Comunicación

Más allá de la -x, la arroba y la -e

El lenguaje inclusivo busca representar toda la diversidad de la realidad cambiante que nos rodea. Fórmulas como el ‘todes’ se asocian en España a determinados grupos políticos, pero el uso de este morfema para representar la diversidad de género surge en Latinoamérica.

Lenguaje inclusivo.

Lenguaje inclusivo. / Adae Santana

Martina Andrés

Martina Andrés

El lenguaje inclusivo busca representar toda la diversidad de nuestra realidad. Desde sus primeras manifestaciones a finales del siglo XIX, es una herramienta que ha dado lugar a un debate marcado por tintes filosóficos e ideológicos. A día de hoy, hay normativas a nivel nacional y europeo que lo promueven en pos de la visibilidad de la mujer, pero todavía hay un gran desacuerdo sobre cómo usarlo mejor.

Lenguaje. Género. Inclusivo. Cuando una escribe, es consciente de que estas palabras pueden provocar que parte del público deje de leer de forma automática ante la perspectiva de encontrarse con un debate que puede ser considerado inútil o innecesario. Sexo. Drogas. Shakira. Estos términos son más llamativos, ¿no? Generan clics, atención, debates apasionados. El lenguaje tiene la capacidad de hacer reaccionar, de ser símbolo, de visibilizar, de remover inquietudes, de crear imaginario y de definir las realidades que habitamos. ¿Cómo pensamos en algo si no hay una palabra para definirlo? «Lo que no se nombra, no existe», decía el filósofo y crítico literario franco-anglo-estadounidense George Steiner.

Cuando era pequeña y veía Érase una vez el hombre, miraba con atención los dibujitos de señores y señoras, niños y niñas, en cuevas primero, más adelante en casitas, que interactuaban entre sí. Ahora, cuando pienso en la serie, solo recuerdo al señor de barbas blancas y larguísimas con nariz chiquita que parecía contener en su dedo mandón toda la sabiduría del mundo. Sabios. Expertos. Académicos. Conceptos que aunque no queramos nos hacen pensar en hombres cargados de conocimiento, no en mujeres. Aunque una no sea sexista —¿lo eres o lo es, de algún modo el lenguaje y los usos que hacemos de él?—.

«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», afirmaba el filósofo, matemático y lingüista austríaco Ludwig Wittgenstein en una de sus obras. «El lenguaje y la comunicación son muy poderosos", declaraba en un comunicado de hace un año Isabelle Dudzinski, miembro de la Red de Género de Amnistía Internacional, organización que en enero de 2022 publicaba su guía de comunicación género-inclusiva. ¿Puede de verdad el lenguaje producir cambios reales?

El lenguaje inclusivo a debate

Hasta qué punto son relevantes las palabras a la hora de representar la diversidad de la realidad es una pregunta que lleva años generando controversias —tanto en España como en América Latina— atravesadas por la filosofía y la ideología política, sobre todo en lo que a igualdad entre hombres y mujeres se refiere. Tal y como explica Susana Guerrero Salazar, catedrática en Lengua Española con una amplia trayectoria de investigación en este campo, se pueden diferenciar tres etapas en el desarrollo del lenguaje inclusivo.

La primera tiene lugar a finales del siglo XIX, momento en el que «se empieza a hablar de la feminización del lenguaje» y «aparecen en presa problemas sobre palabras que empiezan a cuestionarse si se ponen en femenino o no». Esto dura hasta los años 70. La segunda etapa vendría después de la Constitución de 1978, a partir de cual «se empieza a hablar en prensa de sexismo lingüístico o lenguaje no-sexista. En este momento, hay un intento de visibilizar a la mujer y es cuando se comienza a hablar de formas desdobladas [los abogados y las abogadas, por ejemplo]. Aquí todas las críticas se centraban en que a la mujer no se la veía, que estaba oculta tras el masculino genérico» añade la catedrática.

El uso del morfema -e es más problemático poque supone un cambio gramatical en lugar de uno léxico

Como explica Guerrero en su artículo El debate social en torno al lenguaje no sexista en la lengua española, también se dio un paso relevante en la Conferencia General de la UNESCO en París de 1987, donde se aprobó la resolución 14.1 en la que se recalcaba la importancia de incluir en la redacción de todos los documentos de este organismo una política que evitara, dentro de lo posible, emplear términos que se refieran a un solo sexo. A partir de aquí vinieron la recomendación que aprobó el Consejo de Europa en 1990 para eliminar el sexismo en el lenguaje o la promoción en España de políticas a favor de un lenguaje igualitario por parte del Instituto de la Mujer. Nacen manuales de estilo para el lenguaje administrativo que tienen en cuenta el "sexismo lingüístico" o se aprueba que los títulos académicos oficiales ya no solo hablen en masculino: de repente ya no solo había maestros, ingenieros químicos o farmacéuticos. Esto ocurre en 1995.

Maestras. Ingenieras. Farmacéuticas. El lenguaje adaptándose a una sociedad que estaba cambiando, que no deja de hacerlo. Y este camino nos lleva hasta nuestros días, donde todes, todxs y tod@s llenan las redes de adeptos y detractores de estos términos. Porque en el debate del lenguaje inclusivo también están presentes las identidades de género que no se pueden nombrar con los términos habituales o más tradicionales, las que se salen del habitual binomio hombre/mujer. Identidades más minoritarias, todavía en la sombra, que quizá el lenguaje puede ayudar a visibilizar. Que necesitan sentirse nombradas. Lo que no se nombra no existe, no existe.

«En el siglo XXI y sobre todo en los últimos años, hay gente que se considera no-binaria y que está en contra del masculino y el femenino, de esta -o, -a, y que quiere inventar otras fórmulas donde la gente que no se siente identificada con un sexo u otro esté representada», puntualiza Guerrero. Esto es lo que en palabras de la catedrática se entiende como lenguaje inclusivo, en lugar de lenguaje 'no sexista', tal y como se venía denominando. «Cuando hablamos de no sexista, estamos hablando de los dos sexos biológicos que existen. Cuando hablamos de inclusivo, no se habla de sexo biológico, se habla de género y el género es una construcción. Biológicamente solo hay dos sexos, pero desde el punto de vista del género y de la identidad de las personas, puede haber otras identidades».

En palabras de José María Gil, el lenguaje inclusivo se puede definir «como la  planificación de un conjunto de cambios léxicos y gramaticales que permiten visibilizar, en ocasiones de manera creativa, el justo reclamo a favor de la igualdad de género», escribe el investigador de la Universidad Nacional Mar de Plata en su artículo Las paradojas excluyentes del 'lengua inclusivo: sobre el uso planificado del morfema flexivo -e. Gil destaca que los debates actuales en torno a esta cuestión son comprensibles en el momento histórico en el que nos encontramos, donde la lucha por la igualdad, la visibilización y la libertad de ciertos grupos tradicionalmente marginados, como la del colectivo LGTBIQ+, están a la orden del día.

Entre las formas más aceptadas para lograr un lenguaje en el que todo el mundo tenga cabida, que no atenta contra las normas gramaticales o contra la economía del lenguaje -tan defendida por determinados miembros de la RAE- se encuentra el uso de sustantivos colectivos que no tienen marca de género. Un ejemplo sería el de decir "profesorado" en lugar de profesores y profesoras, "alumnado" en lugar de alumnos y alumnas o "personas" en lugar de hombres y mujeres. «Esto no se hace porque seamos más buenistas», explica Laura L. Ruiz, periodista y formadora en lenguaje inclusivo y no sexista en la Cámara de Comercio de Madrid, «se hace porque hay una legislación tanto en España como a nivel europeo», puntualiza.

¿Cabemos 'todes'?

Que uno, una, une, pueda ser quién es sin miedo a nada. Esta fue una de las frases que dijo la ministra de Igualdad, Irene Montero en 2021 en un acto de precampaña en Madrid. Desde que ella y otras figuras asociadas a su partido emplean el morfema -e en determinados actos públicos, este se ha asociado a una ideología y a una agrupación política concreta. Pero lo cierto es que, como explica Susana Guerrero, el uso de la -e aparece por primera vez en América Latina, de la mano de la gente joven. «El uso de la -e ha venido desde abajo, aquí lo relacionamos con un partido político, pero nace entre el alumnado", explica la catedrática.

La RAE ha mostrado ya su posición al respecto:  «el uso de la @, la letra E y la X, como supuestas marcas de género inclusivo, es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical, ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género», manifestaba la institución a través de su cuenta de Twitter. Aun así, siguiendo el principio de la propia Academia de que son los hablantes los que configuran y definen la lengua, si este uso se extiende lo suficiente, podría llegar un momento en el que la propia norma cambie para adaptarse al uso de la lengua que hacen los hispanohablantes.

El lenguaje inclusivo también muestra la realidad de hombres que hacen otras cosas, como ser enfermeros

«El problema que tenemos con el morfema -e es que es mucho más difícil un cambio gramatical que un cambio léxico», determina Susana Guerrero. «Una palabra nueva se difunde muy rápido, pero incorporar un nuevo morfema lleva mucho más tiempo porque supone ajustes en el sistema lingüístico. El morfema -e, entra en conflicto con todos los masculinos que acaban en -e que existen el español, como nene o conde. ¿Qué hacemos ahora? ¿Tendríamos que inventar un neno?», señala la catedrática.

A esta dificultad hay que sumarle que hay en torno a 600 millones de personas que hablan el español a los que habría que poner de acuerdo para introducir este cambio. «Lo que tendría que ocurrir es que poco a poco las nuevas generaciones lo implanten, pero es algo que llevaría mucho tiempo. Puede ocurrir que durante un tiempo funcione como algo reivindicativo, como ocurrió con la arroba en los años 90, que fue muy polémica. O no, quizá dentro de varias generaciones la gente decide adaptarlo. Nadie lo sabe, porque la lengua la hace la comunidad lingüística, el rumbo que tome la lengua depende de lo que hagamos nosotros", concluye Guerrero.

Cuestión de poder

Para Silvia Castillo y Simona Mayo de la Universidad Católica Silva Enríquez de Chile, «el empleo de una lengua en una sociedad tiene un componente de poder y quienes ostentan este poder deciden qué lengua se usará y cómo». Hay un status quo que teme y rechaza el cambio, que se aferra a la tradición.

La RAE sería parte de este poder al ser una institución más conservadora, como señalan diversos lingüistas y políticos. Una de la figuras que de forma más reciente puso el foco sobre la Academia fue el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, que a través de su cuenta de Twitter criticaba el pasado mes de diciembre la falta de paridad en la institución, donde solo 8 de sus 41 sillones están ocupados por mujeres. Para Laura L. Ruiz, las actitudes de la RAE se basan en decisiones políticas, condicionadas en ocasiones por el carácter más conservador de la entidad que es al final la que decide —en base al uso que hacen los hablantes y también a su propio criterio— qué palabras o cambios se aceptan y cuáles no.

Sea como sea, a pesar de las polémicas que surgen a raíz del lenguaje inclusivo y de la actitud de la Academia frente a determinados cambios, es una evidencia que, tanto este como el lenguaje no sexista, van calando poco a poco en diversos ámbitos de la sociedad, gracias a los avances sociales y a la legislación. Una prueba de ello es el software de Themis, empresa que ha desarrollado a través de la Inteligencia Artificial un conversor de lenguaje inclusivo de género y que busca digitalizar la igualdad en la documentación, ya sea en las administraciones públicas o en el ámbito privado, tal y como indica Sara Llorens, su directora de operaciones. Uno de sus clientes más destacados es la Generalitat Valenciana, donde ya hay 4000 personas usando este software que ayuda a las empresas a adaptarse a la legislación española y europea.

«La lengua es permeable, es una de las mejores herramientas que tenemos para moldear nuestra realidad», declara Laura L. Ruiz. El lenguaje puede ser una fuente de referentes («si se habla de científicos y científicas, abres la visión de los niños, las niñas ven que ellas también pueden llegar a serlo») y visibiliza la diversidad de nuestra realidad en todos sus ámbitos, porque como indica la periodista, «el lenguaje inclusivo no es solo mencionar a las mujeres que hacen cosas, también a los hombres que hacen otras cosas», dice Ruiz. Enfermeros. Limpiadores. Amos de casa. El lenguaje también es un foco que ilumina esas realidades que no se ven.