar a un público que quiere desconectar?

Yo no tengo en mi mano soluciones, pero siempre digo que lo que hace el cine es todo lo contrario, te permite conectarte al mundo y a la vida. Es otra manera de evasión, es poder ver lo que no ves en tu vida cotidiana de manera nueva. Por tanto, es una pena que se considere ver una película o una serie desconectar o vaciar la cabeza. Al contrario, se debe hacer para estar más conectado al mundo y a la vida, porque muchas veces lo que nos desconecta de la vida es el trabajo o las cosas cotidianas. Y, quizás, pensar que lo que el público quiere es desconectar es despreciar a ese mismo público cuando quiere ver cosas nuevas, innovadoras e inteligentes.

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Querría saber cuál fue el origen de su amor por el cine y si tiene algún número favorito.

El amor por el cine viene de la infancia. En la adolescencia me di cuenta que tenía sed de ver películas, preferentemente las antiguas. Truffaut decía que un cinéfilo era aquel que no solo veía las películas, sino que las volvía a ver. Mi primer Cahiers lo compré con 14 años y, entre casi 800 números, es muy difícil elegir uno. Es como decir cuál es tu capítulo favorito de un libro. Quizás hay artículos o épocas, las más importantes, como los principios de los 60, en tiempo de transición o pasar de los Cahiers amarillos a otra maquetación, con la llegada de nuevos críticos, otro momento muy vivo e muy importante. Toda la historia de la revista me parece increíble porque, antes de ser redactor jefe, fui lector.