Muere Manuel Díaz Martínez, el poeta incandescente del exilio y la libertad

El escritor y académico cubano que desafió el Régimen castrista y siguió soñando con una Cuba más libre desde Gran Canaria falleció ayer, a los 86 años 

Manuel Díaz Martínez.

Manuel Díaz Martínez. / Luis del Rosario

Nora Navarro

Nora Navarro

El escritor, periodista, diplomático y académico cubano Manuel Díaz Martínez, uno de los más brillantes y destacados poetas de la generación del 50 en su isla, exiliado de su país por su ideología progresista y establecido en Las Palmas de Gran Canaria desde 1992, falleció ayer, a los 86 años, tras una dura enfermedad. Su muerte ha causado un profundo pesar en los círculos de la literatura y la cultura en Gran Canaria, donde el poeta era muy querido y admirado por sus compañeras de letras, hoy «enlazados por un mismo silencio», como reza su poema Esos adioses breves.

La triste noticia de su marcha se produce en el eco del reciente homenaje a su vida y obra el pasado mes de abril, donde 27 artistas y 14 escritores canarios se reunieron para celebrar sus versos y sus pasos en la Biblioteca Insular de Gran Canaria. «Nos queda la satisfacción de haber celebrado aquel homenaje en vida», manifiesta el poeta Manuel Díaz García, presidente de la Asociación Poesía Viva de la Atlántida, que impulsó aquel encuentro bajo el título El verbo incandescente. Homenaje a Manuel Díaz Martínez. Entre ambos se apodaban cariñosamente como «tocayos al cuadrado». «Él dijo que con esa celebración le devolvimos la vida, pero qué poco duró esa vida. Todos estamos rotos», declara.

De izq., a dcha., Augusto Vives, Manuel Díaz Martínez y Manuel Díaz García.

De izq., a dcha., Augusto Vives, Manuel Díaz Martínez y Manuel Díaz García.

Miembro correspondiente de la Real Academia Española (RAE), Manuel Díaz Martínez fue uno de los firmantes de la Declaración de los intelectuales cubanos en 1991, popularmente conocida como Carta de los diez, en la que una decena de escritores cubanos dirigió una carta abierta a Fidel Castro demandando la democratización del régimen tras la caída de la Unión Soviética. Este hecho provocó su expulsión inmediata del país y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Caso Padilla

Además, Díaz Martínez fue el último testigo vivo del «caso Padilla», que se refiere al episodio protagonizado por el poeta cubano Heberto Padilla y el premio a su controvertida obra Fuera de juego en 1968, del que Díaz Martínez fuera jurado junto con otros escritores cubanos de renombre, como José Lezama Lima.

En 1971, Padilla y su mujer fueron arrestados por las fuerzas de seguridad del Estado debido a sus ideas contrarias al castrismo, y el poeta fue obligado a entonar públicamente el mea culpa y a denunciar las ideas de sus compañeros «contrarrevolucionarios», entre los que figuraba Díaz Martínez. Esto situó a este último en el punto de mira de las autoridades cubanas y permaneció desde entonces bajo estrecha vigilancia del régimen, además de prohibirle firmar con su nombre en libros y periódicos durante años.

La traición de Heberto Padilla puso a Manuel Díaz Martínez en el punto de mira del Régimen castrista

Sin embargo, su lucha por la libertad política y los derechos humanos se proyectó en su obra poética y periodística, donde plasmó una mirada abierta y comprometida, si bien el paso del tiempo, la muerte o el olvido enhebraron el grueso de sus poemas.

En cuanto a los escalones de su trayectoria en los distintos ámbitos en que se prodigó, Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, 1936-Las Palmas de Gran Canaria, 2023) fue primer secretario y consejero cultural de la embajada de Cuba en Bulgaria, investigador del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, redactor-jefe del suplemento cultural Hoy Domingo (del diario habanero Noticias de Hoy) y de La Gaceta de Cuba (de la Unión de Escritores y Artistas de su país natal). También fue director de la revista Encuentro de la Cultura Cubana y perteneció al consejo editorial de la Revista Hispano Cubana, editada en Madrid.

El homenaje celebrado el pasado abril arrojó luz sobre el hecho de que leer la citada revista se convirtió en Cuba en un acto transgresor, más allá de considerarse un hito indiscutible para la cultura cubana por lo quesupuso para la promoción y difusión de las discusiones contemporáneas más importantes sobre Cuba durante el cambio de milenio. En Las Palmas de Gran Canaria colaboró en numerosas ocasiones en el suplemento Cultura de LA PROVINCIA.

Por su parte literaria y poética, a lo largo de su vida publicó 16 libros de poemas de mirada intimista, con un lenguaje de influencias vallejianas y vocación de vanguardia. Algunos de sus títulos más conocidos son Poemas Cubanos del Siglo XX y Un caracol en su camino, la primera es una antología que reúne diversas creaciones de poetas cubanos y la segunda también es una antología de toda su obra poética. También publicó un libro de memorias, Solo un leve rasguño en la solapa, una edición comentada de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer y un epistolario suyo con Severo Sarduy.

El poeta Manuel Díaz Martínez junto al periodista palmero Carlos Fuentes.

El poeta Manuel Díaz Martínez junto al periodista palmero Carlos Fuentes.

Asimismo, entre sus 13 poemarios a título individual destacan Vivir es eso (1967), que le valió el Premio Julián del Casal, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, concedido por un jurado que integraron Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Gabriel Celaya, José Ángel Valente y Enrique Lihn. Además, es premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 1995, por Memorias para el invierno (1995). Su poesía completa fue publicada en 2011 bajo el título de Objetos personales (1961-2011). Sus poemas aparecen en numerosas antologías publicadas en varios países y han sido traducidos a más de una decena de idiomas.

En 2006, el Centro Cultural Cubano de Nueva York le otorgó la medalla La Avellaneda, en reconocimiento a su valiosa aportación a la cultura cubana. Para entonces, Díaz Martínez ya Tenía la nacionalidad española y sus sueños latían desde Gran Canaria, donde se abrió un hueco que hoy amanece vacío en las páginas de la literatura, y sobre todo, de sus compañeros y amigos isleños. Con su pareja, Ofelia, tuvo dos hijas, Claudia y Gabriela. Y vivió hasta el final con el corazón puesto en el horizonte de una Cuba emancipada y con la convicción de que la libertad es el derecho inmanente e inalienable del ser humano.