Entrevista | Joan Carreras Actor

Joan Carreras: «La mediocridad parte de pensar que tus verdades son las únicas»

El actor catalán estará este domingo en el Teatro Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria para interpretar el monólogo 'Historia de un jabalí (o algo de Ricardo)'

El actor Joan Carreras en su interpretación de 'Historia de un jabalí'.

El actor Joan Carreras en su interpretación de 'Historia de un jabalí'. / Felipe Mena

Martina Andrés

Martina Andrés

El actor —y Premio Max de Teatro 2021— Joan Carreras (Barcelona, 1973), estará este domingo en el Teatro Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria para interpretar el monólogo 'Historia de un jabalí (o algo de Ricardo)', un texto de Gabriel Calderón que gira en torno a los mecanismos de poder contemporáneos, el deseo y el resentimiento, y propone una reflexión sobre los límites de la ambición humana.

Historia de un jabalí se estrenó en 2020, año de la pandemia. ¿Qué evolución ha notado en los espectáculos antes y después del coronavirus?

Sí. Principalmente eran las ganas. Antes, desgraciadamente, nos movía más el miedo que otra cosa, entonces ir a espacios cerrados y con tanta gente y tal… Costó un poco arrancar. Cuando ensayamos la obra, parecía que fuera un teatro clandestino, porque la ensayábamos cuando estaba el confinamiento comarcal, cuando realmente podía hacerse poca cosa. Al final sobrevivimos al confinamiento y la verdad es que el recorrido del jabalí ha sido precioso. Llevamos todos estos años haciéndolo tanto en catalán como en castellano, haciendo muchos bolos y realmente ha sido un regalo, es decir, que sobrevivimos, como todos, sobrevivimos al virus. 

¿Cómo fue ensayar el texto durante la época del confinamiento? ¿El aislamiento le ayudó a meterse más en el personaje o fue al revés?

Fue curioso porque cuando ensayábamos con Gabriel Calderón, él es de Uruguay, vino casi rozando el larguero, porque aquí teníamos el confinamiento comarcal, ese toque de queda tan extraño... Entonces ensayábamos cuatro o cinco horas, rapidito, rapidito, y luego nos íbamos y venga PCRs arriba y abajo. Así salió. Sí que es verdad que que fuera un monólogo facilitó mucho las cosas, porque el equipo era muy reducido y pudimos sacarlo adelante. También es verdad que justo unos meses antes yo estaba en una obra de teatro nacional y a la semana de empezar los ensayos nos mandaron a todos a casa. Para todos fue un shock. Para cualquiera que esté vivo fue un shock. Pero bueno, al final sobrevivimos y, de hecho, esto lo estrenamos en catalán y cuando nos fuimos a la Abadía hace dos años, porque a la Abadía hemos ido dos veces, ya lo hicimos en castellano. Sí que es verdad que lo hicimos de casa todo. Un monólogo te permite trabajar mucho desde casa.

Usted se define como un actor bilingüe, pero me imagino que tendrá alguna preferencia en lo que respecta al idioma… ¿Qué prefiere interpretar en castellano o en catalán? 

La verdad es que me resulta bastante indistinto, porque a mí me gusta mucho trabajar con los dos idiomas, me siento un privilegiado siendo bilingüe. Para mí es una gran suerte. Ojalá todos fuéramos bilingües, trinlingües o cuatrilingües. Aunque este texto, que en el original está escrito en castellano, sí que es verdad que es como, en cierta manera, como si le hiciera un homenaje a Gabriel. Porque él, quieras o no, lo pensó y lo dirigió en castellano. Nosotros lo tradujimos al catalán, porque teníamos un buen volumen de bolos en Cataluña y porque así podíamos trabajar en las dos lenguas y también porque a Gabriel le parecía bien. Entonces, cada vez que nos hemos ido fuera de Cataluña, la hemos hecho en castellano.

El personaje de la obra que lleva el mismo nombre que usted, Joan, que al final es eso, un personaje, no es usted.

(Risas). Curiosamente es el Joan Carreras alternativo, pero te aseguro que no tiene nada que ver conmigo, porque Joan Carreras personaje es un gilipollas integral. Es un tío muy difícil. A mí me gusta este trabajo precisamente por trabajar en sociedad, en equipo y desde el respeto y el amor. Pienso que son valores que en este trabajo existen y yo los amo. Digamos que el Joan Carreras alternativo esto es lo que menos espera de este trabajo. Este Joan Carreras, este jabalí, es capaz de pasar por encima de todos y de todo para llegar hasta el final. Esta es la analogía que hace Gabriel con el personaje de Ricardo III, que también fue capaz de todo o Shakespeare imaginaba que era un ser capaz de todo para llegar al poder.

Hablando de las ansias de poder, ¿hasta qué punto percibe usted que está presente el ego en el mundo de las artes y, en concreto, en el mundo del teatro?

¿Los egos? El ego es algo que hay que gestionar. El ego es una calidad, en cierta manera, no es un gran defecto. Pero el ego hay que administrarlo, hay que, como dice el personaje, que mezclarle las pastillitas de medicación entre la carne picada. El ego tiene que estar disuelto en la personalidad de las personas. Es importante tenerlo y en nuestro trabajo también lo es. Uno tiene que hacerse respetar y no solo en el sentido más amplio de la palabra. Uno tiene que sobrevivir, a enfrentarse al público, a estar solo, en este caso, haciendo un monólogo. Ego hay que tener, pero hay que tenerlo comedido. Sí que es verdad que durante mucho tiempo se ha considerado al actor o al mundo del artisteo muy egocéntrico. A ver, 'haberlos, hailos'. Yo no te diría que no. Es más, hay alguno de ellos que cuando hacía al personaje, que es egocéntrico hasta la médula, recordaba a alguno. No voy a decir nombres, pero alguno sí. El ego hay que administrarlo, hay que saberlo llevar.

El actor de Historia de un jabalí desprecia la mediocridad. ¿Cree que estamos en una sociedad que cada vez la abraza con mayor frecuencia?

El teatro está bien que tenga facetas de entretenimiento y que tenga una parte de evasión, eso está fantástico. Tampoco el teatro tiene que ser siempre una intelectualización de la vida, ni tiene que culturizar a nadie, ni tiene que ser dogmático ni dar clases a nadie. Pero sí que es verdad que el espacio de reflexión que te ofrece el teatro es un espacio para luchar, como dice este Joan Carreras, contra la estupidez generalizada. Es lo que siente él. Él es capaz de todo para poder llegar a eso. Yo creo que no hace falta llegar a todo, pero pienso que sí, que el espacio teatral es un lugar en el que pueden caber muchos espacios dentro del mismo espacio, entre ellos la reflexión y, entre ellos, darnos cuenta de que el mundo no está compuesto solo de lo que nosotros percibimos, de nuestras cuatro paredes, sino que el mundo es mucho más amplio y pasan muchas cosas fuera de ahí. Pienso que la mediocridad parte de mirarse el ombligo constantemente y pensar que tus verdades son las únicas verdades. Esto nos vuelve pobres a nivel intelectual, a nivel cultural y lo bonito es abrir los ojos y darse cuenta de que hay tanta variedad, tanta versatilidad y tantas maneras de ver el mundo que, cuantas más maneras, más grandes nos haremos y dejaremos de ser mediocres. O eso espero. Esto es muy fácil decirlo pero luego llevarlo a la práctica es otro tema.

En esta obra están presentes los mecanismos de poder contemporáneos. Estamos viviendo tiempos algo convulsos con Vox censurando obras de teatro como la de Virginia Woolf sobre homosexualidad en un ayuntamiento de Madrid, otra que aborda los trastornos alimentarios, otra sobre un maestro republicano fusilado… ¿Se podría decir que esta censura es parte de esos mecanismos? ¿A dónde piensa que esta deriva de la ultraderecha puede llevar al mundo del teatro y de la cultura? 

Tenemos que estar muy pendientes a eso. Nosotros no somos un faro de ideas ni un faro que la gente tenga que seguir. Pero sí que podemos ser ventanas abiertas a las que la gente se asome. Cuantos más las cierren, más abriremos nosotros. Es algo que forma parte de la idiosincrasia del propio arte. El arte no tiene que estar excusado en nada, no tiene que estar censurado en nada. En lo bueno y en lo malo. Cada vez que cierren puertas, nosotros seguiremos abriendo otras. Es algo que siempre será así. ¿Quién se va a cansar primero? Nosotros llevamos mucho tiempo abriendo puertas, así que yo creo que ellos se van a cansar antes. Desde que el arte es arte, y no hablo de los actores, hablo de los artistas, de la cultura, el arte, desde que se concibe como tal, ha estado abriendo puertas a la mente, abriendo puertas al alma, abriendo puertas a la libertad. Y yo pienso que nos hemos pasado años, siglos, haciendo eso. Bueno, ellos se cansarán antes, seguramente.

Usted ha dicho que 'el eterno santo grial del actor es la búsqueda de la verdad' y que para usted la verdad tiene múltiples formas, no hay un solo tipo de verdad, sino que se esconde en muchos tipos de teatro, desde la comedia del arte hasta el teatro más contemporáneo. ¿Hasta qué punto se puede encontrar la verdad en un monólogo?

Siempre he creído que no hay una sola verdad. Es lo que hablábamos antes de las verdades únicas, esas verdades que en teoría nos unen. Pero no. La multiplicidad de verdades es lo que nos hace más libres. Yo pienso que hay muchas maneras de expresarte como actor, pero sí que es verdad que en este monólogo hay muchas maneras diferentes de expresar el mismo personaje, porque hay muchas voces a la vez. Y hay mucho humor, hay mucho Shakespeare, hay mucho Shakespeare inventado, mucho Shakespeare real, hay teatro clásico, hay teatro moderno... Hay un poco de todo. Pero siempre con humor. Gabriel Calderón, el autor, que es una maravilla de tipo, todo lo canaliza a través de ese humor a veces ácido, a veces duro, a veces franco. Hay muchas voces en este mismo espacio.

Hablando de Gabriel, cuando él habla del entusiasmo, lo define como 'tener a los Dioses adentro'. ¿Tiene usted a los dioses adentro cuando representa esta función después de todos los pases que ya ha hecho? ¿Cómo se mantiene esta ilusión?

Principalmente lo que sostiene, tanto en los buenos como en los malos momentos, es la pasión, la vocación y el amor. Y ahora he descubierto que es el amor y el humor, el que hace también que pueda sobrevivir a este trabajo. Gabriel en este sentido es el ejemplo claro de cómo gestionar humor, amor, vocación y profesionalidad. Es un tío que es capaz de trabajar con muchísima rigurosidad, pero sin cargar las pilas a nada y simplemente jugando con lo que tiene delante. Cuando nos encontramos, él simplemente trabajó conmigo y yo trabajé con él, de una manera súper generosa y bonita. Y yo pienso que esto se sostiene así. Y después de tanto tiempo haciendo el monólogo, la verdad es que acaba siendo una interlocución tan bonita con el público..., porque no deja de ser el segundo personaje todo el rato y la verdad que es un placer hacer este monólogo. El espectador se lo pasa muy bien porque pasa por muchos lugares diferentes y ve como una persona que en teoría lo tiene todo controlado, acaba perdiéndose en su propia soledad.