Sal, sueño y memoria de un archipiélago

Por vez primera, en castellano, y desde las Islas, una visión de la valiosa poesía de las Azores

Sal, sueño y memoria de un archipiélago

Sal, sueño y memoria de un archipiélago / mde

Alejandro Fuertes

Como ocurre con la grandeza oculta del monte submarino Gran Meteor, situado al sur de las Azores y al oeste de Canarias, la poesía azoriana parece quedar sumergida y como velada por la magnitud del Atlántico. Las letras de las islas del archipiélago portugués se configuran como una suerte de iceberg fantasma cuya cabeza apenas conocemos. Los escritores Melchor López (Los Silos, Tenerife, 1965) y Urbano Bettencourt (Piedade, Azores, 1949), con la intención de despejar esa veladura, se proponen, en esta subtitulada “muestra”, hacer audibles a varias de las voces poéticas casi perdidas en la inmensidad del océano que rodea a la Región Autónoma de las Azores. Ambos editores, nacidos en uno y otro archipiélago, se dan la mano en un trabajo que pretende acercar y brindar en nuestra lengua, casi por primera vez, lo que esconden las Californias perdidas (la imagen es de Pedro da Silveira) que aquí, por fin, se nos permite encontrar, al menos en parte. Melchor López, autor de la “Presentación”, nos abre la ventana a los resultados de una búsqueda que describe más como “acercamiento” que como “antología poética”, y lo hace apoyándose en el poeta y estudioso de la literatura macaronésica Urbano Bettencourt, a quien debemos más de una docena de obras narrativas y líricas como Outros nomes, outras guerras (2013) y su reciente O inverno de passagem (2021), entre otras.

Doce poetas: Antero de Quental, Roberto de Mesquita, Vitorino Nemésio, Pedro da Silveira, Natália Correia, Eduíno de Jesus, Emanuel Félix, José Martins Garcia, Álamo Oliveira, J. H. Santos Barros, el propio Urbano Bettencourt y Emmanuel Jorge Botelho habitan las páginas de esta selección, precedida por un prefacio de Fernando Martinho Guimarães. Los autores aparecen ordenados cronológicamente desde los inicios de la revolución del “patriarca” Antero hasta las estrofas de personalidades de nuestros días. Con ellos y con sus plumas es posible trazar las líneas de un mapa que, en nuestra lengua, siempre ha quedado desdibujado y que debemos ahora a la labor traductora de un grupo de poetas canarios que ha procurado traer la esencia de la poesía azoriana a la lengua de Cervantes: Sergio Barreto, Juan Fuentes, Isidro Hernández, Régulo Hernández, Francisco León, Melchor López, Alejandro Krawietz, Juan Noyes Kuehn, Miguel Martinón y Andrés Sánchez Robayna. Los poetas canarios y los poetas azorianos comparten muchas cosas, no sólo la insularidad: los orígenes míticos de ambos territorios, su nacimiento a un mismo horizonte cultural europeo, la “soledad” atlántica… En este sentido, se teje en Californias perdidas una suerte de simbiosis que actúa como puente entre dos lugares con experiencias de civilización comunes.

Ilustraciones

Como debe hacerse siempre en toda edición de poesía, se ofrece en las páginas pares el texto original y en las impares la traducción, pero esta disposición clásica adquiere aquí un sentido especial: se genera así, en este libro, un juego de espejos que acentúa, aún más, los vínculos macaronésicos y que convierte los kilómetros que separan a las islas en apenas unos centímetros de sangría. En esta línea, las ilustraciones a cargo de Juan Gopar que aparecen intercaladas al frente de cada uno de los autores contribuyen también a convertirse en un guiño que nuevamente insiste en los nexos entre Azores y Canarias: las cordadas de lava, las imágenes de líquenes y las rocas volcánicas aquí recogidas se convierten no sólo en la muestra de la idiosincrasia de estas islas sino también en una suerte de metáfora que va en consonancia con lo que parece ser el propósito de quienes han realizado la selección de poemas: indagar en aquello que está por ser descrito, que permanece en espera para ser descubierto, que, como un volcán, se encuentra activo y podría, en potencia, generar nuevos mapas, nuevos horizontes.

En gran parte vertebrada por el motivo temático de la insularidad, la selección de poemas incide en el poder de la imaginación literaria, que parece cernirse en los versos de estos autores como una solución con la que enfrentar conciencias abrazadas por el mar. Aquí, la correspondencia de archipiélago y paraíso queda, en ocasiones, impugnada o cuestionada para dar paso a un hastío atravesado por la melancolía (que se añade a la conocida saudade portuguesa, “vicio o dolencia”, como escribe Pedro da Silveira). La trágica muerte de Antero de Quental aparece en más de un poema, como en “Anterianamente”, de Álamo Oliveira, o “El banco de Antero”, de Emanuel Jorge Botelho. Así, el acotado mundo de las islas difumina sus límites geográficos para albergar las inabarcables lindes de la creación artística y permitirnos vislumbrar espacios que contienen horizontes empapados de nostalgia, repositorios de anhelos y sueños, esperas eternas, aires mitológicos, despedidas que nos regalan historias e historias que nos regalan bienvenidas, murmullos de olas y barcos, memorias catárticas y recuerdos encerrados en estampas con sabor a sal. Son estas Californias perdidas un conjunto de poemas-isla que, unidos, conforman la pista del archipiélago de la poesía azoriana.

Anulación

Melchor López y Urbano Bettencourt consiguen satisfacer la necesidad de anular el carácter remoto que invade la poesía de estas islas; hacen centro de lo marginal y nos ceden un billete a esos mundos interiores que, alejados del centralismo geográfico y cultural, ansían, desde los márgenes, un espacio propio en la literatura. Y es que pervive en Californias perdidas —donde únicamente se echa de menos una breve presentación biográfica y crítica de cada poeta— un aire subtropical de esperanza que nos envuelve al pasar cada página; una esperanza anclada en la posibilidad de dar paso a nuevas miradas, así como a aquellas antiguas que el paso del tiempo pareció haber silenciado. Existe un intento, plenamente logrado, por mostrar el carácter poliédrico de voces que han habitado la poesía portuguesa en Azores y que, inevitablemente, acaba poniendo de manifiesto las aristas que yacen bajo el signo común de la idiosincrasia isleña.

La selección de poemas se torna diversa y coherente, reveladora y cíclica. Es este un buen puerto de partida, una primera entrada al panorama azoriano, una acertada forma de acercarnos a la poesía sin desdeñar su forma original, pues no se trata simplemente de una recopilación de traducciones. Se pretende —y se consigue— sembrar la semilla de la curiosidad en quienes leen, pues el objetivo de Californias perdidas es de invitación e incitación. Este libro abre un camino que esperemos que despierte, en quienes quieran recorrerlo, un impulso por continuarlo.

Suscríbete para seguir leyendo